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El Asedio de Leiden

 


El 3 de octubre de 1574 un ejército hispánico comandado por Francisco Valdés ponía fin al asedio sobre Leiden, iniciado unos meses atrás. La ciudad no pudo ser tomada debido a la apertura de los diques que la rodeaban, provocando la llegada del ansiado socorro de los defensores, pero también la ruina económica de la ciudad. 

En el marco de la Guerra de los Ochenta Años, los avances rebeldes de 1572 en Holanda habían logrado conquistar la ciudad de Leiden, un enclave estratégico en la Holanda meridional. Era sin duda la ciudad más importante de la región, y servía de puente con la Holanda septentrional, estando a poco menos de 50 kilómetros de Ámsterdam o Haarlem. Ahora disponían de un puñal en el corazón de la región, pudiendo moviliza tropas hasta Zelanda sin apenas oposición. Tras esto, la práctica totalidad de Holanda, a excepción de Amsterdam y un puñado de ciudades más, y Zelanda, estaban en manos de los rebeldes. 

Los rebeldes lanzaron una campaña muy fuerte ese año. Desde el sur, Luis de Nassau, hermano del estatúder Guillermo de Orange, avanzó con sus fuerzas sobre Henao y Artois, mientras que Guillermo IV, conde van den Bergh, avanzó sobre Güeldres y el norte de los Países Bajos, con intención de llegar hasta Frisia. Mientras, Guillermo de Orange avanzaría sobre Limburgo, y de ahí acometería contra Brabante y Flandes, en una especie de golpe al corazón de los Países Bajos españoles. El duque de Alba, en ese momento gobernador de los Países Bajos, emprendió una serie de campañas para recuperar lo arrebatado por los rebeldes. Su éxito fue casi total, con asedios tan importantes como el de Haarlem o Mons

Hastiado de aquel país, y siempre debiendo mendigar recursos para defender los intereses del monarca en aquellos lares, Alba lanzó un órdago a Felipe II solicitando una abundante suma de dinero, una flota para poder enfrentarse en condiciones a los rebeldes holandeses, y una petición para ser relevado lo antes posible de su puesto. Esto no sentó nada bien al rey, que además estaba fuertemente influenciado por el bando pacifista de la corte, encabezado por el intrigante Antonio Pérez. El rey escribió a Alba comunicándole su reemplazo y añadiendo que "nunca tendré bastante dinero para llevar vuestra codicia; pero sin trabajo hallaré un sucesor hábil y fiel que terminará, con su moderación y clemencia, una guerra que no se puede fenecer por las armas, ni a fuerza de severidad". Esto debió doler, y mucho en el orgullo del duque, quien, no obstante, había acudido forzado a esas tierras para cumplir la voluntad real. 

Con la llegada de Luis Requesens la estrategia cambió. Éste era un hombre esencialmente diplomático, que había servido tanto en la corte de Felipe como en la de su padre. Había desempeñado de manera notable el puesto de embajador español en la Santa Sede, y jugó un papel fundamental en la elección de Pio V, en 1566, como nuevo papa, a la postre, el impulsor de la Santa Liga contra el Turco. Tras su paso por Roma fue elegido nuevo consejero de Juan de Austria, quien tenía la complicada misión de sofocar la Revuelta de las Alpujarras, y después le asistió en la Batalla de Lepanto. Tras esto, se le nombró gobernador de Milán en 1572, y un año después, acabaría ocupando el cargo que el duque de Alba dejaba en los Países Bajos, muy a su pesar, ya que según fuentes de la época, en diversas ocasiones le pidió al rey no ocuparse de ese regalo envenenado. 

Requesens llegó a Flandes el 17 de noviembre de 1573, por el Camino Español que el de Alba había inaugurado en 1567, y lo hizo en acompañado de una corneta de lanceros italianos y otra de arcabuceros a caballo de la misma nación. Lo primero que hizo fue reunirse con el duque, quien le informó del estado de aquel país y le aconsejó la creación de una potente flota, pues sabía que éste era el único camino para poder recuperar el dominio de la totalidad de los Países Bajos. Requesens emprendió entonces una política diplomática que no halló resultado alguno, pues los rebeldes exigían la marcha de las tropas extranjeras y la extensión del culto protestante. De nada sirvió el perdón general decretado por el nuevo gobernador para todo aquel que abjurase del protestantismo.

