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Gran Sitio de Malta (Parte III)


Para mediados de agosto García de Toledo había convocado al consejo para exponer las órdenes del rey, Felipe II. Allí estaban Álvaro de Bazán, general de galeras de España; Andrea Doria, general de galeras de Génova; Álvaro de Sande, maestre de campo del Tercio Viejo de Nápoles; Sancho de Londoño, maestre del Tercio Viejo de Lombardía, y Gonzalo de Bracamonte, maestre del Tercio de Cerdeña. Las noticias que les llegaban a los turcos acerca del Gran Socorro no eran muy halagüeñas: Mustafá recibió misivas que le advertían de la presencia en Messina de al menos 36 navíos, 113 galeras y varios miles de soldados. Debía darse prisa en tomar Malta si no quería vérselas con los Tercios de España.

Siguieron los turcos descargando su artillería contra las defensas cristianas y el día 20 de agosto lanzaron un nuevo gran asalto. Mustafá atacaría San Miguel, liderando él mismo las tropas para infundirles moral. Pialí, mientras tanto, terminaría la mina que estaba preparando contra el puesto de Castilla. El plan era atraer a cuantos cristianos pudieran sobre San Miguel para que, una vez desguarnecido el Burgo, hacer volar la mina e iniciar el asalto. El asalto llevaba varias horas cuando Pialí tenía lista su mina. La fortuna sonrió a los defensores del espolón de Castilla, ya que el artefacto explosionó hacia afuera, causando enormes daños entre los turcos.


Los combates se extendieron durante todo el día. Más de 8 horas que debieron hacerse interminables. Castilla aguantó, pero el Gran Maestre temía que San Miguel no lo hiciera, ya que no pudo enviar refuerzo alguno a través del puente por lo delicado de la situación en el Burgo. Por suerte aguantaron bien los distintos baluartes y los turcos hubieron de retirarse. Mustafá no podía dar crédito a lo que veía. Era imposible que aquellos cristianos, que llevaban sitiados 3 meses ya, pudiesen seguir aguantando semejante castigo. Sus fuerzas tenían que estar ya al borde del colapso, por lo que esa misma noche mandó otros 1.000 turcos al baluarte de Castilla y otros 1.000 contra San Miguel, siendo descubiertos por los centinelas Antonio Enríquez y Ferrante Cayro, descargando los defensores cuanto fuego tenían sobre ellos y haciéndoles retroceder.

Asalto general contra San Miguel y el Burgo

Mustafá no estaba dispuesto a dar un segundo de tregua a los sitiados, por lo que al día siguiente volvió a la carga lanzando un nuevo asalto general. Cerca estuvo el puesto de Rodrigo Maldonado de caer en manos turcas, resultando herido éste, aunque se pudo salvar la posición gracias a la intervención del Gran Maestre que acudió allí con refuerzos. En San Miguel cayó herido de muerte el capitán Juan de la Cerda, pero seguían manteniendo las plazas los cristianos. Mustafá ya no sabía qué hacer para elevar la moral de sus tropas, a las que incluso las obligaban ya a pelear bajo amenaza de muerte. Trató de hacer creer a sus hombres que los sitiados ofrecían 80 barriles de monedas de oro por levantar el asedio, animando a sus hombres a reanudar los asaltos con más fuerza prometiendo mucho más oro tras los muros.

Pero ni con esas podían doblegar a los defensores, que incluso la noche del día 24 realizaron una salida para poner en fuga a los turcos que se hallaban socavando los cimientos de las murallas. Mustafá seguía tratando de acabar con la enconada defensa cristiana. Había mandado construir una torre de asedio, pero fue neutralizada por el fuego de un cañón desde San Miguel. Todos los intentos eran en balde, y el día 28 llegó aviso de que el Gran Socorro había partido de Sicilia, decidiendo los bajás turcos ocultar esto a sus hombres. Por su parte, los cristianos acogieron esta noticia con gran alegría, recobrando los ánimos y dándoles fuerzas para proseguir la defensa. La mala suerte se cebó con la flota española, ya que una galerna dispersó los buques, los cuales tuvieron que volver a recalar en puerto para realizar reparaciones.

