Páginas de interés
▼
La Naval de Manila
Un 6 de octubre del año 1646 se producía el quinto y último enfrentamiento entre los galeones de Manila españoles, buques mercantes que atravesaban el Pacífico entre Manila y Acapulco, y una poderosa flota de guerra holandesa que tenía órdenes de arrebatar filipinas a España.
En el marco de la Guerra de los 80 años, los holandeses trataban por todos los medios de ampliar sus rutas comerciales en Asia a costa de los españoles. Mediante la práctica del corso, que llevaban realizando en aquellas aguas desde los comienzos del siglo XVII, los protestantes se dedicaron fundamentalmente a asaltar los juncos chinos y japoneses que comerciaban con Filipinas, y a hostigar a la flota comercial española de las islas, conocida como el Galeón de Manila. Ésta realizaba el trayecto entre Filipinas y Nueva España entre una y dos veces al año, por la ruta descubierta por Andrés de Urdaneta en 1565.
En 1642 habían arrebatado el control de Formosa a los españoles, sumándola así a los puertos que ya tenían en Yakarta y por toda Indonesia. Para 1644 la situación se había vuelto insostenible en Filipinas: el comercio había caído bruscamente y no se recibían productos de América desde hacía 2 años. En este orden de cosas la moral de la guarnición era muy baja, y el estado de las defensas se deterioraba rápidamente ante la falta de materiales, dinero y hombres. Para colmo, la flota estaba en cuadro, contando tan solo con 3 galeones muy deteriorados, 1 galera y algunos pequeños bergantines.
En Yakarta, en el puerto de Batavia, los holandeses recibieron órdenes de ponerse manos a la obra para tomar definitivamente Filipinas. Todos los intentos anteriores, que no fueron pocos, habían resultado un completo fracaso a pesar de la superioridad con la que contaron en muchos casos. Por este motivo se prepararon a conciencia; una flota de 18 buques, formada por 15 galeones, 2 brulotes y 1 patache, se disponía a cumplir con la misión que los holandeses llevaban anhelando más de 40 años.
Se puso al mando el almirante Maarten Gerritsz Vries, que dividió la flota en 3 escuadrones: el 1º estaba compuesto por 4 galeones y 1 patache con la misión de capturar los juncos chinos en las aguas de Ilocos y Pangasinán. El 2º, compuesto por 5 galeones, la capitana de 46 cañones, y el resto de 30 piezas, y 2 brulotes, que pondrían rumbo al estrecho de San Bernardino, que separa la isla de Luzón y la de Samar, para apresar el Galeón de Manila. El 3º se dirigiría a cortar cualquier posible ayuda a los españoles con 6 galeones. Pasados monzones, las 3 flotas confluirían en Manila y se apoderarían de la isla.
Para comienzos de febrero los holandeses habían llegado a las costas de Ilocos. Allí trataron de convencer a la población nativa de que se unieran al bando protestante, pero ésta se negó, por lo que los holandeses saquearon las tierras y asesinaron a cuantos pudieron. Solo la llegada de un contingente de soldados españoles pudo detener aquella masacre, haciendo huir a los holandeses.
El 15 de marzo, en las aguas de Pangasinán tuvo lugar el primero de los enfrentamientos entre las flotas holandesa y española. El Galeón de Manila había zarpado de Cavite a primeros de marzo. Estaba formado por 2 galeones: "Nuestra Señora de la Encarnación", nave capitana de 34 cañones y 200 hombres, incluidos 100 mosqueteros, y "Nuestra Señora del Rosario", nave almiranta de 30 cañones e idéntica dotación.
El día 15, a las 9 de la mañana, se encontraron con un escuadrón holandés formado en línea, y no perdieron el tiempo; la "Encarnación", con una rápida andanada barrió el tajamar de proa de la capitana enemiga, y siguió descargando su fuego contra los otros buques holandeses, que se habían centrado en atacar a la "Rosario". Tras 5 horas de combates, los holandeses huían con graves daños y varios muertos. Los españoles trataron sin éxito de perseguirlos, pero a la mañana siguiente, sin tener rastro alguno de ellos, el general Lorenzo Ugalde de Orellana, a bordo de la "Encarnación", dio orden de regresar a puerto y reparar algunos pequeños daños y atender a los heridos.
