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Combates navales de Cabañas
A primeras horas de la mañana del día 31 de agosto de 1638, una flota española bajo el mando de Carlos de Ibarra plantaba cara a su enemigo: al menos 17 buques corsarios holandeses que acechaban en las aguas de Pan de Cabañas, próximas a La Habana.
La actividad corsaria y pirata había estado presente desde los principios del comercio español con América. Primero fueron los franceses, a los que más tarde se unieron ingleses y holandeses. La Corona española ideó un sistema de convoyes y de suministro de información al objeto de proteger el comercio, el cual resultaría como uno de los más notables éxitos logísticos de la historia.
Desde tiempos de Felipe II dos flotas componían los convoyes que partían desde España en dirección a América: la de "Nueva España", cuyo destino final era Verazcruz, y la de "Tierra Firme", que llegaba hasta Valparaíso. El punto de reunión de las flotas solía ser las aguas de La Habana, donde recalaban antes de regresar a España con el preciado cargamento. Los holandeses lo sabían y, desde sus nuevas bases en Pernambuco, armaron una flota de 24 buques comandada por Corneille Joll, un veterano almirante al que le faltaba una pierna y que recibía el apodo de "Pie de palo".
Guerreros: Alejandro Farnesio
El 27 de agosto del año 1545 nacía en Roma Alejandro Farnesio, III duque de Parma, y uno de los más brillantes militares al servicio de España de todos los tiempos.
Alejandro tenía unos antepasados ilustres: era hijo de Octavio Farnesio y Margarita de Austria, hija bastarda de Carlos I y por tanto, Felipe II era su tío. Su bisabuelo fue el papa Pablo III, y recibió el título de III duque de Parma, Plasencia y Castro.
Fue educado primero en Bruselas y después en la corte de Madrid por invitación del rey, donde permaneció hasta 1565, estudiando en Alcalá de Henares con su primo, el infante Carlos, llamado también "El maldito", por una demencia desarrollada a raíz de una caída casi mortal de la que solo se salvó tras una arriesgada trepanación en la cabeza, y su tío y amigo, Juan de Austria, hermanastro del rey Felipe.
Batalla de Alcántara
A las 3 de la mañana del 25 de agosto de 1580, el duque de Alba se despertaba y escuchaba misa. Tan solo unas horas después había logrado una aplastante victoria sobre las tropas portuguesas del prior de Crato, despejando el camino hacia Lisboa y dándole otra corona a Felipe II.
La muerte sin descendencia de Enrique I, rey de Portugal, en enero de 1580, había abierto la sucesión al trono del país vecino. Felipe II, como hijo de Isabel de Portugal y por tanto, nieto del rey Manuel I, reclamaba para sí el trono. A su vez, Antonio, prior de Crato, era hijo ilegítimo del infante Luis de Avís, y por tanto, nieto del rey Manuel I también.
En este orden de acontecimientos, Antonio fue el primero en dar un golpe de efecto autoproclamándose rey de Portugal el 20 de junio de 1580. Felipe no podía aceptar tal afrenta, así que se preparó para invadir el territorio luso. Para ello no dudó en sacar del ostracismo a su mejor general, el duque de Alba, que llevaba un año desterrado en Uceda por la tensa relación que en los últimos años tenía con el rey a causa del comportamiento de su hijo Fadrique.
Guerreros: Sancho de Londoño
Posiblemente nació hacia el año 1515, pero lo que es seguro es que Sancho de Londoño fue el perfecto ejemplo del soldado español; disciplinado, aplicado y valeroso, con innegables dotes para el combate y capaz de progresar de simple piquero a maestre de campo, algo común en los Tercios españoles.
Fue el primogénito de Antonio de Londoño, señor de Hormilla, en La Rioja, y de Ana Martínez de Ariz. Tuvo varios hermanos, destacando entre ellos a Antonio de Londoño, quien luchó en Lombardía, pero poco se sabe de su infancia, salvo que estudió en Alcalá de Henares, de ahí el innegable talento del que hará gala para las letras y las matemáticas.
Entró al servicio de Carlos I en los ejércitos del duque de Alba como piquero, en 1542, entrando en combate en el ducado de Milán contra los franceses, y posteriormente en la frontera entre España y Francia. También participó en el avance español sobre París, forzando a los franceses a pedir la paz. Para 1546 era trasladado a Alemania donde al emperador Carlos le había salido un peligroso enemigo: la Liga Esmalcalda, participando en la campaña del Danubio. En 1547 entró en batalla en Mühlberg, donde los imperiales obtuvieron una brillante victoria y propiciaron un terrible golpe a la Liga.