El 29 Mustafá volvió a intentarlo con 6.000 hombres; no le quedaba mucho tiempo antes de que llegase García de Toledo. De nuevo al frente de sus tropas, cargó contra las defensas cristianas pero de nuevo aguantaron y además la lluvia, junto con el hecho de ser herido con una piedra en la cabeza, propiciaron que Mustafá mandase retirada. El general turco estaba desolado, con su honra en juego. ¿Cómo presentarse ante Solimán después de semejante derrota? Resolvió Mustafá mandar a Pialí con 4.000 hombres a tomar la ciudad de Medina, creyendo que esta sería una empresa fácil y así adjudicarse un tanto ante el sultán y elevar la moral de sus hombres. Pialí examinó las defensas y juzgó imposible tomar aquella plaza con los soldados que llevaba. Además recibió fuego de artillería ordenado por el gobernador Mesquita.

Las opciones se agotaban y Mustafá volvió a intentar un asalto sobre el baluarte de Robles. Con una torre de asedio se dirigió para allá pero los cristianos respondieron con balas de cañón enlazadas con cadenas y destrozaron el artilugio matando a cuantos había en él. A comienzos de septiembre las galeras turcas patrullaban las costas de Malta, temerosos de que el Gran Socorro les sorprendiera. A su vez, seguían batiendo con la artillería Castilla y San Miguel, pero sin hacer ya carga alguna, pues sus pérdidas habían sido terribles y ya no había manera de hacer que los soldados presentasen batalla. Para el día 5 los otomanos descubrieron las velas españolas y Pialí no perdió un minuto; embarcó a cuanta gente de mar pudo enviando a Uluj Alí Fartax con 60 galeras a la cala de San Pablo, en el noreste de la isla.

El 7 de septiembre la flota de García de Toledo desembarcaba más de 9.000 hombres en la zona del Freo, en el norte de Malta, en tan solo una hora y media. Una vez hecho esto puso rumbo sureste hacia la cala de San Jorge, para que los sitiados pudieran ver que el socorro había llegado. Desde allí largó varias salvas y puso rumbo nuevamente a Sicilia para recoger más tropas. Balbi relata cómo se vivió aquella noticia entre los defensores, exclamando el Gran Maestre: "¡Sea Dios alabado, esta es la señal verdadera de que ya tenemos socorro en la isla, plegue a su Divina Majestad darles fuerza para que puedan vengarse de los enemigos de su Santo Nombre!".

Desde Medina el capitán Vincenzo Anastagi salió a recibir a la vanguardia del ejército de socorro, que marchaba a toda prisa en perfecta formación. Los turcos, muy asustados y confundidos, comenzaron a embarcar su artillería y a quemar sus posiciones en la Burmola. Mustafá esperaba hacer salir a los pocos defensores que quedaban en San Miguel y el Burgo, pero Valette no permitió salida alguna, por estar prevenido de las intenciones turcas. Para el 10 de septiembre los turcos limitaban sus posiciones en tierra al fuerte de San Telmo, estando su armada resguardada en el Marsamuxeto. Ese mismo día, tras 3 días de marcha, Álvaro de Sande y el maestre de campo general, Ascanio della Corgna, llegaron hasta el Burgo y se pusieron a disposición de Jean de la Valette.

Llegada del Gran Socorro

En esta tesitura Sande, della Corgna y sus capitanes debaten con el Gran Maestre el mejor proceder. Éste se inclina porque el socorro vaya hacia Medina y de allí parta hacia la cala de San Pablo, para limpiar la zona de los turcos que estaban allí concentrados. El 11 de septiembre, con 10.000 turcos aún en tierra, un soldado del ejército cristiano se pasó al enemigo, indicándole que los que han desembarcado apenas son 4.000 hombres. Las fuerzas de Mustafá se encontraban en el camino de la Torre Falca, entre medias de Medina y la cala de San Pablo, a la que se dirigían los cristianos. A su vez, con San Telmo libre ya de todo turco, el Gran Maestre mandó al capitán Romegas a desplegar el estandarte de San Juan, dejando como guarnición la compañía del sargento Malabaila.

Vistas ya las fuerzas turcas, Sande y della Corgna formaron su ejército en 3 cuerpos, españoles, italianos y caballeros del hábito. Mustafá hizo lo propio tomando con él a los jenízaros, dejando a los espahíes bajo el mando de Alí Portu, y a los chacales a las órdenes de Selarrayz. Las ganas de entrar en combate entre los cristianos hicieron más de una vez peligrar la formación, teniendo que ir el propio Sande a poner orden en sus filas. Según la crónica de Salazar, los malteses advirtieron a Álvaro de Sande del peligro que suponía que los turcos tomasen una pequeña loma que dominaba todo el campo de batalla, por lo que el maestre mandó al capitán Salinas para tomarlos con 300 arcabuceros. Balbi, en cambio, afirma que ante el desorden creado por el ansia de combatir, Sande envió a los capitanes Juan Osorio de Ulloa y Marcos de Toledo para detener a su gente que se dirigía a dicha loma.