Para mediados de abril los holandeses desembarcaban en península de Zamboanga, en la isla de Mindanao. Allí trataron sin éxito de tomar la fortaleza, que estaba defendida por el capitán Pedro Durán de Monforte, el cual contaba con 30 soldados españoles y unos 200 nativos. Los holandeses tuvieron que retirarse a sus buques ante la buena resistencia de los defensores, tras perder en aquel fallido asalto a casi un centenar de efectivos.
Por su parte Ugalde, ya en tierra, recibió instrucciones del gobernador Fajardo para zarpar, una vez reparados los buques, rumbo a San Bernardino y escoltar así al galeón "San Luis", que tenía previsto llegar desde Acapulco a comienzos de julio. Pero el día 26 de junio Ugalde avistó, en vez de al "San Luis", a nada menos que 7 buques de guerra holandeses, acompañados 16 lanchas de transporte de tropas. Ugalde resolvió prudente protegerse en el puerto de San Jacinto, ya que el enemigo era muy superior. De esta forma los holandeses establecieron un bloqueo y se dispusieron a preparar el desembarco de tropas.
Tanto el general Ugalde como el almirante Sebastián López, segundo al mando, acertaron a enviar unos 150 hombres de las compañías del capitán Agustín de Cepeda y del capitán Gaspar Cardoso, junto con unos pocos cañones, a una playa que podría servir como cabeza de puente para los enemigos. No se equivocaban los españoles; bien entrada la noche 4 lanchas trataron de desembarcar en esa zona, siendo repelidas eficazmente. De nuevo los holandeses tenían que abandonar y volver a los barcos. Durante cerca de un mes trataron las lanchas de alcanzar los galeones españoles sin éxito, teniendo que levantar finalmente el cerco al puerto. Antes de eso, 4 prisioneros que se habían escapado de los buques protestantes, llegaron a nado a las posiciones españolas, informando de los planes holandeses de converger con toda su flota en Manila.
El 25 de julio Ugalde ordenó hacerse a la vela y perseguir a la escuadra holandesa en la creencia de que el galeón "San Luis" habría llegado ya a Manila. Pero lo cierto es que, tras un fuerte temporal en el que perdió buena parte de su arboladura, el "San Luis" había acabado en el puerto de Cagayán, donde el capitán pudo salvar las mercancías, hombres, cañones y dinero, antes de que el buque acabase en el fondo de aquellas aguas.
De esta manera el 29 de julio los 2 galeones españoles alcanzaron a los 7 holandeses a la altura de la isla de Marinduque. Aprovechando la oscuridad de la noche, los protestantes rodearon por el este a la "Encarnación", por lo que pronto se vio envuelta en una desigual lucha. Comenzaba así el segundo de los combates navales con un intercambio brutal de fuego. La almiranta holandesa a punto estuvo de abordar a la capitana de Ugalde, pero los españoles consiguieron zafarse y proseguir la pelea a distancia. Mientras, la "Rosario", en posición de ventaja, batía con dureza los buques enemigos, haciendo rugir de manera continuada sus 30 cañones, causando severos daños en un par de buques. Los holandeses mandaron un brulote para cubrir su retirada, pero pudo ser hundido a tiempo. De nuevo, y ante la próxima salida del sol, los holandeses emprendieron la huida, tras perder varias decenas de hombres. Los españoles contaron 5 bajas.
Pero poco pudieron avanzar los holandeses; el 31 de julio eran interceptados nuevamente por los 2 bravos galeones a la altura de la isla de Mindanao. Empezaba el tercer combate. A las dos de la tarde la almiranta española abría fuego contra la mayor parte de la escuadra holandesa que trataba de abordarla. La capitana de Ugalde acudió al socorro y puso en jaque al buque insignia holandés, que sufrió un terrible fuego de mosquetería que barrió su cubierta. El enemigo lanzó a la desesperada su último brulote , que fue alcanzado por un cañón de la "Encarnación" y se fue a pique. La frustración holandesa era terrible, teniendo nuevamente que poner pies en polvorosa y salir de aquellas aguas con varios de sus buques muy dañados, y con bajas que se contaban por decenas. 8 muertos tuvieron en aquella jornada los españoles, que regresaron al puerto de Cavite para hacer reparaciones y aprovisionarse.
