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España en la Guerra de los 30 años (Parte I. La Fase Bohemia y la Batalla de la Montaña Blanca)


Podríamos referirnos a la Guerra de los 30 años como el primer conflicto global acaecido; una guerra que comenzó con unos calvinistas exaltados arrojando por uno de los balcones del castillo de Hradçany, en pleno corazón de Praga, a los representantes del rey Fernando y que acabó involucrando a las principales potencias europeas y dejando unos 4 millones de víctimas sobre la mesa.

A pesar de que la mayor parte de los campos de batalla de esta guerra se encontraban en la Europa central, España no fue ajena a este conflicto y acudió pronto a él para ayudar a sus parientes de la Casa de Austria y de paso dar un golpe sobre el tablero y reivindicar su hegemonía mundial. Por desgracia, esta guerra se uniría a otras en las que la monarquía española ya estaba implicada, suponiendo un desgaste de hombres y recursos que acabarían llevando al país al desastre y a la pérdida de su liderazgo en el viejo continente.

Y es que España no pudo evitar el conflicto a pesar de las políticas de paz emprendidas por el rey Felipe III y su valido, el duque de Lerma, que llevaron a España a alcanzar la Tregua de los Doce Años con las provincias holandesas, y a mantener unas buenas relaciones con la Francia de la regente María de Médicis, que acabó cristalizando en los matrimonios de 1615. En octubre de ese año María casó a su hijo, futuro Luis XIII de Francia con la hija del monarca español, Ana María de Austria, y a su hija Isabel de Borbón con el infante Felipe, futuro Felipe IV de España.

España en la Guerra de los 30 años (Parte II. Fase Alemana. Campaña del Palatinado. 1620-1621)


La Fase Alemana supuso la intervención efectiva de los ejércitos españoles en la Guerra de los 30 años entrando en el Palatinado. De la mano de Ambrosio de Spínola, marqués de los Balbases, España emprendió una campaña que buscaba detraer recursos de Bohemia y privar a Federico el Palatino de sus posesiones.

Spínola levantó levas; el duque de Aerschot, Charles de Ligne acudió con un regimiento de 3.000 alemanes, los mismos que llevó el coronel Bauer. El conde Cristóbal de Emden aportó un regimiento de 3.600 alemanes viejos, mientras que el maestre de campo Monsieur de Gulzin, llevaba su tercio valón con 3.000 infantes. También acudió el barón de Balanzón, Claude de Rye, con su tercio de 3.000 infantes borgoñones, y el maestre de campo general Carlos Coloma de Saa con sus tercios de españoles. Además 5 compañías de caballos se unieron bajo el mando del conde de Isemburg.

El plan consistía en invadir el Palatinado desde los Países Bajos con las fuerzas del general Spínola, las cuales sumaban unos 22.000 hombres, mientras que el duque de Baviera, con 20.00 infantes y 5.000 caballos, atacaría a la vez a las fuerzas protestantes del duque de Wurtemberg y de los marqueses de Brandenburgo y de Baden-Darlach, que ascendían a 17.000 infantes y 1.000 caballos. Pero el 3 de julio se firmó el Tratado de Ulm, por el cual Maximiliano de Baviera podía deponer a Federico sin que la Unión Protestante opusiera resistencia.

Las Campañas del duque de Osuna en Sicilia: Las Batallas de Cabo Corvo y Messina


Al amanecer del 29 de agosto de 1613 la escuadra española de galeras de Sicilia al mando del general Octavio de Aragón, mano derecha del duque de Osuna en los asuntos del mar, avistó a la altura del cabo Corvo 12 galeras turcas, salidas del puerto de Rodas, bajo el mando de Mehemet Pashá.

Con la llegada de Pedro Téllez-Girón, III Duque de Osuna, a Sicilia tras ser nombrado virrey en marzo de 1611, el reino experimentó importantes cambios. Osuna se encontró un reino en bancarrota, un severo problema de delincuencia y con una escuadra de tan solo 9 galeras, que padecía una falta acuciante de remeros, con la que resultaba imposible hacer frente a los ataques de la piratería berberisca y otomana. Pero el duque se puso manos a la obra y con su energía y perspicacia habitual, en menos de un año tenía resulto el problema de la delincuencia y la economía mejoraba a buen ritmo.

Para paliar la falta de remeros convocó un concurso de saltos de altura, entregando un doblón a quien superase el primer salto y un escudo de oro a quien saltase el segundo. Sucedía que en el reino había toda clase de supuestos ciegos, cojos, mancos o tullidos, que cayeron en el engaño del duque y se presentaron al concurso. Aquellos que lograron superar los obstáculos obtuvieron el doblón y el escudo y también una condena a galeras por 10 años. De esta forma se consiguió poner fin al problema de la falta de remeros.

Guerreros: Lope de Figueroa y su Tercio


Lope de Figueroa fue uno de los militares más prestigiosos y con mayor fama de su época. Toda una institución entre los soldados de los tercios, su sola presencia en una batalla inspiraba confianza y fuerza a los hombres y provocaba el miedo entre sus enemigos. 