De este modo Requesens se decidió a recuperar la plaza de Leiden, de suma importancia para cortar las comunicaciones entre Zelanda y la Holanda septentrional. Así que ordenó ponerse a ello al maestre de campo Francisco Valdés, quien debía acometer la empresa con dos tercios de soldados españoles. La defensa de la ciudad de Leiden estaba encomendada a Jan van der Does, un político y humanista protestante, encargado de recabar apoyo de Inglaterra para la causa de Orange. Éste no había puesto excesivo celo en fortificar las defensas de la ciudad, por lo que recibió las reprimendas de Guillermo y le apremió a abastecerse de todo lo posible ante un más que posible ataque español, advirtiéndole que en ese caso, un socorro no sería posible hasta al menos tres meses. 

Enterado van der Does de la llegada de un contingente español de unos 8.000 hombres comenzó la acumulación de víveres, municiones y pólvora, y se procedió a la expulsión de todos los extranjeros de la ciudad, en previsión de un posible motín y para ahorrar alimentos. Sucedía que en esos momentos se encontraban amotinadas numerosas tropas realistas en Amberes, mientras Requesens trataba de manera desesperada de conseguir los dineros necesarios para ponerlas de nuevo en buen orden, ya que se hacía necesario disponer del máximo número de tropas posibles si se quería asestar un golpe definitivo tras la serie de victorias emprendidas por el duque de Alba ante la ofensiva rebelde de 1572.

El plan para tomar Leiden era bastante complejo, dado el gran número de pequeñas fortalezas que había en la región homónima. De esta manera las fuerzas de Valdés, formadas por los dos tercios de españoles, once compañías de valones y cuatro compañías de caballos ligeros, fueron divididas en dos cuerpos; el primero, bajo el mando del propio maestre de campo, avanzaría desde el este, mientras que desde el suroeste atacaría el contingente gobernado por el barón de Licques, Philippe de Recourt. Según relató el propio Valdés en una carta enviada al gobernador Requesens, las compañías alemanas, tan necesarias para esta importante empresa, se negaron a combatir a menos que se le pagasen los numerosos atrasos que se les debía.

Luis de Requesens, por Francisco Jover y Casanova

Tras pasar Woerden, las fuerzas de Francisco Valdés se toparon con el primer obstáculo, la plaza de Alphen aan den Rijn, a menos de 20 kilómetros al este de Leiden. Esta villa contaba con un fuerte guarnecido por numerosa tropa inglesa. Para tomarlo Valdés escogió cuatro compañías de españoles, las más escogidas de entre todos sus hombres, mientras que el resto de sus compañeros hacían fuego sobre el enemigo para cubrir el asalto. La resistencia inglesa fue notable, mandando Valdés a la mitas de sus fuerzas de asalto atacar por la retaguardia del fuerte, teniendo para ello que cruzar a nado uno de los canales del río Rin. Los primeros en cruzar, cerca de una treintena de arcabuceros españoles, cubrieron al resto de sus compañeros durante una hora aproximadamente, que era lo que tardó toda la fuerza en cruzar el río. 

Durante todo ese tiempo se produjo un intercambio de disparos entre casi un centenar de ingleses que habían salido del fuerte para evitar el cruce y las apenas tres decenas de arcabuces españoles, que los mantuvieron a raya. Otro grupo de españoles logró trepar los muros del fuerte y finalmente los ingleses que quedaban con vida hubieron de huir, dejando sobre el terreno más de 200 muertos y 3 banderas perdidas. El bando español apenas hubo de lamentar una veintena de bajas entre muertos y heridos. Después, la villa cayó sin demasiadas complicaciones, dejando otro buen número de muertos en el campo los defensores ingleses y holandeses, que acabaron huyendo en desbandada. 

Por su parte, el barón de Licques, avanzó sobre La Haya, llevando una parte de sus fuerzas por mar, bajo el mando del capitán Luis Gaitán, quien contaba con cuatro compañías de españoles y dos de alemanes. Llegados a la fortaleza de la ciudad Gaitán envió a un alférez con unos cuantos españoles para tantear la posición. En palabras de Bernardino de Mendoza las fuerzas llegaron al fuerte donde "se trabó escaramuza con los de dentro, a quien halló flojos, que fue ocasión de cerrar con ellos y el fuerte se ganó retirándose los rebeldes", El resto fue tarea igual de sencilla, ya que la ciudad se hallaba defendida por tropas de mala calidad y poco motivada, por lo que Gaitán, con apenas una compañía de españoles, los puso en fuga tras dar muerte a algunas decenas de enemigos, quedando La Haya bajo su control. 