El gobernador Fajardo, confiado por las victorias obtenidas ante los holandeses, e intuyendo la desmoralización de éstos, dio orden el 1 de septiembre al general Cristóbal Martínez de Valenzuela, capitán del galeón "San Diego", de partir rumbo a Acapulco bien provisto de mercancías para el comercio. Por su parte, el tercer escuadrón holandés, ignorante de cuanto había acontecido en las semanas previas, seguía el plan trazado inicialmente y se dirigía a Manila para converger con los otros dos escuadrones. Poco después de zarpar, y tras pasar por la costa de Mariveles descubrió a 3 de los 6 buques del escuadrón holandés. A partir de ahí se produjo un pequeño intercambio de fuego mientras el galeón español volvía a la protección de la bahía de Manila.
El sargento mayor Manuel Estacio de Venegas llegó a Cavite para preparar para la guerra a los 3 galeones disponibles. El mando de la flota recayó esta vez en Sebastián Lopez, que hizo suya la "Encarnación". La "Rosario", nave almiranta, quedó bajo el mando del capitán Agustín de Cepeda, mientras que el "San Diego" quedó comandado por el capitán Francisco Rojo. El 15 de septiembre, con todo listo para el combate, se hizo a la mar la escuadra española, que incorporaba también una galera pobremente armada. El día 16, a las 4 de la tarde, ambas flotas se encontraron en las aguas de Mindanao, dando comienzo al cuarto combate de Manila.
Los holandeses contaban con el viento, por lo que los buques españoles no podían hacer mella en sus barcos. Casi anocheciendo la "Rosario" se vio arrastrada por corrientes hacia la escuadra enemiga, encontrándose al poco rodeada. Ahora los hombres de Cepeda combatían solos y a la desesperada. Ya bien entrada la noche, Cepeda dio orden de cesar el fuego, pensando que los holandeses acudirían a abordar el buque, como así sucedió. En ese momento mandó disparar todo lo que tenían: mosquetes y cañones rugieron como leones, desatándose un infierno que barrió las cubiertas enemigas. Los holandeses nuevamente emprendieron la huida, y al día siguiente el "San Diego" ponía rumbo al puerto de Mariveles, mientras que el resto de los buques españoles regresaban a Manila.
A comienzos de octubre el "San Diego" seguía en Mariveles, con la "Encarnación" y la "Rosario" muy separadas entre sí debido a las corrientes tan fuertes que había en esas aguas, y tratando de entrar en el puerto. Los holandeses, viendo los problemas que estaban teniendo los buques españoles, se lanzaron con 3 buques a por la "Encarnación". López se decidió a mantenerse anclado para evitar dejar expedita la entrada al puerto, por lo que pronto se vio en combates con los protestantes. Era el 6 de octubre y se iba a producir el quinto combate ya. La capitana española se defendió con uñas y dientes y causó tantos daños en los buques enemigos que nos le quedó más remedio que retirarse. Sin viento, la galera española aprovechó para batir a placer a la capitana holandesa, que solo pudo salvarse gracias a que se levantó una fuerte brisa que la permitió ponerse a salvo.
Los holandeses se retiraban definitivamente. Habían sido ampliamente derrotados, pese a contar con una superioridad abrumadora. Habían perdido más de 500 hombres, 2 brulotes y tenían diversos buques severamente dañados. Los muertos españoles no llegaron a las dos decenas. En su momento se consideró que la intercesión de la Virgen de Nuestra Señora del Rosario fue la que propició tal victoria, casi milagrosa. De hecho, desde 1662 la Iglesia Católica declaró milagrosas esas 5 victorias contra los holandeses y desde entonces se celebra en Manila la fiesta de la Naval de Manila cada segundo domingo de octubre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario