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La Batalla de las Dunas

 

El 21 de octubre de 1639 tenía lugar la batalla naval de las Dunas en la que la flota española del almirante general Antonio de Oquendo sufría un desastre mayúsculo en las costas inglesas frente a la flota holandesa del almirante Maarten Tromp.  

La guerra contra Holanda se recrudecía por momentos. Atrás habían quedado los tiempos de la Tregua de los Doce Años y los holandeses, crecidos por la intervención francesa en la Guerra de los 30 Años, cada vez ponían en mayores apuros a los españoles. La situación se volvía insostenible y el Cardenal-infante, Fernando de Austria, necesitaba con urgencia tropas y dineros, por lo que realizó una desesperada petición a la Corte de Madrid. 

Felipe IV ordenó a su mejor marino, Antonio de Oquendo, organizar una flota que fuera capaz de llevar los tan ansiados dineros y hombres a Flandes. Éste comenzó a hacer los preparativos en Cádiz, reuniendo cuatro escuadras que zarparon hacia La Coruña, donde llegaron en agosto para reunirse con otras cuatro escuadras españolas. Una vez completados todos los preparativos la flota española estaba lista para zarpar rumbo a Flandes.

La Guerra de Devolución (Parte I)


La Guerra de Devolución fue un conflicto militar iniciado por la Francia de Luis XIV con la finalidad de expandir sus fronteras a costa de la debilidad de la España, bajo el pretexto de no haber recibido la dote de su matrimonio con María Teresa de Austria, hija del rey español Felipe IV. 

Lo cierto es que el monarca francés ambicionaba las posesiones de la herencia borgoñona de la casa Habsburgo española. Luis XIV tenía en su punto de mira el Franco Condado y los Países Bajos españoles. La excusa que utilizó el rey galo, el casus belli que motivaba la intervención francesa, no era otro que la dote impagada de su matrimonio con María Teresa en 1659, una burda excusa para justificar sus verdaderas ambiciones. 

La muerte de Felipe IV el 17 de septiembre de 1665 dio alas a los franceses para lanzarse en sus ambiciones territoriales. De esta forma reclamaron a España las provincias del Henao, Brabante, Namur y Cambrai en su totalidad, además de una cuarta del ducado de Luxemburgo y una tercera parte del Franco Condado. Reclamaban el ius devolutionis, esto es, que los territorios de los Países Bajos debían pasar al legítimo heredero del primer matrimonio del monarca. Pero los juristas franceses obviaban, intencionadamente, que esto solo se aplicaba al patrimonio privado y solo a unas provincias determinadas. Esta estratagema fue fácilmente desmontada por los juristas españoles que desvelaron los auténticos intereses de sus vecinos. 

La Guerra de los 80 Años: Los Orígenes (Parte II)


A comienzos de mayo de 1567 la revuelta había sido completamente controlada por la gobernadora Margarita de Parma, la cual escribió inmediatamente al rey anunciándole las buenas nuevas e instándole a desistir en un decisión de enviar al duque de Alba junto con sus Tercios Viejos

Pero Felipe II desconfiaba de aquella aparente calma en la que se habían sumido los Países Bajos tras la reacción de su hermanastra, y juzgaba necesario seguir adelante con sus planes de pacificación y castigo de los rebeldes. El monarca creía que Orange y el resto de líderes protestantes habían sufrido un pequeño contratiempo y pronto volverían a organizarse y presentar batalla.

Además en la Corte de Madrid los miembros del partido de Éboli, contrarios a una intervención militar al principio, ahora veían con buenos ojos ésta. Por un lado el duque de Alba, su principal rival, marchaba de España dejando las manos libres a Ruy Gómez de Silva para seguir afianzando y acrecentando su poder. Por otro, estaban convencidos de que el Gran Duque fracasaría en su intento de restablecer la paz y, por tanto, caería en el descrédito ante los ojos del rey. Por lo que finalmente no se varió ni un ápice los planes trazados meses antes.