El grueso del contingente del barón de Licques se dirigió sobre Voorschoten, a apenas 7 kilóemtros de Leiden, con la intención de tomar su castillo, llegando el capitán Gaitán con su fuerza al poco, tras haber dejado guarnición en la fortaleza de La Haya. Antes se habían tomado los fuertes de Vlaardigen y la villa de Schiedam, ambas posiciones sobre el río Mosa y al sureste de La Haya. El castillo fue tomado sin necesidad de combatir, ya que la guarnición holandesa se retiró a toda prisa hacia Leiden, mientras que alrededor de 500 infantes inglesas se rendían a los españoles quienes, les enviaron de vuelta a Inglaterra a cambio de los las peticiones de Bernardino de Mendoza, a quien Requesens había enviado a la Pérfida Albión en labores diplomáticas para lograr de la reina puertos donde atracar y provisiones. 

También ordenó Requesens a Chiappino Vitelli tomar posiciones en la isla de Bommel, comprendida entre los río Waal y Mosa, donde unos años más tardes se desarrollarían los sucesos conocidos como el Milagro de Empel. Estas acciones tenían por objeto evitar movimientos de las tropas rebeldes de Zelanda. Por otra parte, en las cercanías al este de Leiden, donde se encontraban las tropas de Valdés, algunos soldados españoles abandonaron sus posiciones fortificadas saliendo a campo abierto, aprovechando la ocasión los soldados rebeldes para hacer una salida y poder matar a unos cuantos españoles. Pero viendo la maniobra del enemigo, salió buen parte de la fuerza de Valdés y le causó muchas bajas. A pesar de la victoria, Valdés reprendió a los soldados por abandonar las posiciones. 

A finales de mayo, ya en las inmediaciones de Leiden, se empezaron a construir las características líneas de circunvalación y contravalación propias de los asedios de la época. Francisco Valdés envió rápidamente una misiva a van der Does, invitándole a rendirse para obtener una buenas condiciones de capitulación, pero el comandante de la plaza se negó abiertamente. Existe la leyenda de que Valdés no asaltó la ciudad, prefiriendo rendirla por hambre, por la promesa de una dama de la que se había enamorada de casarse con él si no lo hacía, pues parte de su familia se hallaba en Leiden. Tanto por cronistas de la época holandeses como por algunos hispanos como el italiano Famiano Estrada, se propagó está leyenda.

La ciudad de Leiden estaba situada a poca distancia de la costa, y por la ciudad discurrían desde el este las dos ramas del viejo Rin, uniéndose en el centro de la misma. Contaba con multitud de canales por los alrededores, con un amplio sistema de diques, así como una gran cantidad de pequeños fuertes y posiciones fortificadas. El terreno no invitaba a un asedio, ya que el suelo era bastante pantanoso y las enfermedades eran frecuentes. Al poco de completarse el cerco los defensores realizaron una serie de salidas infructuosas. Una de las salidas más poderosas y mejor documentadas ocurrió el 28 de julio, cuando los defensores realizaron un ataque coordinado por tierra y agua. Al tiempo que dos compañías salían por la puerta principal de la ciudad, una galera artillada y cargada con abundante arcabucería se lanzaron contra una de las posiciones defendidas por los españoles.

Los atacantes emplearon artefactos incendiarios compuestos por pólvora y azufre que prendían con una mecha y los arrojaban sobre las trincheras de los sitiadores. Solo la llegada de refuerzos evitó que los rebeldes pudieran tomar la posición, debiendo finalmente replegarse al interior de la ciudad tras haber sufrido una gran cantidad de bajas. Poco a poco las salidas fueron perdiendo intensidad, a medida que el hambre y las enfermedades avanzaban en el interior de la ciudad. De hecho, no fueron pocas las voces discrepantes con van der Does pidiendo negociar una rendición con las fuerzas de Valdés. Pero el comandante de la ciudad se mostraba inflexible en este punto, y eso a pesar de la imposibilidad de Guillermo de Orange de poder auxiliarlos. 

