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Batalla de Cartagena de Indias


El 20 de mayo del año 1741 las últimas tropas británicas abandonaban en sus buques las aguas de Cartagena de Indias, la plaza más importante de la España de ultramar, tras ser ampliamente derrotadas por el ejército español bajo el mando del general Blas de Lezo.  

Esta batalla se produjo en el marco de la Guerra del Asiento, conflicto acaecido tras la captura del navío pirata inglés de Robert Jenkins, por parte del capitán León de Fandiño. El capitán español, inflexible con la piratería, le cortó la oreja al inglés y le mandó con un recado para el rey Jorge II de Inglaterra: "Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve". El ofendido pirata realizó dicha declaración ante la Cámara de los Comunes, lo que provocó la ruptura de hostilidades con la España de Felipe V. 

Llevaban tiempo los ingleses tratando de medir el potencial del decadente imperio español y arrebatarle sus plazas de ultramar. Tras la declaración de guerra tomaron a la sorpresa Portobelo, en Panamá. Acto seguido pusieron sus ojos en Cartagena de Indias, fundada por Pedro de Heredia en 1533, joya de la corona española, y puerto más importante de la América del momento.

Los ingleses no escatimaron gastos ni esfuerzos. Para tal empresa iban a emplear la mayor flota naval que jamás habían reunido: 195 buques entre los que se contaban 8 navíos de 3 puentes, 28 navíos de línea y más de una docena de fragatas, con un potencial de fuego de más de 3.000 cañones y un ejército de unos 30.000 hombres, entre los que se encontraban 9.000 soldados ingleses, 2.000 macheteros negros y cerca de 4.000 colonos del norte de América dirigidos por el hermano del futuro líder de la independencia norteamericana, George Washington. 

Para mandar aquella imponente fuerza se eligió al almirante Edward Vernon, un veterano de la Guerra de Sucesión Española, y que conocía muy bien las aguas del Caribe, ya que había sido comodoro de Port Royal, en Jamaica. Vernon ya había sido ascendido a la categoría de héroe nacional tras la toma de Portobelo en 1740, por lo que nadie tenía dudas en Inglaterra sobre el éxito de la misión.

Por su parte, para defender la plaza, los españoles apenas contaban con 2.800 soldados, 500 arqueros indígenas y unos 1.500 voluntarios civiles. A esto había que añadirle 6 buques de guerra. los navíos "Galicia", insignia de Blas de Lezo, "Dragón", "Conquistador", "San Felipe", "San Carlos" y "África", y casi un millar de cañones repartidos entre los distintos fortines y castillos de Cartagena de Indias. Todo ello estaba puesto bajo el mando del veterano general español.

Éste era natural de Pasajes, en Guipúzcoa, y con apenas 12 años se embarcó en la armada francesa, aliada española por la parte borbónica en la Guerra de Sucesión. En la batalla de Vélez-Málaga se destacó ejemplarmente y perdió una pierna, teniéndosela que amputar sin anestesia. Ascendió a alférez y luego tras recuperarse, decidió seguir enrolado en la marina.

En la batalla de Tolón perdió el ojo izquierdo. Asedió Barcelona y tomó Mallorca en 1715, que seguía leal a la casa de Austria. Un año después fue enviado a La Habana para combatir la piratería que había en aquellas aguas, algo que hizo con suma efectividad. Para 1725 se había casado con una limeña y, tras desavenencias con el virrey, regresó a España para hacerse cargo de la flota del Mediterráneo. En 1737 regresaba de nuevo a América con los navíos "Fuerte" y "Conquistador", habiendo sido nombrado comandante general de Cartagena de Indias.

Ahora Blas de Lezo, que había sido avisado de las intenciones inglesas gracias a los espías que España mantenía en Londres, disponía de tiempo para preparar la defensa con un número muy inferior de tropas y medios. Pero el general español, veterano de muchas guerras, preparó a conciencia el terreno. Se reforzaron los fuertes de San Juan, Santa Clara y Santa Catalina, las cortinas de las murallas que iban desde el Reducto hasta el castillo de San Felipe y se reconstruyó el castillo de San Luis de Bocachica.