El transcurso de la batalla es un tanto confuso. Las crónicas de Balbi, Salazar y Funes difieren en varios aspectos, pero lo que es seguro es que los turcos ganaron antes las posiciones en la loma, y Sande, junto a varios de sus hombres, cargó contra ellos resultando herido su caballo por una flecha en el cuello. Aún así, los cristianos consiguieron romper la vanguardia enemiga y crear bastante desorden en ella. Salazar cita las palabras de Mustafá a sus hombres: "'Oh, jenízaros del Gran Señor tan amados, qué bajeza y mengua tan grande dais hoy a la nación turca, y cómo deshonráis al Gran Señor abatiendo su poder y su fama, y en cuan poco os estimarán de hoy en adelante los cristianos. Si vais a huir, ¿por qué venís conmigo? Por amor de Alá os ruego, y de Mahoma os encargo, que os doláis vosotros mismos!". "¡Volved, pelead y haced rostro a vuestros enemigos!".

De nada sirvieron las arengas del general turco. Con la segunda carga cristiana los turcos rompieron su descuidada formación y empezaron a huir como buenamente podían hacia la cala de San Pablo, donde la flota turca se encontraba. No dieron tregua las fuerzas del Gran Socorro, que persiguieron a las fuerzas de Mustafá hasta la orilla de las playas, matando a cuanto turco lograban alcanzar. En la huida Mustafá resultó herido y a punto estuvo de caer preso de no ser rescatado por los suyos. Las galeras turcas abrieron fuego contra la vanguardia cristiana para dar cobertura a los suyos, por lo que Sande y della Corgna, que había resultado herido en la cabeza de una pedrada, decidieron detener el ataque y poner a salvo de la artillería otomana a los suyos. Las cifras de muertos ese día varían en función de los cronistas. Así, Balbi habla de 3.000 cadáveres, muchos de ellos ahogados, y no más de 8 cristianos caídos. Salazar, en cambio, afirma que fueron unos 1.500 turcos, por tan solo 25 cristianos muertos.

Huida de los turcos en la cala de San Pablo
El asedio llegaba a su fin el mismo día 11 y las naves turcas se adentraban en mar abierto huyendo del lugar. El golpe a los turcos había sido muy significativo. Las cifras de muertos bailan entre los 35.000 que cita Balbi, hasta los 25.000 que apunta Cassola. Sea como fuere, lo cierto es que muchos de los muertos formaban parte de las tropas más selectas del sultán: espahíes y jenízaros de gran experiencia y valía en el combate, que difícilmente podían ser reemplazados a corto plazo. Entre los defensores murieron cerca de 2.500 soldados y unos 7.000 ciudadanos malteses. El Burgo, San Miguel y San Telmo estaban completamente arrasadas, de hecho, de no haber llegado el socorro hubiera sido imposible mantenerlas.

El día 14 llegó García de Toledo nuevamente desde Sicilia con las tropas del duque de Urbino. Con gran alegría y cariño fue recibido por el Gran Maestre, con quien debatió, junto a della Corgna y Sande, el estado de las defensas y la necesidad urgente de comenzar los trabajos de fortificación y la creación de una nueva ciudad en el monte Sceberras, que pasaría a llamarse la Valeta, colocándose la primera piedra el 28 de febrero de 1566. Felipe II enviaría ese año un regalo a Jean de la Valette: una espada y una daga de acero toledano, con ornamentos en oro y piedras preciosas con la leyenda "Plus Quam Valor Valetta Valet" (Valeta vale más que el valor).

Los turcos llegaron a Galípoli en noviembre de 1565, siendo recibidos en Estambul con gran enfado del sultán, que no daba crédito a semejante derrota. La amenaza turca en el Mediterráneo occidental había sido paliada por el momento, aunque el golpe definitivo vendría 6 años después en Lepanto. La heroica resistencia de aquellos hombres durante 4 meses corrió como la pólvora por toda Europa, y pronto empezaron a llegar a Malta tanto voluntarios como fondos suficientes para reconstruir la asolada isla. Solimán prometió a los suyos volver allí y tomarla él mismo; nunca lo haría, moriría en el asedio a Hungría al año siguiente.

García de Toledo

Los defensores celebran la retirada de los turcos



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