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El Asedio de Orbetello

 

El 14 de junio de 1646 comenzaban los combates navales entre las flotas francesa e hispánica, la cual había acudido al socorro de la plaza de Orbetello, en la costa de la Toscana, que se encontraba bajo asedio de las fuerzas francesas conducidas por el príncipe Tomás Francisco de Saboya. El asedio se prolongaría hasta el 24 de julio, cuando las fuerzas hispánicas del marqués de Torrecuso lograron levantarlo. 

La Guerra franco-española proseguía mientras que la Guerra de los Treinta Años estaba asistiendo a sus últimos compases. Con este contexto, el cardenal Mazarino planificó una operación para hacerse con el control de los Reales Presidios de la Toscana, con la intención de cortar así las comunicaciones entre las posesiones españolas del Estado de Milán y el Reino de Nápoles, dividir a los príncipes italianos y conseguir que el Papa Inocencio X, cuya política era claramente pro española, retirase su apoyo a Felipe IV. 

El plan de Mazarino consistía en enviar una flota que partiría del puerto de Tolón, el más importante puerto francés en el Mediterráneo, con la intención de desembarcar tropas en las cercanías de la plaza de Orbetello, una importante plaza en la provincia de Grosseto, en la Toscana, y en la isla de Elba, al norte del mar Tirreno. De este modo los franceses podrían cortar las comunicaciones de las posesiones españolas en Italia, preparando así el terreno para la ansiada invasión del Reino de Nápoles, y de paso atraerse el apoyo de la Toscana y de Módena.

En este contexto los franceses comenzaron a reunir tropas en Tolón, un total de 8.000 infantes, casi 1.000 caballos, y una veintena de cañones que serían conducidos por el príncipe Tomás Francisco de Saboya, que años atrás había luchado en el bando español, y ahora lo hacía para su sempiterno enemigo. La flota fue puesta bajo el mando de Jean Armand de Maillé, marqués de Brézé, un joven almirante francés cuya carrera estaba en imparable ascenso gracias a algunas victorias notables sobre los españoles en las aguas del cabo de Gata, Cádiz, o de Barcelona. Con todo preparado la flota francesa, compuesta por 36 galeones, 20 galeras y una gran cantidad de embarcaciones menores, zarpó de Tolón llegando el 10 de mayo a la localidad costera de Talamone, a unos 25 kilómetros al norte de Orbetello. 

Tomás Francisco de Saboya no perdió el tiempo y se apresuró a dirigir sus fuerzas hacia el sur una vez que éstas se organizaron. De este modo el 15 de mayo llegaban a las afueras de Orbetello y comenzaban el asedio de la plaza. Orbetello era una plaza sita en un enclave estratégico, un cabo situado en en medio de una especie de laguna formada por dos salientes de tierra que rodeaban la plaza casi completamente al norte, sur y oeste. El brazo de tierra que salía al sur de Orbetello y se extendía hacia el noroeste, estaba dominado por el monte Argentario, situado al oeste frente a la propia ciudad, al norte de este monte estaba el fuerte del puerto de San Stefano, y al sur de este saliente la ciudad estaba protegida por el fuerte de Porto Ercole y el Forte San Filippo. 

La lengua de tierra que protegía la laguna de Orbetello por el norte era el flanco más expuesto, pues no contaba con fortificaciones ni terrenos elevados, aunque justo ahí desemboca el río Albegna, lo cual constituía un obstáculo natural importante. La plaza estaba defendida por Carlo della Gatta, príncipe de Monasterace y castellano de Orbetello, quien contaba para ello con apenas con 200 infantes españoles e italianos. Mientras tanto, Brézé dejó 6 buques al príncipe para que pudiera bombardear los fuertes que protegían Orbetello mientras que él se dirigió a Porto San Stefano para bombardear el fuerte con 6 galeones y 5 galeras y tomar la posición. Carlo della Gatta, que se encontraba dirigiendo la defensa del fuerte, no tuvo más remedio que retroceder y abandonar la delicada posición. 

Desde la llegada de los franceses a las costas de Talamone se había dado aviso y se había preparado un pequeño auxilio de suministros, municiones y unos pocos hombres que llegaban desde Nápoles a bordo de pequeñas embarcaciones y 5 galeras. Este socorro fue interceptado por la flota francesa que bloqueaba la costa, por lo que Gatta tenía muy pocas opciones de resistir. Pero de igual manera las noticias de aquel desembarco habían llegado a España, que estaba armando a toda prisa una flota al mando del conde de Linares, Miguel de Noroña, que era capitán general de galeras del Mediterráneo. La flota de Linares se componía de 12 galeras, y cargaba algo más de 3.300 hombres, partiendo rumbo a Cerdeña con la mayor presteza posible. 

