El 21 de octubre de 1639 tenía lugar la batalla naval de las Dunas en la que la flota española del almirante general Antonio de Oquendo sufría un desastre mayúsculo en las costas inglesas frente a la flota holandesa del almirante Maarten Tromp.
La guerra contra Holanda se recrudecía por momentos. Atrás habían quedado los tiempos de la Tregua de los Doce Años y los holandeses, crecidos por la intervención francesa en la Guerra de los 30 Años, cada vez ponían en mayores apuros a los españoles. La situación se volvía insostenible y el Cardenal-infante, Fernando de Austria, necesitaba con urgencia tropas y dineros, por lo que realizó una desesperada petición a la Corte de Madrid.
Felipe IV ordenó a su mejor marino, Antonio de Oquendo, organizar una flota que fuera capaz de llevar los tan ansiados dineros y hombres a Flandes. Éste comenzó a hacer los preparativos en Cádiz, reuniendo cuatro escuadras que zarparon hacia La Coruña, donde llegaron en agosto para reunirse con otras cuatro escuadras españolas. Una vez completados todos los preparativos la flota española estaba lista para zarpar rumbo a Flandes.