A la bahía de Cartagena de Indias tan solo se podía acceder por 2 estrechos: el de Bocachica, donde colocó 4 de sus buques, y el estrecho de Bocagrande, donde dejó los otros 2 de los que disponía con órdenes de ser hundidos para bloquear el paso, en caso de verse superados. Entre medias de ambos estaba la isla de Tierrabomba, donde se encontraban las batería de la Chamba, Santiago y San Felipe.

El 13 de marzo llegaron noticias, a través de una balandra francesa enviada por el general Leogan, advirtiendo de la presencia de más de un centenar de buques ingleses, y el día 15 asomaron por el horizonte las primeras velas inglesas mientras los españoles se aprestaban a terminar sus preparativos, no saliendo de su asombro el gobernador Sebastián Eslava, que desde su llegada a la plaza en 1740 siempre había creído que los ingleses atacarían La Habana.

Al frente de la flota iban el "Russel", de 3 puentes y 80 cañones y mandado por el capitán Charles Ogle, y el "Torbay", con idéntico número de cañones y con el general Thomas Wentworth, que había sustituido al general Carthcart, muerto en diciembre, como jefe de las fuerzas terrestres.

El día 19 de marzo, una vez que Vernon hubo calibrado las fuerzas españolas y reunido y organizado su flota, ordenó el ataque. Primero mandó 15 buques a tratar de irrumpir en la bahía y acabar con las batería españolas de los fuertes de San Felipe y Santiago, bajo el mando de Lorenzo de Alderete. El "Princess Amelia", navío de 80 cañones mandado por el comodoro Hemmington, comenzó el bombardeo sobre la batería de la Chamba, que quedó destruida antes de que los españoles pudieran siquiera utilizarla.

Al día siguiente le tocó el turno a la batería de Santiago. Esta vez era el "Russel" quien se situaba al frente de la misión de bombardeo, acompañado de otros 8 navíos más. Alderete, tras 4 horas de combate y causar severos daños al "Norfolk", al "Shrewsbury" y al propio "Russel",  juzgó imposible mantener la posición y se replegó con sus hombres al castillo de San Luis. Los defensores de la batería de San Felipe harían lo propio ante el inminente desembarco inglés y la incapacidad de defensa en esas condiciones.

De este modo los ingleses pudieron comenzar el desembarco de las fuerzas del general Wentworth que duró 3 días. Mientras esto sucedía, Vernon ordenó el cañoneo sobre San Luis de Bocachica, pero la resistencia española no mermaba, por lo que mandó al comodoro Richard Lestock, con varios de sus buques, para bombardear a costa distancia el castillo.

La sorpresa fue mayúscula cuando, además del fuego recibido desde el propio castillo, los ingleses fueron cañoneados desde la batería de San José y desde los 4 navíos españoles situados en la bahía de Bocachica. Éstos eran el "Galicia", el "África", el "San Carlos" y el "San Felipe". El resultado fue la pronta retirada de Lestock con 3 de sus buques seriamente dañados.

Lo que debía ser un paseo militar empezaba a convertirse en una pesadilla para los ingleses. El 24 de marzo Vernon convocó un consejo de guerra para planificar la estrategia. Atacaron la baterías de Varadero y Punta Abanicos, en la isla de Barú, pero no las ocuparon. Mientras esto sucedía, los ingleses avanzaban lentamente en la construcción de una batería en Tierra Bomba desde donde batir el castillo de San Luis. Para el día 28 ya la tenían lista. De nada sirvieron los intentos españoles de asaltarla por tierra, pues el ingeniero jefe Jonas Moore, se había empleado a fondo en sus defensas.

Desde el día 2 de abril los ingleses batieron el castillo desde su batería, con 20 cañones de 24 libras y 40 morteros, auxiliados por los navíos de Vernon. El día 4, en uno de los rutinarios bombardeos británicos, una bala entró en el camarote del capitán del "Galicia", donde se encontraban Blas de Lezo, que resultó herido por astillas en el muslo, y el virrey Eslava, con heridas de menor consideración.