Las dudas con respecto a su nacimiento siguen aún vigentes y, aunque tradicionalmente se estableció en el año 1520, como reflejan muchos estudios, entre ellos el de Carlos Belloso Martín en su obra La Antemuralla de la Monarquía, un estudio de Juan Luis Sánchez publicado en el Diccionario biográfico español de la Real Academia de Historia, basado en las pruebas de concesión de del título de Caballero de la Orden de Santiago, afirma que nació en Guadix, Granada, en el año 1541.

Sea como fuere era el segundo hijo de Leonor de Figueroa, descendiente directa de Fernando III El Santo, según afirma Juan de Hariza en su obra Descripción genealógica de los excelentísimos señores marqueses de Peñaflor, y bisnieta de Lorenzo Suárez de Figueoroa, I conde de Feria. Su padre era el capitán Francisco Pérez de Barradas, trinchante y maestresala del rey Fernando el Católico, llegando a ser señor de Graena, alcaide de la Peza y Caballero de Santiago.

Los Tercios: El Tercio de Sicilia


El reino de Sicilia constituía un enclave estratégico, tanto comercial como militar, para la monarquía española. Su situación proporcionaba una base más que necesaria en las campañas militares que el emperador Carlos iba a emprender en el norte de África, como por ejemplo las de Túnez y La Goleta. El propio emperador señalaba muy juiciosamente que "mi reyno de Sicilia, que por estar al aposto del Turco, perpetuo enemigo de la Cristiandad, se puede decir que es como antemuralla de los otros mis Reinos y Señoríos".  

En el Archivo General de Simancas se encuentra una carta en la que Lucas Cifuentes de Heredia, presidente de la Gran Corte de Sicilia, escribía al rey Felipe II las siguientes palabras: "Este Reyno de Sicilia es antemuralla de la christiandad, passo de Levante a Poniente, y cabeça del mar Mediterráneo, arrimado al África, fin del Europa y que el mayor enemigo que tiene viene del mar de Asia que le tiene enfrente, y assí lo que con más facilidad por mar y tierra asegurare el passo del trato y comercio y quitarle los incursos de cossarios en mar y tierra y fuere miembro más principal para ofender al enemigo y defenderse del, son las galeras". 

Por tanto la importancia de este reino era fundamental y los puertos de Sicilia, tales como Palermo, Siracusa, Augusta, Trapani o Mesina, sirvieron de base logística y de reunión de tropas para acometer campañas como las de Túnez, los Gelves, Malta o Lepanto. El virrey de Sicilia, Héctor Pignatelli Carraffa, conde de Monteleón, escribió el 22 de octubre de 1522 al Comendador Mayor de León del Consejo del Rey indicándole que "conviene hazer que sea antes para offender al enemigo que para defender, porque ultra de ser mas provechoso no sperar la guerra en cassa se hará con menos gasto", haciéndonos una idea de la relevancia que tenía este territorio para los intereses de España.

Carlos V debía dar una respuesta a las necesidades militares de España en sus posesiones italianas, y de esta forma se crearon los Tercios en los enclaves más relevantes de Italia. Los denominados Tercios Viejos van a ser las primeras unidades militares de carácter permanente, que serán los de Lombardía, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, que serán creados formalmente tras las Ordenanzas de Génova del 15 de noviembre de 1536.

Guerreros: Álvaro de Sande


Álvaro de Sande y Paredes de Ulloa nació en Cáceres, en un tiempo en que Extremadura paría a algunos de los mejores soldados del mundo. Tercer hijo de una noble familia que se había mudado de Lugo a Cáceres a comienzos del siglo XV, su padre era Juan de Sande, señor de Valhondo y primo del cardenal obispo de Ostia, Bernardino de Carvajal y Sande, su madre Isabel de Paredes Golfín, y su abuelo paterno, Sancho de Paredes, fue camarero de la mismísima Isabel la Católica. 

Como todos los que no eran primogénitos en esa época su futuro se encontraba en las armas o la sotana. Álvaro de Sande se decantó por lo segundo, tal vez impulsado por el primo de su padre, y se trasladó a Salamanca para desarrollar su carrera eclesiástica y estudiar derecho. Pero no le duraron mucho las inquietudes religiosas y legales, y pidió una dispensa papal para poderse dedicar a lo que era su auténtica pasión: las armas.

Los años siguientes a esta decisión son poco conocidos pero en la década de 1530 Álvaro de Sande se encontraba combatiendo en el Mediterráneo tras haberse puesto a las órdenes del condotiero Ferrante Gonzaga, leal servidor del emperador Carlos. Fue en la campaña de Túnez y La Goleta de junio de 1535 donde le vemos destacar sobresalientemente, distinguiéndose en los duros combates de aquella jornada que acabó con la victoria española y la recuperación de Túnez, arrancándola de las manos de Barbarroja y los otomanos.