Grabado de Francisco Valdés

Por medio de palomas mensajeras se comunicaban los defensores con los hombres de Guillermo de Orange, recibiendo a primeros de agosto una carta en la que éste indicaba a van der Does la necesidad e abrir los diques y anegar los terrenos para, de este modo, poder enviar un socorro en forma de flotilla. La decisión fua adoptada por los defensores tras una junta en la que se puso encima de la mesa la pérdida de la ciudad o la ruina económica de la misma, eligiendo los defensores la segunda opción. De esta manera Guillermo dio orden de abrir los diques de Rotterdam, al sur de Leiden. A 21 de agosto Guillermo volvió a contactar con los defensores apremiándoles a que defendieran la ciudad con uñas y dientes, dado que las inundaciones se estaban sucediendo más lento de lo previsto.

Mientras tanto, Guillermo organizaba la flota, compuesta por unos 200 barcos de poco calado y mucha anchura, que puso bajo el mando del almirante Lodewijk van Boisot. Iban cargados de alimentos algunos, y otros de soldados y marineros muy experimentados. La flota se puso en marcha a comienzos de septiembre, cuando el agua empezó a tener una profundidad óptima para su navegación. La campiña del sur de Leiden hasta las inmediaciones de Rotterdam estaba completamente anegada, debiendo los hombres de Valdés buscar refugio en las partes altas de la tierra. En las zonas donde la profundidad no era suficiente, los holandeses empleaban zapadores para facilitar la navegación, y también debían enfrentarse a los puestos avanzados de los españoles. Un ejemplo de ello fue el enfrentamiento en el dique de Leidschendam, al sur de Leiden, donde los pocos españoles que lo custodiaban fueron expulsados tras un ataque en plena noche por una fuerza mucho más numerosa de rebeldes. 

La misión holandesa era siempre la misma, llegar a los diques que quedaban sin romper en la llanura en los alrededores de Leiden. Al este de Leidschendam, en la villa de Waddinxveen, a unos 25 kilómetros al sureste del objetivo. Allí rompieron otro de los diques que elevó aún más el nivel de las aguas, y formando un ancho canal navegable, pero el problema para los holandeses era que ese canal formado era también una trampa mortal, dado que en los lados del mismo los españoles aprestaron sus arcabuces y una poca artillería ligera, causando muchas bajas entre los rebeldes, que se vieron forzados a desistir de esa ruta. El almirante Boisot desesperaba ante los retrasos padecidos por el lento ascenso de las aguas y la fuerte resistencia de los hombres de Valdés. 

Hubo de pasar una semana para que unos exploradores holandeses descubrieran una posible ruta por donde navegar con seguridad. Entre un arrabal de Alphen an den Rijn llamado Benthuizen, y la villa de Zoetermeer, a menos de 15 kilómetros al sur de Leiden, se abría una extensa lengua de agua por donde los barcos no tendrían problemas de paso. De este modo los rebeldes realizaron varios movimientos de diversión para fijar las posiciones de tropas hispánicas y meter la flota sin que éstas se percatasen de lo que estaba ocurriendo. En estos combates, los holandeses utilizaron abundante fuego de arcabuz y cañones, destacándose el alférez Luis Pimentel, quien a pesar de estar herido, siguió manteniendo la moral de sus hombres y una enconada defensa. 

Los barcos holandeses pudieron pasar y desalojar a los defensores españoles, dado que la posición era insostenible ante la crecida de las aguas y el abundante fuego procedente de los barcos rebeldes. La situación de Valdés empezaba a ser desesperada, cuando la flota se plantó en Zoeterwoude, a tan solo 6 kilómetros al sur de Leiden. Allí se encontraba otro dique que debían romper para garantizar la navegación segura y poder socorrer la ciudad, pero no hizo falta, ya que a finales de septiembre y primeros de octubre las fuertes lluvias y la crecida del Mar del Norte elevaron las aguas tanto, que rebasaron la altura de los diques. 

En las posiciones elevadas de la villa se hallaban los defensores españoles quienes, tras un fortísima resistencia, hubieron de abandonar sus posiciones el 2 de octubre, ante la superioridad numérica del enemigo y su gran potencia de fuego. Los españoles, que hubieron de huir con el agua hasta el pecho en algunos casos, fueron perseguidos sin piedad por los holandeses que, con barcazas de menor calado, los iban cazando con arcabuces, espadas y dagas, e incluso con arpones, como si de una pesca se tratase. En este extremo afirma el cronista Antonio Carnero que "en esta retirada hubo harta sangre por el favor que los enemigos tenían del viento y del agua, e ir por los prados los españoles en agua hasta la cintura, y aún más arriba muy trabajados".

