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De la Paz de Niza a la Paz de Crépy: el asedio de Saint-Dizier


El 8 de julio de 1544 las tropas imperiales de Carlos V, bajo el mando del virrey de Sicilia, Ferrante Gonzaga, iniciaban el asedio de la importante plaza francesa de Saint-Dizier, que acabaría siendo tomada tras más de un mes de duros combates. 

La Paz de Niza de 1538 había paralizado las hostilidades entre España y Francia, al menos por el momento. Carlos ansiaba la paz con Francisco I, y le propuso casar a su hija María con el segundo hijo del rey francés, el duque de Orleans, entregándoles los Países Bajos. Pero la ambición de Francisco no conocía límites y no cedió a las pretensiones del emperador, empezando negociaciones secretas con los protestantes y los turcos para romper la paz firmada. 

Aprovechando el desastre español de la jornada de Argel el año anterior, Francia se lanzó en enero de 1542 a ocupar Stenay, un estratégico enclave de la región de Verdún y un formidable paso sobre el Mosa. Por si no fuera bastante, el 12 de julio proclamó la ruptura de la paz y comenzó con el asedio de Perpiñán.

La defensa de España quedaba al cargo de Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba, nombrado recientemente capitán general y mayordomo mayor del emperador. Para defender los territorios de Milán, la gran ambición de Francisco, se encontraba el marqués del Vasto y sus temibles Tercios, mientras que los intereses españoles en Flandes quedaban protegidos por Guillermo de Orange. 

Los franceses presentaron un poderoso contingente formado por unos 40.000 soldados y 4.000 jinetes bajo el mando del Delfín francés y Claude D'Anneboult, mariscal del reino, que sitió Perpiñán el 31 de agosto. 40 días duró el asedio, que acabó con el abandono del mismo por parte de los franceses, los cuales contaron sus pérdidas por miles, tras la defensa de la plaza y el acoso constante de las tropas del duque de Alba.

En el frente de Flandes los imperiales estuvieron a punto de desmoronarse. Amberes resistió gracias a la colaboración desesperada de la población en la defensa de sus murallas. Lovaina se salvó en gran parte por la movilización de sus estudiantes, y Luxemburgo no fue tomada únicamente gracias a la inexplicable retirada de las fuerzas francesas y protestantes en el último momento, quizás superadas por sus graves problemas logísticos. 

Carlos tardó en reaccionar pero lo hizo de manera enérgica y sensata; firmó un tratado con la Inglaterra de Enrique VIII el 11 de febrero de 1543, y el 22 de mayo los ingleses declaraban la guerra a Francia. Carlos logró reunir un ejército compuesto por 16.000 infantes alemanes, 5.000 españoles, y unos 4.000 italianos, incluyendo casi un millar de jinetes ligeros. Además sumó otros 10.000 soldados procedentes de Flandes. 

El emperador decidió cargar contra el aliado más débil del rey francés: el duque de Clèves. A finales de agosto tomó la plaza de Duren, considerada inexpugnable en aquella época. A ésta le siguieron las plazas de Jülich, Roermond, Güeldres y Straelen, que se rindieron al paso de las tropas del emperador. Carlos decidió ser magnánimo con el duque, tomando únicamente Güeldres y Zutphen, que pasarían a formar parte de los Países Bajos. 

La rápida victoria sobre Cléves y la toma de Luxemburgo por las tropas de Francisco, llevaron a Carlos a intervenir contra Francia, aunque la proximidad del invierno haría que se detuvieran las operaciones por el momento. 

Una nueva amenaza surgió en el Mediterráneo: los otomanos. Éstos pusieron sitio a la ciudad de Niza, que consiguió resistir heroicamente tras un infernal bombardeo que redujo la ciudadela a escombros. Las noticias de la llegada de un ejército de socorro a cargo del marqués del Vasto, hizo que el Turco corriera a ponerse a salvo en la plaza de Tolón, donde se refugió durante el invierno hasta que unos meses después, su alianza con Francia se rompiese, volviendo a Constantinopla en mayo de 1544. 

Carlos aprovechó el invierno para reunir un ejército aún mayor y diseñar un plan que permitiese tomar París, atacando el emperador desde el este, mientras que los ingleses lo harían desde el norte. En Metz se reunieron los imperiales. 7.000 soldados de los Tercios, 8.000 infantes alemanes, unos 6.000 holandeses y 3.000 italianos. Su caballería ascendía a casi 7.000 jinetes alemanes e italianos, y a estas fuerzas había que sumarle 60 piezas de artillería.

Si bien la idea era llegar lo antes posible a París, Carlos consideró imprescindible no dejar plazas fuertes atrás en su avance, algo muy típico en él, por lo que resolvió sitiar la de Saint-Dizier. Por su parte las fuerzas inglesas, que contaban con cerca de 35.000 soldados bajo el mando de los duques de Norfolk y Suffolk, avanzaron desde Flandes y se enfrascaron en improductivos asedios, perdiendo la ventaja de la sorpresa. 

Saint-Dizier fue sitiada el 8 de julio. La ciudad contaba con poderosos muros y una buena guarnición para defenderlos, a cuyo frente estaba el conde de Sancerre. Ferrante Gonzaga, con sus ejércitos traídos de Italia, se puso manos a la obra y empezó con los trabajos de excavación de trincheras y túneles para colocar minas, mientras sometía a la villa a un intenso bombardeo. 

El principal problema para el virrey de Sicilia provenía de la vecina ciudad de Vitry, desde donde se mandaban incursiones contra las tropas españolas de Gonzaga y también los vitales suministros que necesitaba Saint-Dizier para resistir. Los españoles tuvieron que bregar contra el fuego de la plaza y los constantes ataques franceses en su retaguardia, además de contra alguna que otra salida de tropas francesas de la villa sitiada.

A esta eventualidad le puso fin la llegada de Carlos con su ejército, que se encargó de tomar la villa de Vitry el 24 de julio, dejando de esta manera a Saint-Dizier sola ante un ejército demasiado poderoso hasta para sus sólidos muros. Las salidas francesas cesaron, de la misma manera que los necesarios suministros, por lo que los imperiales pudieron seguir bombardeando la ciudad a su antojo. 

Finalmente, y tras 41 días de asedio, la plaza se rendía el 17 de agosto, tras haber aceptado una prórroga de 8 días por si aparecían fuerzas francesas que pudieran socorrerla, algo que obviamente no sucedió. Ahora Carlos tenía el control de la parte central del Marne y del Mosa, aunque el tiempo perdido en tomar esta posición había permitido a Francisco reclutar tropas de todos los rincones de Francia y organizar las defensas de París. El emperador decidió marchar sobre la Champaña, ante las dificultades que presentaba una invasión de la capital gala. 

Finalmente el 11 de septiembre, ante la ausencia del ejército inglés, que estaba ocupado en el asedio de Boulogne-Sur-Mer, Carlos decidió retirarse. El 18 de septiembre, los agotados reyes firmaban la Paz de Crépy, volviendo a la situación establecida en la Paz de Niza. Saint-Dizier había supuesto una gran victoria militar, pero se mostró no solo inútil, sino contraproducente para los intereses del emperador, que veía cómo se le escapaba nuevamente la posibilidad de doblegar por completo a su eterno enemigo. 

Monumento a la defensa de Saint-Dizier

Ferrante Gonzaga, virrey de Sicilia

Carlos V

Fernando Álvarez de Toledo, III duque de Alba

Francisco I, rey de Francia


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