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Sitio de Breda


El 5 de junio del año 1625, Justino de Nassau rendía la ciudad de Breda a las tropas españolas del capitán general Ambrosio de Spínola, tras un asedio que se prolongó durante más de 10 meses. 

Tras la tregua de los 12 años, en 1621 se rompían de nuevo las hostilidades entre España y Holanda. Francia e Inglaterra se habían desentendido, al menos momentáneamente, del escenario de los Países Bajos, por lo que los españoles se prepararon a conciencia para hacer frente a la ofensiva en el sur que iban a plantear los holandeses, así que dispusieron tropas y recursos materiales por todos los territorios bajo su control para poder frenarles.

Se encontraba Felipe IV ya en el trono del reino y los españoles, con Ambrosio de Spínola como capitán general del ejército de Flandes, habían tomado la ciudad de Juliers, una plaza estratégica de vital importancia para las comunicaciones entre los rebeldes holandeses y sus aliados protestantes en los territorios alemanes. Ahora Spínola ponía sus ojos en la ciudad de Breda, que era el principal bastión rebelde de la región de Brabante.

Breda se encontraba situada en la confluencia de los ríos Mark y Aa, y era una de las más importantes ciudades del Brabante septentrional, al sur de los grandes ríos. La plaza había sido española hasta que en 1590 la guarnición que la defendía, compuesta por 500 infantes y 100 caballos bajo las órdenes de Paolo Lanzavecchia, la abandonó sin resistencia. Una pequeña fuerza de 70 holandeses e ingleses comandada por Charles de Heraugiere, aprovechó un contacto en el interior de la ciudad para entrar en ésta ocultos en un barco cargado de turba. Tras hacerse con puntos estratégicos de la plaza, el grueso de la fuerza holandesa bajo el mando del conde de Hohenlohe y Mauricio de Nassau, se plantó ante los muros de Breda y Lanzavecchia rindió la ciudad para vergüenza de las autoridades españolas. 

Contaba Breda con un modelo de fortificación magnífico, considerado inexpugnable en aquella época y compuesto nada menos que por 15 bastiones reforzados por revellines, muros bien gruesos reforzados por abundante arena para amortiguar de este modo el impacto de la artillería, así como profundos fosos de aguas que dificultaban sobremanera su asalto, y abundante artillería y munición en sus baluartes. Además en la ciudad había apostados más de 9.000 soldados dirigidos por el gobernador de la ciudad, Justino de Nassau, hermano de Mauricio, príncipe de Orange.

Además de todo esto Breda disponía de cuatro puertas principales que daban acceso a la ciudad. La entrada norte era la propia entrada del castillo de la ciudad, mientras que el resto de puertas estaban situadas en los flancos de los bastiones, protegidas por éstos. La puerta del sur de Breda era la que se conocía como Puerta de Ginneken, la del este era llamada la de Bas, y la oeste era la Puerta de Amberes. Cada puerta disponía de pasos levadizos sobre los profundos fosos para evitar posibles golpes de mano. 

Contaba también con 5 hornabeques de ala paralela, compuestos de dos medios baluartes para reforzar así los flancos más débiles. Todas las defensas exteriores de la ciudad estaban perfectamente cubiertas por el fuego de la artillería y mosquetería de la ciudad. Por si esta magnífica colección de defensas no fuera suficiente, además la ciudad podía recibir socorros de plazas vecinas como Geertruyderberg al norte, y Bergen-op-Zoom al oeste de su posición.

Para llevar a buen puerto tan alta empresa y vencer la resistencia de la ciudad Spínola contaba con 18.000 soldados, cifra que se iría incrementando durante los siguientes meses hasta llegar a tener sobre el terreno más de 35.000 hombres. Pero sobre todo, el capitán general del ejército de Flandes contaba con el ingenio, un gran conocimiento de la teoría militar, y sus grandes dotes para la poliorcética, que tan buen resultado le habían dado en la toma de importantes ciudades como Ostende, Aquisgrán, Rheinberg o Bradevoort. 

Con todo listo, el 21 de julio Ambrosio de Spínola salió de Bruselas al frente de su ejército y el 28 de agosto llegaba a Ginneken, a las afueras de Breda, donde plantó su cuartel general. Spínola no perdió el tiempo y se puso manos a las obra, rodeando la ciudad por sus dos lados más fáciles de tomar, intentando controlar el cauce del río Mark, que atravesaban la ciudad de sur a norte. Comenzó entonces dirigiendo los trabajos de trincheras y fortificaciones para impedir el paso de suministros y que la ciudad pudiera recibir cualquier tipo de ayuda.

La mayor dificultad que tenía en esos momentos el general español era el suelo, demasiado fangoso y además las lluvias del otoño que se avecinaba no auguraban un buen pronóstico. Spínola diseñó un sistema de trincheras en zig zag para poder evitar el alcance de los disparos de la artillería y mover la suya hasta la distancia óptima de disparo, que serían unos 50 metros aproximadamente. Mientras tanto la ciudad sería sometido a un estricto bloqueo para ir minando poco a poco la moral de sus defensores y hacer que la escasez se extendiera hasta el punto de negociar una rendición.