Los rebeldes tenían el socorro de Leiden a tiro, y Guillermo de Orange había enviado palomas mensajeras a la ciudad para coordinar un ataque general desde el interior de la ciudad y desde los barcos para la mañana del día 3 de octubre. Cuando al amanecer comenzaron a salir las primeras tropas de la ciudad, el ejército de asedio ya no estaba, Valdés había ordenado una retirada general ante la imposibilidad de combatir en esas circunstancias, ya que poco se podía hacer sin apenas artillería contra el poder de fuego de los buques holandeses en combinación con una ataque desde tierra. La huida dejó anécdotas muy curiosas, como la del sargento Pedro Chacón, que tras ser capturado por uno de los botes que empleaban los holandeses para perseguir a los españoles que huían con el agua al cuello, logró matar a toda su tripulación y hacerse con él, rescatando a varios de sus compañeros de armas y poniéndolos a salvo. 

Las últimas acciones de este malogrado asedio tuvieron lugar en la villa de Wateringen, al sur de La Haya, donde los rebeldes acababan de hacerse con una posición defendida por muy poca tropa, apenas una treintena de hombres. Éste enclave era de vital importancia para cubrir la retirada de los españoles, por lo que Valdés envió un destacamento con algo más de 150 hombres bajo el mando del capitán Palomino, quien a su vez era asistido por el valiente alférez Luis Pimentel. La posición estaba defendida por más de 300 rebeldes, y se encontraba completamente anegada, lo cual no impidió a que los españoles se lanzaran al ataque sorteando barro y agua a partes iguales. En el transcurso de la acción fue herido varias veces el alférez Pimentel, quien siguió al frente de sus tropas hasta que un arcabuzazo le alcanzó en el corazón. Enardecidos por la muerte de su alférez, los soldados españoles se lanzaron con más resolución si cabe a tomar la villa, espoleados también por el ejemplo de su capitán que, al frente de sus fuerzas, no dejó de combatir ni un segundo. 

Tras sufrir cuantiosas bajas, los holandeses decidieron retirarse en sus barcos antes de verse completamente cercados. Muchos no lo consiguieron. Los españoles decidieron quemar la población para evitar que sirviese a los intereses holandeses y poder facilitar la huida del resto de los suyos. El asedio de Leiden había terminado después de varios meses de duros combates. Leiden, que contaba con una población de unos 18.000 hombres tras la expulsión de los extranjeros, contó más de 6.000 habitantes debido al hambre y a las enfermedades, así como más de 1.000 defensores. Las bajas entre las tropas hispánicas no están muy claras, aunque debieron contarse por centenares. Como recompensa a la heroica resistencia de la ciudad, Guillermo ofreció a los habitantes lo que quisieran; su respuesta fue que deseaban tener una universidad, por lo que al año siguiente se comenzó la construcción de la misma, cuyo primer director fue el propio Jan van der Does.

Socorro de Leiden, por Frans Hogenberg

Bibliografía: 

-Historias de las guerras civiles que ha habido en los estados de Flandes desde el año 1559 hasta el de 1609 y las causas de la rebelión de dichos estados (Antonio Carnero)

-Comentarios de lo sucedido en las guerras de los Países Bajos, desde el año 1567 hasta el de 1577 (Bernardino de Mendoza)

-El laberinto de Flandes (Ignacio José Notario López)

-El Gran Duque de Alba (William S. Maltby)

-Historia de D. Fernando, primero del nombre, duque de Alba (Joseph V. Rustant)


4 comentarios:

  1. Increíble trabajo el que nos regalas. Excelentemente documentado y narrado. Mi respeto hacia la labor que realizas destacando este período tan importante en la historia de España. Un placer leerte.
    Saludos.

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    1. Muchas gracias a ti por leerme y por tus amables palabras. Así da gusto. Un saludo.

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  2. el articulo "chulo" pero falta algo la bandera del tercio viejo de zamora

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    1. Muchas gracias por tu comentario. En cuanto al Tercio de Zamora, sus orígenes datan de 1580, cuando se levanta un tercio en la provincia de Zamora principalmente, y cuyo maestre de campo es Francisco de Bobadilla, pero en ninguna fuente primaria he encontrado que se le denominara Tercio de Zamora. Esto se atribuye al conde de Clonard, en el siglo XIX, pero en los últimos tiempos hay abundante documentación que desacredita a Clonard.

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