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Gran Sitio de Malta (Parte II)



A comienzos de julio de 1565 los turcos habían tomado ya San Telmo, aunque pagando un precio muy elevado, habían terminado de construir las baterías para empezar a batir el Burgo y San Miguel, y un pequeño socorro se internaba en el corazón de la isla, con el maestre del Tercio de Sicilia, Melchor de Robles, a la cabeza.

En este orden de cosas los turcos comenzaron el día 3 a hacer fuego contra el baluarte de Provenza desde el monte Santa Margarita; contra San Miguel desde la posición otomana de La Mandra, situada en el monte Sceberras; contra la Burmola desde el monte Corradino, y contra el puesto de Francisco Zanoguera en San Ángel, desde la recién adquirida posición de San Telmo. Para júbilo de los defensores, el socorro conseguía entrar en el Burgo tras recorrer casi 20 millas, circunvalando todo el sur de la isla a marchas forzadas, y atravesar el Gran Puerto en barcas que les habían dejado los sitiados sin ser detectados. Nada más llegar desplegaron sus banderas los nuevos defensores en señal de desafío a los otomanos.

La furia de los asaltantes se incrementó tras esto, añadiendo nuevas piezas a las baterías hasta contar con 26. Por su parte, y viendo el peligro que corría San Miguel, el Gran Maestre mandó construir un puente que lo uniese al Burgo, y así poder pasar auxilio a través de él. El 11 de julio los turcos intentaron cortar la cadena que impedía la entrada a las aguas entre estas dos posiciones, siendo rechazados por unos soldados malteses. Las intenciones otomanas estaban claras: iban a asaltar San Miguel y los defensores reforzaron sus posiciones.


El 15 de julio se produjo el primer asalto general sobre San Miguel. Más de 100 barcos y unos 3.000 turcos divididos en 3 divisiones, con los hombres de Hasán, rey de Argel, a la cabeza. Otros 8.000 turcos atacan por tierra los puestos de la Burmola y el sur de San Miguel, donde los defensores habían reforzado bien tanto el puesto de los malteses como el de Melchor de Robles. La parte más expuesta era el espolón de San Miguel, defendido por Francisco de Zanoguera. Ahí concentraron los atacantes sus barcos, pero el fuego del puesto de Guiral, en el fuerte de San Ángel, les causó terribles daños obligándoles a ponerse en fuga. Zanoguera y Nicola Rodio defendieron el espolón con apenas 60 hombres, muriendo el primero tras recibir un arcabuzazo en la ingle.

La situación se volvía crítica en el espolón, ordenando el Gran Maestre pasar hombres a través del puente bajo el mando de los capitanes Pierre de Giou, Francisco de Medina y Romegas. El capitán Medrano tomó el mando de la posición del espolón junto al maestre Juan Olivero. Por mar los turcos se retiraban tras recibir un duro castigo y perder más de 800 hombres. Por la parte de tierra Melchor de Robles rechazó el ataque tras 5 horas de durísimos combates y matar más de 3.000 turcos. Una carnicería. Por la parte cristiana se contabilizaron un total de 200 muertos, entre ellos Fadrique de Toledo, hijo de García de Toledo. El problema era que los turcos recibían refuerzos y podían reponer, aunque lentamente, sus bajas. En cambio, los cristianos veían con desesperación cualquier muerto o herido, pues no podían suplirlos.

Detalle del asalto a San Miguel. Mapa de Hugo A. Cañete

El 18 de julio los turcos volvieron a la carga, esta vez tenían como objetivo el foso de San Miguel. Comenzaron a tender un puente, el cual cubrían con arena mojada para evitar que los cristianos se lo quemaran. Viendo esto, el comendador Parisot, sobrino del Gran Maestre, salió con varios hombres para intentar destruir el puente, combatiendo valientemente hasta recibir varios arcabuzazos y caer muerto. Los combates se sucedían por todo el perímetro de los puestos cristianos, incrementándose en la creencia de que se acercaba el Gran Socorro de García de Toledo, pues tanto cristianos como turcos pensaban que llegaría el 25 de julio, por ser día de Santiago, patrón de España, y ser García de Toledo caballero de esa orden.

Para el 22 de julio, y antes de despuntar el alba, los turcos comenzaron a disparar desde 14 plataformas con 64 cañones, sucediéndose las escaramuzas por ganar unos pocos metros. Los turcos trataban de colocar minas en los muros de San Miguel mientras los cristianos hacían lo imposible para impedirlo. El día 25 ya estaba claro que no llegaría el Gran Socorro en esas fechas, las murallas estaban muy batidas y el 28 intentaron entrar más de 1.000 enemigos, siendo rechazados por Melchor de Robles, que dejó más de un centenar de cadáveres otomanos en el terreno, perdiendo tan solo 7 hombres en aquel asalto. Dos días después los turcos intentaron minar el muro de la casamata de Antonio de Martelo, siendo descubiertos por el alférez Andrés de Muñatones que, junto a 2 frailes y 3 arcabuceros españoles, consiguieron ponerlos en fuga.