Fortificaciones de Breda. Anna Beeck y Gaspar Bailleau


Spínola estaba copiando en cierta medida el asedio estratégico que puso en marcha Alejandro Farnesio unas décadas antes en los Países Bajos. El marqués de los Balbases tuvo que trabajar a marchas forzadas, pues el socorro holandés podría aparecer en cualquier momento. Esto le llevó a empeñarse personalmente en los trabajos, pico y pala en mano, al igual que el resto de maestres y oficiales. En tan solo 17 días se terminaron unas obras que se componían de dos líneas concéntricas; la primera frente a los muros de la ciudad pero a distancia suficiente para evitar el alcance de la artillería enemiga. La segunda línea quedaba a la espalda de los sitiadores, para protegerles de cualquier fuerza que pudiera acudir al auxilio de la ciudad.

Además estas líneas estaban repletas de trincheras, fosos y hasta 32 fuertes que se extendían regularmente para poder controlar aquella monumental obra que se tardaba más de 5 horas en recorrer a pie. Spínola no cesó en ningún momento de trabajar o de supervisar las obras, dando largo paseos para revisarlas y para dar ánimos a sus hombres, durmiendo muchas veces en los mismos barracones que el resto de sus soldados, lo que incrementaba, como era lógico, la moral del ejército.

La siguiente fase del plan era desviar el curso de las aguas de los ríos de la zona. El primero fue el Mark, sacando las aguas de su cauce para mandarlo contra los muros de la ciudad a la vez que se levantaban dos enormes diques. El siguiente fue el Terheidjen, desviado hasta formarse un lago al norte de Breda y atravesado de norte a sur con un dique que servía de comunicación entre los acuartelamientos de las tropas del barón de Balanzón y el conde de Anholt, y los cuarteles de los italianos de Paolo Baglioni. Estos eran los terrenos de mayor protección, pues estaban más cercanos a los dominios holandeses.

Durante el otoño las tropas españolas se empeñaron notablemente en los combates contra las tropas holandeses que salían de la ciudad para intentar destruir las fortificaciones levantadas por los sitiadores. Los defensores también intentaron cavar túneles y minar las defensas españolas en una lucha sin cuartel entre zapadores e infantes donde llegó a participar el propio general mosquete en mano. Con la llegada del invierno el frío se adueñó de aquellas tierras y las tropas de Spínola empezaron a sufrir lo indecible, puesto que además el alimento comenzó a escasear ya que los campos habían sido abandonados. Pero el asedio continuó firme a pesar de las inclemencias y contratiempos.

Ya en febrero de 1625 los españoles se tendrían que enfrentar a una nueva amenaza. Mauricio había reunido un ejército de 6.000 soldados ingleses bajo las órdenes de Ernesto de Mansfeld y otros 2.000 daneses al mando de Steslaje Vantc, y amagaba con atacar la plaza de Oosterhout, a tan solo 10 kilómetros al norte de Breda. Salió Spínola presto con 1.000 infantes y 500 caballos para reforazar la defensa, pero en realidad Mauricio avanzaba hacia Amberes para tratar de aliviar la presión sobre el frente de Breda. Spínola se percató del movimiento holandés y decidió pasar a la acción antes de que los enemigos pudieran llegar y comenzar el asedio a la vital ciudad.

Una fuerza de apenas 500 hombres salió de Bolduque, en el Brabante septentrional, e interceptó a las tropas danesas. Los españoles se desplegaron en perfecta formación en lo alto de una colina y aguantaron los embates de las fuerzas danesas una y otra vez, causando tantas bajas entre ellas que las poca que quedaron en pie hubieron de retirarse a toda prisa, dejando el cadáver de su comandante sobre el campo de batalla.

Mansfeld tampoco puede vencer la resistencia española, a pesar de haber llegado a Amberes; sus tropas no tenían ni la calidad ni la motivación suficientes para hacerlo y fueron estrepitosamente derrotadas. Las opciones de Breda se redujeron notablemente, más aún con la muerte de Mauricio de Nassau el 23 de abril. El hermano de Mauricio, Federico Enrique llevó un nuevo socorro hasta la villa de Dungen, situada en las proximidades de Oosterhout, pero tampoco pudieron vencer la resistencia de los defensores españoles, quedando a la espera de acontecimientos.

Asedio de Breda. Jacques Callot

Por si fuera poco, a la falta de suministros y el hambre en la ciudad se le unieron la aparición del escorbuto y de la peste, y la situación tornó en desesperada con las lluvias torrenciales de mayo. Justino trató entonces de jugar sus últimas cartas lanzando un ataque sobre las posiciones de las tropas italianas en el río Mark. El ataque estaría comandado por el mercenario ingles Francis Vere, veterano de las Dunas. La noche del 15 de mayo, amparados por la protección de una fuerte tormenta, unos 6.000 soldados salían de Breda. En vanguardia avanzaban una compañías de mosqueteros y cerca de 200 coseletes.

