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Batallas de Cagayán


En el año 1582, tras los constantes ataques de los piratas japoneses a los territorios españoles de Filipinas, una escuadra española, al mando del capitán Juan Pablo de Carrión, se enfrentaba con las fuerzas japonesas capitaneadas por Tay Fusa en la provincia de Cagayán, en la isla de Luzón, venciendo y poniendo fin a la amenaza pirata.

Ya en 1574, el pirata chino Li Ma Hong, había atacado Manila al frente de 3.000 soldados, siendo rechazado por las fuerzas defensoras españolas. Pero al comienzo de la década de los 80, piratas japoneses denominados "wako", empezaron a asaltar las poblaciones de la isla de Luzón, causando el pánico en los habitantes de la región, y estableciendo una base allí. Con numerosos barcos y multitud de artillería proporcionada por los portugueses, estos piratas resultan ser un enemigo terrible en una isla donde el socorro es prácticamente imposible.

Por aquel entonces era gobernador de las Filipinas Gonzalo de Ronquillo, quien escribió al rey pidiendo ayuda ante el cariz de los acontecimientos. Felipe II temía que la piratería japonesa pudiera cortar la ruta del Galeón de Manila, así que envió a Juan Pablo Carrión, veterano hombre de armas y experto expedicionario y marino que contaba en aquel momento con 70 años de edad.


Carrión no perdió un minuto y se puso manos a la obra; se hizo con una galera, "Capitana", un navío, el "San Giuseppe", y 5 barcos menores, pudiendo reunir tan solo a 40 soldados. Eso sí, todos veteranos de las guerras en Europa, y por tanto, acostumbrados a los más duros combates. Con tan escasas fuerzas se lanza a la búsqueda de los piratas partiendo hacia Luzón.

La flota de Carrión entró en aguas de Luzón y, tras bordear el cabo de Bogueador, se topó con un gran barco japonés con muchos más hombres que los españoles. Pero Carrión no se amedrentó y se lanzó con la "Capitana" a por ellos. Barriendo la cubierta enemiga con su artillería, los españoles consiguen enganchar su galera al buque japonés y se lanzan al abordaje.

Los piratas japoneses, en su mayoría ronin (samuráis sin señor), contaban con su tradicional armadura y sus míticas katanas, pero también habían sido provistos por los portugueses de abundante arcabucería, por lo que la sorpresa fue mayúscula. Aún así, Carrión formó a sus hombres en la cubierta del buque japonés y trató de contener al superior número de ronin. En un momento del combate, y ante la imposibilidad de maniobrar ofensivamente, decidió retirarse ordenadamente a su galera.

Ya a la defensiva, con los piqueros delante, los arcabuceros, situados detrás, comenzaron a diezmar a los japoneses. Además, Carrión cortó de un sablazo la driza del palo mayor haciendo que éste cayese y formase una trinchera, donde los arcabuceros españoles se parapetaron y destrozaron al enemigo, al cual no le quedó más remedio que retirarse a su buque. A esto apareció el "San Giuseppe" y con su artillería acabó destrozando el maltrecho barco japonés. Los pocos supervivientes se lanzaron al mar, muriendo la mayoría por el peso de sus armaduras.

Con el camino despejado, Carrión se lanzó a lo largo del río Grande de Cagayán, conocido por los españoles como el Tajo filipino, encontrándose al poco con el asentamiento enemigo. Allí les esperaban 18 champanes (buques propios de Japón y china) que, confiados en su superior número, corren a plantar batalla a los españoles. Carrión mandó abrir fuego sobre ellos con su artillería y arcabucería, destrozando por completo la flota pirata y dejando tras de sí centenares de muertos y heridos.

Carrión desembarcó en un lugar cercano al campamento de Tay Fusa, propicio para colocar la artillería que había desembarcado de la galera. Desde su posición defensiva empezó a abrir fuego contra los japoneses, los cuales, pidieron negociar una rendición a cambio de que se les compensara económicamente. Por supuesto el capitán Carrión rechazó el ofrecimiento, por lo que Tay Fusa, que tenía 1.5000 ronin disponibles para el combate, mandó cargar. Los 40 españoles esperaban tras sus trincheras en perfecta formación defensiva.

Con los piqueros delante y arcabuceros detrás, los españoles aguantaron la primera embestida de más de 600 ronin, que fueron incapaces de romper la formación. Tay Fusa mandó una segunda oleada con un número similar de ronin y ante su incapacidad de hacer frente a las picas españolas, trataron sin éxito de agarrarlas, pues Carrión había mandado untar de sebo el extremo, por lo que de nuevo fracasaron. La tercera oleada fue aún más dramática; los españoles estaban casi sin munición, y habían perdido a 10 hombres, por lo que los japoneses lograron llegar a las trincheras aunque tan desorganizados que su ataque no surtió efecto alguno. Ante la imposibilidad de batir la posición defensiva española los japoneses optaron por retirarse siendo perseguidos por los infantes que acabaron con muchos de ellos.

La derrota japonesa es total. Tay Fusa ha visto morir a más de 800 de sus ronin y ha perdido casi todo sus barcos. Los españoles han perdido poco más que una decena de soldados. La batalla puso de manifiesto la superioridad de las técnicas de combate, así como de las espadas de acero toledano y las armaduras españolas sobre las japonesas. Carrión logró pacificar la región poniendo fin a los asaltos de la piratería, y fundó la ciudad de Nueva Segovia.






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