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Batalla de Lizard Point


El 18 de febrero de 1637 tenía lugar el combate naval de Lizard Point, entre una escuadra española comandada por Miguel de la Horna y una fuerza holandesa que daba cobertura a un convoy angloholandés compuesto por 44 buques.

La Guerra de los 80 años daba sus últimos coletazos. España, asfixiada económicamente e inmersa también en la fase final de la Guerra de los 30 años, que la enfrentaba directamente con la Francia de Richelieu, aún seguía siendo la primera potencia en Europa y sus ejércitos, cada vez más exiguos, constituían todavía una temible fuerza.

La Armada no era ajena a esto. La del Mar Océano contaba con un total de 49 galeones para cubrir toda la ruta de América, número inferior a con los que contaban los franceses y holandeses, pero los marinos españoles eran los mejores de su época y además, para contrarrestar la diferencia numérica, se fomentó la práctica del corso, que dio muy buenos resultados en los últimos años de esa década.


Un ejemplo de ello fue la flota de Dunkerke, dirigida por el almirante flamenco Jacob Collaert, un intrépido marino que causó grandes estragos en las aguas holandesas y que acabó muriendo, tras permanecer preso de los protestantes, en la Coruña, poco después de su liberación. El mando de esa flota recayó en Miguel de la Horna, un almirante navarro que había demostrado sobradamente sus galeones como hombre de armas.

En este orden de cosas, el 18 de febrero los españoles levaban anclas y partían desde Dunkerke. La escuadra contaba con 6 galeones y 2 fragatas, bajo el mando del almirante navarro, que contaba con los capitanes españoles Antonio de Anciondo Salvador Rodríguez y Antonio Díaz, y los capitanes flamencos Cornelis Meyne y Marcus van Oben.

El mismo día, en las aguas de Calais, se hicieron con mercante holandés, mientras sorteaban el fuego de la artillería de las baterías terrestres enemigas. Poco después avistaron un convoy. Eran 28 naos holandesas y 16 inglesas. Inglaterra no estaba en esos momentos en guerra contra España, por lo que la escolta que llevaba era solo de origen holandés y estaba formada por 6 grandes galeones de guerra.

En las aguas de Lizard Point, en las costas de Cornualles, el punto más sudoccidental de Inglaterra, Miguel de la Horna mandó dirigirse a toda vela contra el la flota enemiga. Los españoles avanzaron aprovechando el viento sin abrir fuego contra los holandeses hasta encontrarse frente al buque insignia de éstos, al que consiguieron aislar del resto de la fuerza, momento en que los españoles descargaron toda su potencia artillera y mosquetera.

Como se indica por parte de Fernández Duro, "parecía la capitana holandesa un monte por lo alta", pero los españoles no se amilanaron ante semejante buque y desde el galeón de Antonio Díaz se emprendió el abordaje con unos pocos hombres. No pudieron éstos vencer la resistencia holandesa, pero sí capturar la bandera de popa.

Ahora entraba en escena la capitana española, metiendo de la Horna el bauprés de su buque en el barco enemigo, e iniciando un nuevo abordaje que se extendió durante algo más de media hora, con idéntico resultado que en el primero. De la Horna tuvo que retirar su barco ante el potente fuego artillero del buque insignia holandés, dejando varios españoles en su interior.

Pero en ese instante apareció el galeón de Marcus van Oben, aferrándose por la banda contraria al rescate de los soldados españoles y después, tras el intento de Anciondo, fue el buque de Cornelis Meyne quien finalmente rindiese al gigante holandés. De igual forma, los españoles hicieron frente al resto de la escolta holandesa y a los mercantes que iban artillados.

El resultado no pudo ser mejor para la causa española. 3 galeones holandeses fueron hundidos y los 3 restantes resultaron capturados. Así mismo, se hicieron con 14 de los mercantes que componían el convoy, poniendo el resto a la fuga, que aprovechó la caída del sol para ponerse a salvo. Con semejante botín ganado, de la Horna se dirigió inmediatamente a puerto, tras esperar al buque de Anciondo, que había sido dañado en su intento de abordaje de la capitana holandesa.

En el viaje de regreso los españoles consiguieron escapar de una potente flota holandesa dirigida por el almirante Phillips van Dorp, que trataba desesperadamente de cazar a los españoles y vengar la humillante derrota. De la Horna llegó a Dunkerke con los 17 buques capturados, rebosantes de pertrechos, suministros y municiones.

Miguel de la Horna continuó con su brillante carrera, obteniendo grandes victorias en Burdeos o en Mardick, algo que le llevó a obtener el hábito de Santiago en marzo de 1640.



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