Una vez atravesado el dique y llegados a las posiciones avanzadas de los italianos, los holandeses emprendieron el ataque sobrepasando claramente a los hombres de Baglioni, que al menos pudieron dar la alarma general, movilizándose inmediatamente las fuerzas del sargento mayor Carlo Romá. Destacaron en el lado holandés los granaderos, que causaron estragos en las trincheras italianas, y obligaron a abandonarlas. Los napolitanos de Baglioni tuvieron que atrincherarse en su fortín de 5 baluartes que ofrecía una buena defensa en profundidad, lo cual retrasaba notablemente el avance enemigo.

En el dique de Zevenvergen los holandeses estuvieron a punto de lograr que el asedio se viniera abajo, poniendo en fuga a los defensores italianos. Solo la rápida intervención de Romá y sus hombres salvó la situación, combatiendo a cara de perro en mitad del temporal y en escaso espacio. Se logró detener finalmente el avance holandés y con las primeras luces de la mañana éstos se retiraron al interior de Breda. Muchos de ellos habían muerto en aquella acción, aunque también los italianos perdieron cerca de 400 hombres, incluidos 4 alféreces y 3 capitanes.

Federico Enrique, que había sustituido a Mauricio al mando del ejército rebelde, no veía manera de levantar el asedio por lo que no quería arriesgar su ejército en un enfrentamiento directo con las fuerzas españolas. Trató de hacer llegar un correo a Breda, pero éste era un espía de Spínola y la carta llegó directamente al general. De esta manera se constató la gravísima situación en que se hallaba la ciudad y el miedo que tenía Federico a entablar batalla. Esto lo aprovechó Spínola para enviar un falso correo al estatúder holandés haciéndole creer que se trataba de Justino y que tan solo tenían provisiones para aguantar 11 días más.

Esto hizo que Federico Enrique decidiera finalmente retirarse, pues juzgaba un disparate enfrentarse a los españoles sin el apoyo de las fuerzas de Breda, que estaban extenuadas y al borde del colapso. Justino no tenía más remedio que rendir la ciudad y Spínola le ofreció unas condiciones muy honrosas. No era amigo el general Spínola, al igual que Farnesio, de dejarse arrastrar a los asaltos generales y al saqueo, que tan mala fama habían extendido de los españoles en aquellas tierras. De esta forma Breda se rindió el 3 de junio de 1625.

Las bajas entre los rebeldes sumaron más de 10.000 entre soldados y habitantes muertos o heridos. Justino salió por la puerta de Bois-le-Duc a caballo, acompañado por los cerca de 3.000 hombres que le quedaban. Los defensores salieron con sus armas, acompañados de sus familias y sus pertenencias, con las banderas tendidas y las cajas templadas. Por su parte los españoles sufrieron más de 4.000 bajas y capturaron las 44 piezas de artillería que quedaban en el interior de la ciudad junto con más de 9.000 proyectiles y casi un millar de barriles de pólvora.

Spínola y sus maestres de campo salieron a rendirles honores a los defensores y ambos generales se saludaron a su encuentro, y el resto del ejército español rindió un emotivo homenaje a los defensores de la ciudad como muestra de respeto al valor demostrado. Al poco apareció la gobernadora de los Países Bajos, Isabel Clara Eugenia, con el dinero de las pagas de los soldados, por lo que la celebración de los soldados fue inmensa después de todas las penurias que habían tenido que soportar en aquel interminable asedio de casi 11 meses.

La rendición de la ciudad sería inmortalizada por el genial pintor español Diego Velázquez en su cuadro de "La rendición de Breda " o "Las lanzas", como también se le conoce, pintado entre 1634 y 1635. Velázquez tomó como fuente al propio Spínola, con el que coincidió en un viaje desde Barcelona a Génova en 1629, y la obra del ilustre escritor Calderón de la Barca, "El sitio de Breda", a la que pertenecen estos versos:

"Estos son españoles, ahora puedo
hablar encareciendo estos soldados
y sin temor, pues sufren a pie quedo
con un semblante, bien o mal pagados.

Nunca la sombra vil vieron del miedo
y aunque soberbios son, son reportados.
Todo lo sufren en cualquier asalto.
Sólo no sufren que les hablen alto.

No se ha visto en todo el mundo
tanta nobleza compuesta,
convocada tanta gente,
unida tanta nobleza,
pues puedo decir no hay
un soldado que no sea
por la sangre de las armas
noble. ¿Qué más excelencia?"

Las lanzas. Diego Velázquez

Ambrosio de Spínola

Llegada de Isabel Clara Eugenia a Breda, por Pieter Snayers


El Sitio de Breda, por Calderón de la Barca


Mapa de Breda. Joan Blau. 1624

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