San Luis estaba completamente rodeado y la única salida de la guarnición se tenía que efectuar por mar. En la noche del 4 al 5 de abril, tras un potente bombardeo, los ingleses abrieron brecha en las murallas del castillo, penetrando en él. La bahía de Bocachica era suya. La retirada fue penosa, y las órdenes para hundir los buques situados en el estrecho no pudieron ejecutarse completamente. Tan solo el "San Carlos" pudo ser hundido según lo proyectado, mientras que el "San Felipe" y el "África" se quemaron. Para colmo, el "Galicia"  fue asaltado por varias lanchas con infantes de marina británicos, evitando el inmediato barrenado del buque.

Los ingleses habían perdido en estos combates unos 1.500 hombres y habían disparado cerca de 18.000 proyectiles y 6.000 bombas. Vernon no cabía en sí de gozo, y en medio del júbilo general, se aprestó a enviar a la fragata "Spence" rumbo a Inglaterra con la nueva de la pronta y segura caída de Cartagena de Indias, la cual llegó a la isla el 17 de mayo.

Varios días estuvieron reagrupando sus fuerzas los ingleses, mientras que los exhaustos españoles trataban de recuperarse y planificar la defensa. El virrey Eslava resolvió hundir los 2 buques que se encontraban en Bocagrande, el "Dragón" y el "Conquistador", a la par que abandonar el castillo de Santa Cruz. Lezo lo consideró un despropósito, ya que los españoles no rendían nada sin luchar, y además se perdían las preciadas bocas de fuego de los navíos. Dejó escrito en su diario que el virrey "ha conseguido la ruina de estos navíos tirando a la marina de que se ha declarado enemigo capital y de los más opuestos a ella".

El 11 de abril los ingleses ocuparon el abandonado castillo de Santa Cruz y el 12 el fuerte de Manzanillo. Los ingleses ya habían penetrado en la bahía de Cartagena y el 13 de abril empezaron a bombardear la ciudad. Para el 16 de abril, el general Wentworth ordenó al general William Blakeney, que tomase una posición situada a unos 3 kilómetros de la ciudad de Cartagena. La resistencia española convenció a Wentworth de la necesidad de fortificarse y reforzar sus posiciones de tierra, mientras las discrepancias con Vernon iban en aumento.

El 16 de abril los voluntarios americanos lograron hacerse con el convento de la Popa, que había sido previamente abandonado por los españoles. Ahora los británicos se encontraban a tan solo 1 kilómetro del castillo de San Felipe, en el cerro de San Lázaro, y decidieron jugarse el todo por el todo, tras un nuevo consejo de guerra el 19 de ese mes, en el que se resolvió atacar al día siguiente el último baluarte español en Cartagena de Indias.

El día 20 los británicos dividieron sus fuerzas en 2 cuerpos de infantería. Por la ladera este del cerro de San Lázaro atacaría el cuerpo comandado por el coronel John Wynyard, mientras que desde el norte cargaría el coronel John Grant. Lezo, que había reforzado las defensas del castillo durante los días en que los británicos se reagrupaban, ya había advertido el ataque enemigo.

Los hombres de Wynyard, tras pasar un calvario sorteando el fuego, los taludes y las trincheras españolas, se plantaron ante los muros de San Felipe y se llevaron una desagradable sorpresa: las escalas que portaban no eran suficientemente elevadas, gracias al foso frente a los muros ordenado por Lezo. El fuego de artillería y la tenaz resistencia española pusieron en fuga a las fuerzas inglesas.

Grant no corrió mejor suerte y vio perecer en el intento de asalto a muchos de sus hombres, acabando el propio coronel muerto. Según cuenta Gonzalo Quintero Saravia en su libro "Don Blas de Lezo", las últimas palabras del coronel Grant fueron "el general debe ahorcar a los guías y el rey debe ahorcar al general".

Para terminar de empeorar las cosas para el enemigo, Lezo ordenó una carga justo antes del amanecer; unos 300 españoles cargaron con sus bayonetas contra los ingleses, que presa del pánico huyeron a la desesperada hacia sus barcos, pereciendo muchos en el intento. Vernon comprendió en aquel instante que ni con toda aquella fuerza, todos aquellos buques, artillería y hombres podría doblegar Cartagena jamás. Al menos mientras las defensas de aquella plaza las comandase Blas de Lezo.

