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La Batalla de Ruvo


El 23 de febrero de 1503 las tropas españolas de Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán , tomaban al asalto la plaza de Ruvo, defendida por una guarnición francesa bajo el mando de Jaques de Chabannes, señor de La Palisse.

En el marco de las Guerras Italianas, el Tratado de Granada entre los Reyes Católicos y el monarca francés había hecho repartirse el centro y sur de Italia; Nápoles quedó bajo el dominio francés, mientras que Sicilia quedaba en manos de España. Pero pronto surgieron las discrepancias en la interpretación de los términos del acuerdo y el monarca francés, Luis XII, no dudó en invadir las posesiones italianas españolas para colmar sus ambiciones expansionistas a mediados de 1502.

Los franceses, aprovechando la sorpresa y su gran superioridad numérica, avanzaron hacia el sur de la península itálica y cercaron a las tropas españolas del Gran Capitán en la villa de Barletta. Allí se atrincheró el brillante militar español durante el invierno de 1502-1503, permitiendo tan solo un singular combate, para guardar el honor de los españoles, entre 11 de sus jinetes y 11 franceses, en lo que se conoció como el Desafío de Barletta. 

A comienzos de 1503 los hombres de Fernández de Córdoba recuperaron la iniciativa gracias a la llegada de nuevos soldados bajo el mando de Luis Portocarrero por el sur, mientras que el almirante Juan de Lezcano, capitán general de la armada, derrotaba con sus galeras el 13 de febrero a la armada francesa de Pregent de Pidoux en Otranto, pudiendo así meter en un socorro de 2.000 lansquenetes alemanes y numerosas provisiones y municiones. Con estas tropas el Gran Capitán estaba ya preparado para plantar cara a las tropas francesas del duque de Nemours.

De esta forma a los pocos días se lanzaba al ataque. Su primer objetivo fue aprovechar el descontento de los habitantes de la villa de Castellaneta, que estaban hartos de los abusos y desmanes cometidos por las tropas francesas. Fernández de Córdoba, previamente concertado con los dirigentes italianos de la villa, mandó a Pedro Navarro y a Luis de Herrera partir desde Tarento con sus hombres para apoyar la revuelta de Castellaneta, tomando la ciudad sin apenas resistencia.

Enterado de los sucesos de Castellaneta, Luis de Armagnac, duque de Nemours, preparó su ejército y partió a toda prisa desde Canosa di Puglia, a unos 100 kilómetros de allí, dispuesto a solventar la revuelta y recuperar la plaza. El Gran Capitán, consciente de la jugada del duque francés, movió sus fichas y decidió partir inmediatamente y en plena noche desde Barletta en dirección sur hacia la plaza de Ruvo, que en ese momento contaba con una guarnición de apenas 800 hombres.

Ruvo era una villa situada en un enclave estratégico de la Apulia italiana, al sur del golfo de Manfredonia. Gonzalo Fernández de Córdoba recorrió durante la noche los 25 kilómetros que separaban Barletta de Ruvo. Por su parte Luis de Armagnac marchaba con buen paso al frente de su ejército hacia Castellaneta, ignorante del movimiento de las fuerzas españolas las cuales se plantaron ante los muros de Ruvo al amanecer del día 23 de febrero.

El Gran Capitán disponía de 3.000 infantes y unos 900 caballos. Con sus capitanes Diego García de Paredes, Pedro de Paz, Diego de Vera, Pedro Pizarro y Diego de Mendoza, así como los condotieros Próspero y Fabrizio Colonna puso sitio a la plaza de inmediato y se dispuso a derribar sus muros con sus 4 cañones y 7 falconetes. La artillería española empezó su trabajo y en apenas unas pocas horas consiguió batir las defensas y abrir una brecha en las murallas de Ruvo.

A partir de ahí mandó cargar a sus hombres, entrando Diego de Vera con unas decenas de hombres en la ciudad, pero siendo rechazado por los defensores franceses. Un segundo asalto, más masivo, quebró la defensa de los hombres del señor de La Palisse y, tras casi 7 horas de durísimos combates casi todos yacían muertos o apresados, salvo unos pocos infantes franceses y saboyanos que lograron refugiarse en el castillo de la villa, pero tampoco pudieron resistir mucho más tiempo, rindiéndose finalmente ante el empuje español.

El señor de la Palisse luchó valerosamente incluso habiendo sido herido varias veces en los combates. El ejército español apenas perdió unas decenas de hombres y acabó con cerca de 200 soldados enemigos y rindió a otros 600. Además se hizo con 1.000 caballos que se encontraban en la villa con los que reforzó sobremanera su caballería. La población local fue tratada respetuosamente, no dejando Fernández de Córdoba que se cometiera desmán alguno contra ella.

Esa misma noche ordenó regresar a Barletta a sus hombres junto con los prisioneros franceses, incluidos algunos importantes nobles por los que esperaba obtener el pago de un buen rescate. Enterado el duque de Nemours de aquel ataque se volvió con su ejército a toda prisa hacia Ruvo, abandonando el ataque a Castellaneta, pero a su llegada se encontró la bandera de los Reyes Católicos ondeando en lo alto de la torre del castillo de la villa.

Luis de Armagnac no podía salir de su asombro y se tuvo que resignar ante la superior estrategia de su contrincante español. Por su parte los tiempos de estar a la defensiva habían llegado a su fin. Fernández de Córdoba había recuperado la iniciativa y además contaba ahora con los 2.000 lansquenetes alemanes enviados por el emperador Maximiliano, así como una fuerza de 3.000 soldados al mando del capitán Fernando de Andrade que había desembarcado en el sur de la península, en Regio Calabria.

Diego García de Paredes, por Juan Shorquens

Diego de Mendoza
Pedro Navarro

Jacques de Chabannes, señor de la Palisse, por André Thevet



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