Sitio de Orbetello, por Matthaus Merian

A la altura del cabo Carbonara, en la isla de Cerdeña, se le unieron a Linares 18 galeras de las escuadras de Cerdeña, Sicilia y Nápoles, 14 galeones de la escuadra del Océano, al mando de Francisco Díaz Pimienta, y 8 fragatas y 5 brulotes procedentes de la escuadra de Dunkerque, bajo el mando de José Peeters. Una vez Linares reunió y organizó la flota, partió raudo, llegando a la altura de la isla de Giglio, a unos 25 kilómetros al oeste de Orbetello, el día 12 de junio. Allí se produjo un pequeño choque entre algunas naves españolas y francesas, retirándose éstas últimas para reunirse con el grueso de su flota y advertir de lo que se venía encima. 

Prosiguió la flota hispánica la navegación, llegando a la altura del cabo Argentaro a primera hora del día 14, siendo advertida su presencia por los franceses que se prepararon para la batalla. Brezé, de cara al oete, y contando con el barlovento, formó su flota intercalando galeones y galeras. Ésta, que había recibido de refuerzo una división de galeones de Saint Tropez, contaba para el combate con 36 galeones, 20 galeras y 10 brulotes, y fue organizada en 4 divisiones. El centro, como no podía ser de otra forma, lo mandaba el propio Brézé que iba en la capitana francesa Grand Saint-Louis, mientras que los flancos eran gobernados por el vicealmirante Louis de Focault a bordo de La Lune, y por el contraalmirante Jules de Montigny, a bordo de Le Soleil. En reserva Brézé dejó una división de 6 buques al mando del contraalmirante Montade. 

Con las flotas formadas y todo listo para entrar en combate, el viento se detuvo, debiendo españoles y franceses remolcar sus galeones con las galeras que tenían. Aquí tenía una ligera ventaja Linares, ya que contaba con más galeras. De esta forma, la galera capitana de España remolcó el galeón Capitana, al mando de Francisco Díaz Pimienta, mientras que la capitana de Nápoles, gobernada por el marqués del Vasto, hizo lo propio con el galeón Testa de Oro, y la capitana de Sicilia, del marqués de Bayona, se encargó de remolcar al galeón San Martín, mientras que el resto de galeras hacían lo mismo con los galeones españoles como el León Rojo, el Caballo de Mar, o el imponente Santiago, de 1.200 toneladas y 60 cañones. 

Con todo dispuesto, Linares ordenó a las divisiones de Francisco Díaz Pimienta y de Pablo de Contreras avanzar hasta el centro francés mientras que la división de fragatas de Dunkerque, avanzaría por el flanco izquierdo. Brézé, viendo el movimiento español, trató de alcanzar tierra sin éxito, ya que los buques de Pimienta y de Contreras se le echaron encima. En este momento el Santiago acaparó el protagonismo de los combates arremetiendo contra el Grand Saint-Louis con toda su furia. Los combates que siguieron entre ambos buques fueron tremendos, pero el buque español recibió un impacto que le tumbó el palo mayor, debiendo ir en su auxilio Contreras y Linares. 

Mientras esto ocurría, los franceses lanzaron sus brulotes contra los galeones españoles, debiendo ponerse a buen recaudo éstos, sacando a buena parte de ellos del combate, que se prolongó durante unas cuatro horas. El resultado fue incierto, reclamando ambas fuerzas la victoria. Los españoles habían perdido la fragata Santa Catalina, incendiada por su tripulación para evitar que cayera en manos enemigas, y el Santiago y el Testa de Oro estaban bastante dañados. Los franceses, por su parte, perdieron un brulote, y sufrieron serios daños en sus principales galeones, aunque lo peor fue la pérdida de su almirante. Brézé fue alcanzado de lleno por una bala de cañón, lo que causó la desmoralización de sus hombres.

Ambas flotas se retiraron para realizar las oportunas reparaciones. Los franceses, comandados ahora por el conde de Daugnon, atracaron en Porto Ercole, mientras los españoles hicieron lo propio en la isla de Giglio, aunque Linares, con los barcos que no habían sufrido daños, persiguió a los franceses el día 15 y 16 de junio, aunque no tuvo demasiado éxito. Tras esto, Linares paseó su flota frente al puerto donde se refugiaban los franceses, pero Daugnon no se atrevió a plantar cara. La flota española estuvo al acecho durante varios días hasta que en la madrugada del 23 de junio Daugnon aprovechó el viento favorable y la claridad de la luna para escapar y dirigirse al puerto de Tolón, no sin antes dejar nuevos refuerzos al príncipe saboyano en Talamone. 

De este modo la flota de Linares arribó a Porto Longone el día 23 para realizar reparaciones de emergencia en sus buques y celebrar consejo de guerra, no llegándose a ningún acuerdo sobre cuál era la mejor forma de levantar el sitio de Orbetello. Dos días después llegaron ocho galeones de Nápoles de refuerzo, celebrándose nuevo consejo donde se resolvió, no sin discrepancias, que al día siguiente, 26 de junio, la escuadra de Dunkerque tratase de desembarcar tropas en Talamone, mientras que los ocho galeones napolitanos lo hicieran en San Stefano. Esta última escuadra logró destruir al menos 70 embarcaciones menores, principalmente tartanas y barcazas, que almacenaban buena parte de los víveres y pertrechos de las tropas de Tomás Francisco de Saboya. 