Más de 2 semanas tardaron los ingleses en hacer todos los preparativos para partir, en las que tuvieron tiempo de demoler las fortificaciones que estaban bajo su poder y cañonear unos días más la ciudad, hasta el día 27. Tuvieron que hundir 41 naves ante la falta de hombres para gobernarlas. El balance de la batalla fue desolador para los súbditos del rey Jorge: 50 buques y 1.500 cañones perdidos, más de 4.500 muertos y unos de 6.000 heridos. Toda una tragedia.

Lo más humillante para los ingleses vendría tras las noticias de la derrota de Vernon en Cartagena. El rey Jorge prohibió, bajo pena de prisión, que se hablara de aquel suceso, que sería enterrado por los historiadores británicos durante décadas. También mandó retirar de circulación las monedas no oficiales acuñadas en honor a la supuesta victoria inglesa. En algunas de esas monedas se podía ver al almirante Vernon recibiendo la espada de un Lezo arrodillado junto a él, con la leyenda: "El orgullo de España humillado por el almirante Vernon".

Vernon deambuló por el Caribe, desde su base en Jamaica, tratando por todos los medios de obtener una victoria que compensase tal desastre, pero en septiembre de 1742 recibió un despacho de la fragata "Gibraltar", ordenándole volver inmediatamente a Inglaterra, llegando allí el 14 de enero de 1743. Desde ese momento iniciaría una incesable campaña para limpiar su nombre, la cual sería continuada por su sobrino a su muerte, quien consiguió que se erigiera un monumento a él en la Abadía de Westminster con la leyenda "Sometió Chagres y en Cartagena conquistó la victoria hasta el punto en que la fuerza naval puede llegar". Hasta ese punto llegó la indignidad inglesa.

Los españoles contaron 600 muertos y unos 1.200 heridos. Lo peor era el estado en que habían quedado las defensas de la plaza española, ya que los ingleses habían destruido a conciencia durante su retirada todo fuerte o castillo tras de ellos. Lezo escribiría en su diario: "no quedan ya ningunos en este puerto; pero al mismo tiempo que quedamos libres de estos inconvenientes quedamos expuestos a que puedan acaecer respecto que desde el día 27 que cesó el último fuego de los enemigos, cesaron también los trabajos y reparos de dentro y fuera de la ciudad, y se han despedido a los trabajadores quedando esto en el mismo estado con poca diferencia que lo estaba en el mes de marzo".

La relación con el virrey Eslava era insostenible, y le acusaba abiertamente de falta de diligencia en la preparación defensiva ante un posible nuevo ataque. A su vez, Eslava usaba todos los medios a su alcance para erigirse como el máximo artífice de la victoria y el obispo de Cartagena le echó una mano enviando una carta a la Corona en la que atribuía el mérito exclusivamente al virrey. Eslava llegó a pedir que se le destituyese del cargo de Comandante del Apostadero, como así sucedió, ordenándole regresar a España.

No se materializaría tal afrenta ya que el 7 de septiembre de 1741 Blas de Lezo y Olavarrieta moriría en su casa. No había podido resistir las heridas de guerra sufridas ni quizás, las que suponían el olvido y la desconsideración hacia su persona. Como otros tantos héroes de la historia de España, Blas de Lezo fue denostado en vida y en muerte. No recibió honores militares en su entierro. Es más, ni siquiera se conoce el lugar exacto donde fue enterrado. Ni Felipe V ni Fernando VI tuvieron la decencia de honrar su memoria. Solo Carlos III, ya en 1760, dignificó la figura del general vasco otorgándole a su hijo el marquesado de Ovieco.

Con esta victoria España lograría mantener durante 70 años más su imperio en América. Además, manteniendo sus plazas en el Caribe conseguiría jugar un papel decisivo contra Inglaterra en la Guerra de Independencia Americana, gracias a las hábiles maniobras y extraordinaria labor de Bernardo de Gálvez, el héroe de Pensacola. 

Blas de Lezo. Museo Naval

Batalla de Cartagena de Indias. Luis Fernández Gordillo
Edward Vernon. Thomas Gainsborough
Virrey Sebastián Eslava
Moneda de Vernon y Lezo acuñada por los ingleses

Batalla de Cartagena. Mapa de Paco Domingo





















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