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La ofensiva del marqués del Vasto en el Piamonte. La toma de Mondovi y Carignano

 


Tras la ruptura de hostilidades por parte de Francia, en julio de 1542, bajo el pretexto de la pérdida de dos capitanes enviados a obtener una alianza con el Turco y Venecia contra Carlos V, las fuerzas imperiales se pusieron en marcha en el Piamonte. Así, a la plaza de Chieri había llegado el marqués del Vasto con su gente, siendo recibido por el maestre de campo del tercio de Lombardía, el segundo de creación tras la disolución disciplinaria de Vigevano, en 1538. Francisco de Prado tenía en esos momentos en Chieri cinco banderas de infantería española y cuatro piezas de artillería. Para la campaña que iba a tener lugar, acudió a Chieri también Cesareo de Nápoles con dos banderas de infantes italianos para unirlas a los españoles. 

El 17 de septiembre las fuerzas imperiales se pusieron sobre su primer objetivo, la plaza de Chivasso, situada en la margen norte del río Po, a unos 25 kilómetros al norte de Chieri. El maestre de campo envió "a un atambor a los de la villa, mandándoles que se rindiesen", pero los franceses que defendían la plaza, "por verse fuertes", se negaron a ello, creyendo que podrían resistir fácilmente en el interior. Francisco de Prado ordenó tener lista para la mañana siguiente la batería artillera y, al poco de amanecer, se comenzó a batir la muralla de la villa, logrando abrir brecha en ella por la que penetró la infantería española e italiana, causando "muchos muertos de los franceses, y los demás feridos y presos". El maestre ordenó entonces que parte de la infantería italiana quedase de guarnición en Chivasso, por ser una plaza importante para la comunicación entre Turín y el Monferrato. 

La siguiente presa sería la villa de Castelrosso, a poca distancia al este de Chivasso. Esta vez no sería necesario plantear combate ya que, los defensores, sabiendo lo ocurrido en la recién tomada villa, se rindieron al maestre de campo español, quien permitió que marcharan sanos y salvos. Al igual que en Chivasso, se dejó gente italiana y provisiones para poder resistir cualquier improvisado ataque francés en la villa, volviéndose Prado y Nápoles a Chieri para informar de las conquistas al marqués del Vasto. Tras ello, Nápoles regresó con los italianos que le quedaban a su plaza de Volpiano, mientras que Francisco de Prado quedó en Chieri a la espera de las órdenes que diese el marqués del Vasto. 

Los Tercios: El Tercio de Lombardía

 


El tercio de Lombardía es, sin duda alguna, una de las mejores unidades y con más prestigio de la historia militar de las armas españolas, considerado como uno de los tercios primigenios, también conocidos como viejos, y que se constituyeron como el orgullo del ejército hispánico. Una unidad que dominó los campos de batalla de Europa durante casi todo el siglo XVI y buena parte del XVII y, que desde entonces, y en distintas formas, ha estado viva hasta nuestros días.

Los orígenes del tercio de Lombardía se remontan a 1532, cuando una unidad de infantería española es enviada a Koroni, en el Peloponeso, Grecia, de la mano de Gerónimo de Mendoza. El historiador Fernando Mogaburo, apunta que esta unidad se crea tras la disolución del tercio que mandaba el maestre Álvaro de Grado cuando iba a ser enviado a Hungría. Lo cierto es que el tercio pasaría a ser denominado "de Lombardía" en 1534, al establecerse allí a la vuelta de Grecia. Gerónimo de Mendoza mandaría el tercio hasta su muerte en Casale, en noviembre de 1536, pasando a hacerse cargo del mismo uno de sus capitanes, Sebastián de San Miguel, quien ostentaría el mando hasta la disolución de la unidad en Vigevano, en 1538, por los fraudes detectados en las muestras por el marqués del Vasto, que había ocupado en febrero de ese año el cargo de gobernador del Estado de Milán. 

Antes de su disolución disciplinaria, el 6 de septiembre de 1536, se tomó muestra al tercio y este contaba con 1.320 hombres distribuidos en 6 banderas; la compañía del propio Gerónimo de Mendoza, con un total de 276 soldados; la de Juan de Vargas, que tenía 231, y quien luego se haría cargo del tercio de Málaga, conocido también como el de Niza, tras la muerte del maestre Garcilaso de la Vega; la compañía de Hurtado de Mendoza, que tenía en ese momento 215 hombres, la de Fernando de Figueroa, con 206 soldados, la del capitán Toribio de Santillana con 205 soldados en total y, por último, la compañía menos numerosa, con 187 soldados, era la de Pedro de Acuña. 

Las Campañas de Farnesio en Flandes. De Lochem a Ypres

 


Tras la toma de Oudenaarde, el 5 de julio de 1582, a Farnesio le llegó la noticia, a través de un capitán escocés al servicio del de Orange, que la villa de Lier, a unos 15 kilómetros al sureste de Amberes, tenía pensado entregarse a los realistas, por lo que el de Parma encargó a Matteo Corvini la tarea, y el 2 de agosto la villa se entregó a las tropas que este llevaba. La toma de esta villa fue de capital importancia "por estar tan cerca de la de Amberes, Malinas y Bruselas les sirvió de gran padrastro, porque las corría sus contornos y servían que no se diesen la mano las unas a las otras tan a su salvo como lo hacían antes". La pérdida de Lier, a la vista de Amberes, causó una merma importante en la confianza que los rebeldes habían depositado en el duque de Anjou.

Por su parte, en el Brabante, el ejército realista sufrió un contratiempo importante. Farnesio había ordenado a sus hombres que tomasen la ciudad de Diest al asalto, por lo que amparados en la noche las tropas, usando escalas, accedieron al interior de la villa. Para su desgracia, los soldados rebeldes estaban alertados de las intenciones hispánicas, por lo que les tendieron una trampa y acabaron con todos los infantes que habían accedido sin esperar a que llegase el grueso de la fuerza, que incluía las fuerzas de caballería. 

Ese verano, Felipe II había ordenado la marcha a Flandes de 4.000 españoles agrupados en dos tercios, el de Pedro de Paz, antiguo de Sicilia con el que Julián Romero fue a Flandes en 1567, y el de Cristóbal de Mondragón, antiguo de Lombardía que también acompañó al Gran duque de Alba a los Países Bajos de la mano de Sancho de Londoño. También envió el rey 900.000 escudos y 4.000 infantes italianos agrupados en otros dos tercios: el napolitano de Mario Carduini, y el lombardo de Camillo delli Monti, ambos levantados ese mismo año. Todo ello acompañado de caballería española bajo el mando del castellano Antonio Olivera. Con este vital refuerzo del "nervio" del ejército y la recluta hecha por Farnesio de tropas alemanas y borgoñonas, el príncipe de Parma se sentía en disposición de continuar con la ofensiva contra los rebeldes.