Batalla de San Quintín
El día 10 de agosto, festividad de San Lorenzo, del año 1557, los ejércitos de Felipe II se enfrentaban con la Francia de Enrique II en la localidad francesa de San Quintín, dando comienzo a una serie de victorias españolas que obligarían al monarca francés a firmar la paz de Cateau-Cambrésis apenas dos años después.
Felipe II había subido al trono de España en el año 1556. En Francia reinaba Enrique II, hijo del belicoso rey Francisco I, que tantas veces había sido derrotado por el rey español Carlos I. Enrique ansiaba las posesiones españolas en Italia, y el papa Paulo IV, consciente de ello y haciendo gala de un odio inusitado hacia los españoles, buscó la alianza con los franceses y posibilitó la entrada de las tropas galas, comandadas por el duque de Guisa, en el Milanesado, viéndose el reino de Nápoles amenazado.
Para infortunio de los franceses, allí se encontraba el duque de Alba con sus tropas españolas y rechazó con firmeza al enemigo. No se detuvo el duque ahí. También contraatacó sobre las fuerzas papales sitiándolas, hecho que le valió la excomunión al rey español. Éste, por su parte, no había perdido el tiempo. Como estaba casado con María Tudor, reina de Inglaterra, consiguió de ella una fuerza de 7.000 soldados bajo las órdenes de lord Pembroke. Además el duque de Éboli, el portugués Rui Gómez de Sylva, había conseguido otros 8.000 soldados más y cuantiosos fondos.
A la caza del convoy británico
Era el 9 de agosto del año 1780 cuando un convoy británico con tropas, materiales y suministros de todo tipo, que avanzaba con destino a Norteamérica y a la India, era atrapado por la flota española de Luis de Córdova, sufriendo los británicos el mayor golpe logístico de toda su historia.
Estaban los británicos inmersos en la Guerra de Independencia norteamericana, un conflicto que se complicó sobremanera con los apoyos de los españoles y franceses a los rebeldes. Las flotas de ambos países podían competir en igualdad de condiciones con la armada británica, en aquel momento la mayor y más poderosa. En 1779 las flota franco-española había azotado las costas de Inglaterra, paralizando la bolsa de Londres, las cosas se complicaban en las colonias americanas, y la expansión en la India exigía de multitud de recursos.
La España de Carlos III, con el conde de Floridablanca al frente, había comenzado una política de fortalecimiento en el panorama mundial, acercando posiciones tanto con Francia como con Portugal. Floridablanca, ministro de exteriores, había tejido una red de espías por la gran mayoría de cortes europeas. De esta manera consiguió una valiosísima información: un gran convoy saldría desde Portsmouth con destino a Norteamérica y a la India. Floridablanca informó de esto a Luis de Córdova, teniente general de la armada, para que comenzase los preparativos de la cacería.
Conquistadores: Colón parte hacia las Indias
El viernes 3 de agosto de 1492 partía del puerto de Palos de la Frontera la expedición dirigida por Cristóbal Colón, compuesta por las carabelas "Pinta" y "Niña" y la nao "Santa María", con la misión de llegar a las Indias a través del Atlántico.
Poco se sabe de los años anteriores a que Cristóbal Colón se presentase en el monasterio andaluz de La Rábida. Se le da por nacido a mediados del siglo XV, probablemente en Génova. Su hijo Hernando dejó escrito que estudió en Pavía, donde Cristóbal aprendió navegación y cosmografía. De esta forma se lanzaría a la mar en los años 70 y en 1476 un naufragio en las costas portuguesas le llevaría hasta la capital de aquel país, donde consiguió trabajo como agente comercial para la casa Centurione de Madeira.
Es en esa época cuando contrae matrimonio con Felipa de Moniz y cuando tiene a su hijo Diego. Como agente comercial viajará a multitud de países y se afianzará como un reputado y experto navegante, y también comenzará a preparar su plan de llegar hasta Cipango a través de occidente. Con esta idea se presentó ante la corte de Portugal, la primera potencia naval del momento. El rey, Juan II, recibió el proyecto y mandó someterlo a la consideración de la Junta de Matemáticos la cual lo rechazó.