Mapa de Orbetello

Los éxitos en el mar no impedían que la situación en tierra fuera desesperada. Carlo della Gatta escribió al conde de Linares describiendo lo terrible de la situación y la imposibilidad de continuar con la defensa si no recibía refuerzos de manera inmediata. Linares convocó nuevo consejo y envió a Pimienta al frente de los 3.300 infantes para tratar de romper la línea de asedio francesa. Pimienta dividió su fuerza en dos cuerpos, el primero consiguió ocupar una pequeña colina, donde pudo resistir las cargas de la caballería pesada francesa, mientras que el segundo, que iba en vanguardia, no pudo hacer nada en campo abierto contra los ataques de los caballos franceses y, tras unas seis horas de duros combates, y con multitud de bajas, hubo de retirarse y subir a los barcos, dejando muchos heridos en el campo de batalla. 

La situación se complicaba bastante para las fuerzas de socorro y sobre todo para los defensores de Orbetello. El conde de Linares celebró un nuevo consejo donde expuso la imposibilidad de socorrer la plaza, algo a lo que se opusieron firmemente los marqueses de Bayona y del Viso. Esta división se mantuvo durante varios días hasta que llegaron los refuerzos comandados por Gerolamo María Caracciolo, marqués de Torrecuso, y por Rodrigo Ponce de León, duque de Arcos, quienes se pusieron de parte de los marqueses arguyendo que no se podía abandonar a los hombres de della Gatta, que llevaban soportando durante varias semanas lo indecible. 

Mientras tanto, las fuerzas españolas en tierra habían logrado construir una serie de fortificaciones y una línea de trincheras, de este modo fueron recibiendo refuerzos y el fuego de cobertura de las galeras. El conde de Linares resolvió marchar para Barcelona con sus galeras, argumentando que allí se le necesitaba, y dejó a Pimienta a cargo de la fuerza de galeones y al marqués del Viso de las galeras. El marqués de Torrecuso se puso al frente de las fuerzas de tierra y continuó con el avance de sus trincheras en dirección a la línea de asedio francesa. 

Torrecuso y el duque de Arcos planificaron el ataque general para el día 23 de julio, de este modo, a primera hora de la mañana las galeras comenzaron a bombardear las posiciones enemigas mientras el marqués ordenó a las fuerzas abandonar las trincheras y cargar sobre el enemigo. El asalto a las posiciones francesas fue rápido y demoledor, tanto, que deshizo las líneas del príncipe de Saboya, al que no le quedó más remedio que ordenar el abandono del asedio y la retirada inmediata a Talamone. Los franceses se aseguraron de quemar los puentes para retrasar la persecución de las fuerzas hispánicas, pero ni con eso evitaron la catástrofe; 7.000 franceses cayeron presos o muertos en el campo de batalla. 

Por su parte, el príncipe saboyano pudo escapar con lo poco que quedaba de su ejército, reembarcando el 24 de julio con rumbo a Tolón. Ahora la principal misión era reconstruir las defensas de Orbetello, y reforzar la plaza, para lo cual se dejaron hombres y todos los cañones arrebatados a los franceses. Tras esto las diversas escuadras pusieron rumbo a sus puertos de origen. Se había logrado disipar la amenaza francesa pero, igualmente, se había perdido una oportunidad única para acabar con su flota en el Mediterráneo, por lo que el Rey no estaba para nada satisfecho y decidió abrir una investigación para resolver las responsabilidades de cada uno de sus generales. 

Tras conocer el resultado de la investigación el rey ordenó la inmediata destitución y encarcelamiento del conde de Linares, Francisco Díaz de Pimienta, Pablo de Contreras, y los marqueses del Viso y de Bayona. Además, el rey se aseguró de que las desavenencias mostradas por sus generales no pusieran en peligro su voluntad y el buen gobierno de las fuerzas de la Monarquía Española, nombrando a su hijo Juan José de Austria gobernador general de todas las fuerzas navales de la Monarquía. Además, se decidió que en ausencia de la escuadra de galeras de España, el mando que tuviera prioridad sobre el resto fuese primero el de Nápoles, luego el de Sicilia, luego el de Cerdeña, y por último el de Génova. 

Bibliografía: 

-Relaciones, avisos, polémicas y vindicaciones en torno al asedio de Orbetello (Fernando Chavarría Múgica)

-Con Balas de Plata II. 1641-1650 (Antonio Gómez)

-Orbetello 1646. Asedio de la plaza y batalla naval del golfo de Talamone (Eladio Romero García)

Miguel de Noroña, conde de Linares


Jean Armand de Maillé, marqués de Brézé


Grand Saint-Louis, buque insignia de Brézé


Carlo della Gatta


Bibliografía: 

- La Armada Española desde la unión de los Reinos de Castilla y Aragón (Cesáreo Fernández Duro)

- La estrategia naval del imperio. Auge, declive y ocaso de la marina de los Austrias (José Cervera Pery)

- French armies of the Thirty Years War (Stephane Thion)

- Conferencia La Batalla de Orbetello (D. José Cánovas García, secretario del Instituto de Historia y Cultura Naval, y coronel de infantería de marina. 7-9-2021)


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