El segundo asalto general sobre San Miguel se producía el 2 de agosto. Los combates fueron terribles, con los turcos llegando a lo alto de las defensas cristianas. 5 horas duraron aquellos hechos, en las cuales murieron 600 turcos y 40 cristianos, destacando entre éstos el caballero de Malta Carlo Rufo y Hernando de Robles, sobrino del maestre de campo. Éste, según la crónica de Balbi, una vez acabada la pelea hincó la rodilla al suelo y dijo: "señores, para aquí en adelante de Dios yo os señalo diez escudos de ventaja por lo que hoy os he visto hacer, y si don García no quisiera pasar por ello, yo prometo dároslos de mi casa mientras viva. Mas yo espero en la grandeza de nuestro rey, que sabiendo vuestro valor no solo os confirmará sino que os hará aún mayor merced".

El Burgo y San Miguel cercados
El día 7 de agosto comenzaron los turcos un nuevo asalto general contra San Miguel y el Burgo. Disponían de 8.000 hombres para atacar el primero y 4.000 para el segundo. La superioridad numérica era aplastante pero eso no hizo mella en el ánimo de los defensores. El mayor castigo cayó sobre el puesto del maestre de campo, Melchor de Robles, y en la Burmola, donde estaba de capitán Bernardo de Cabrera. Aguantaban brillantemente cuando tuvo el maestre de campo noticias de que Castilla estaba en serio peligro. Balbi relata como allá fue hasta la segunda línea de defensa disparando su arcabuz contra un turco que asomaba por la punta de Buena Enseña, y gritando: "¡Allá, allá hijos!", y echando al enemigo tras una dura carga.

La defensa empezaba a flaquear ante la abrumador número de turcos que acometían las defensas. Hasta 12 tandas de hombres para reforzar su posición enviaron los turcos, no teniendo nada los cristianos con que reponer sus muertos. Como cosa de la providencia, el capitán fray Vincenzo Anastagi, junto al comendador Lugni, llegaron desde Medina con unos 100 caballeros, atacando el campamento general otomano en La Marsa, que estaba desprotegido. Cuenta Balbi que los caballeros cargaron al grito de "¡Victoria!" y "¡Socorro!". Los turcos creían que el Gran Socorro había llegado, así que abandonaron el ataque cuando ya habían sobrepasado las murallas cristianas, para socorrer a su retaguardia. Mustafá Bajá formó un escuadrón con tanta gente como pudo reunir y fue a defender La Marsa, pudiendo partir Anastagi con los suyos hacia Medina.

9 horas habían durado aquellos combates, logrando los cristianos una victoria que se antojaba imposible. Más de 2.000 turcos se dejaron la vida ese día, destacando entre todos ellos a Uluj Alí, lugarteniente de Hasán, rey de Argel. 70 muertos contaron los defensores entre los distintos puestos y fuertes, pero tenían muchos y muy señalados heridos, incluyendo a Melchor de Robles, el capitán Martelo y el prior de Hungría, que se señalaron en el combate junto al sargento Chaparro y el sargento Chacón. No les quedaron a la zaga el propio Jean de la Valette, que se destacó enormemente en las posiciones de Castilla junto al capitán Romegas. Valette cantó el "Te Deum Laudamus" en agradecimiento por resistir tan poderoso asalto.

Tras haber aguantado contra todo pronóstico un asalto de más de 10.000 turcos, los cristianos trataban de reorganizar sus defensas y realizar reparaciones en las muy deterioradas fortificaciones. Mientras tanto, el 8 de agosto, el capitán Vincenzo Anastagi, junto con Lugni, los caballeros Andrés de Salazar y Vincenzo Ventura, y unos 60 jinetes, salieron a reconocer el terreno y apresaron a 2 turcos que se habían perdido, los cuales confesaron que Pialí había salido con 60 galeras y 4.000 hombres para desembarcar en la cala de Piedras Negras, al sur de la ciudad de Medina. A punto estuvieron de caer dichos caballeros cautivos de las huestes otomanas.

En el Gran Puerto las cosas seguían igual, con los turcos batiendo furiosamente las murallas de las plazas. Tras una noche entera descargando proyectiles sobre San Miguel, salió el maestre de campo a reconocer las defensas con tan mala suerte de no llevar puesta la celada, como tenía por costumbre, recibiendo un arcabuzazo en la sien desde las trincheras turcas. El cuerpo sin vida de Melchor de Robles fue llevado a San Lorenzo, cubriéndolo con el hábito de la Orden de Santiago. Más adelante sería enterrado en la iglesia de San Juan Bautista en la nueva ciudad de la Valeta. Jean de la Valette puso al frente de la compañía de Robles al sargento Chaparro, notable y valiente soldado, muy querido entre sus compañeros.


Vincenzo Anastagi
Los cristianos resisten el asalto turco




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