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Batalla de Pavía


El 24 de febrero de 1525 las tropas imperiales de Carlos V aplastaban a los ejércitos del rey francés, Francisco I, en la batalla de Pavía, la cual sería la tumba de buena parte de la nobleza francesa de aquella época.

En el contexto de las Guerras Italianas, España y Francia se medían en un conflicto por decidir cuál era la potencia dominante en Europa. Francisco I, que había perdido la carrera por el trono al Sacro Imperio contra el monarca español Carlos I, se lanzó a la invasión de Navarra a comienzos de octubre de 1521, mientras que en noviembre del mismo año el ejército español entraba en Milán y provocaba la huida de las tropas francesas de la ciudad, quedando como último reducto el castillo de la ciudad, al que Antonio de Leyva y el marqués de Pescara pusieron asedio de inmediato con tropas alemanas. 

A pesar de ello, el rey galo no se dio por vencido y se lanzó contra el Milanesado nuevamente, amenazando Pavía y Monza hasta que, el 27 de abril de 1522 los españoles lograron una de las victorias más espectaculares, increíbles y fáciles de la historia en la Batalla de Bicoca. España seguía imponiendo su hegemonía en Europa gracias a la visión estratégica del propio monarca, que además contaba con los mejores mandos militares del momento. Hombres como Próspero Colonna, el marqués del Vasto o el de Pescara, Carlos de Lannoy o Antonio de Leyva, constituían la élite de los ejércitos de toda Europa. 

Batalla de Lizard Point


El 18 de febrero de 1637 tenía lugar el combate naval de Lizard Point, entre una escuadra española comandada por Miguel de la Horna y una fuerza holandesa que daba cobertura a un convoy angloholandés compuesto por 44 buques.

La Guerra de los 80 años daba sus últimos coletazos. España, asfixiada económicamente e inmersa también en la fase final de la Guerra de los 30 años, que la enfrentaba directamente con la Francia de Richelieu, aún seguía siendo la primera potencia en Europa y sus ejércitos, cada vez más exiguos, constituían todavía una temible fuerza.

La Armada no era ajena a esto. La del Mar Océano contaba con un total de 49 galeones para cubrir toda la ruta de América, número inferior a con los que contaban los franceses y holandeses, pero los marinos españoles eran los mejores de su época y además, para contrarrestar la diferencia numérica, se fomentó la práctica del corso, que dio muy buenos resultados en los últimos años de esa década.