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Las Campañas del Marqués de Leganés en Milán: Toma de Brem y Vercelli

 



A comienzos de marzo de 1638, Diego Mexía de Guzmán, marqués de Leganés, y gobernador del Milanesado, iniciaba una nueva campaña contras las fuerzas franco-saboyanas cuyo objetivo principal era la toma de las importantes plazas de Brem y Vercelli, en Lombardía. 

Mexía había sido nombrado gobernador y capitán general del Estado de Milán en septiembre de 1635. Su mandato comenzaría con sobresaltos ante la alianza de los ducados de Parma, Saboya y Mantua con la Francia de Richelieu, que desde 1635 se encontraba en guerra con España. El primer golpe vino de la mano de Eduardo I Farnesio, duque de Parma y Piacenza, persona en exceso ambiciosa y con pretensiones de gran general. En Roma, Eduardo anunció su alianza con Francia, por lo que inmediatamente las autoridades españolas le confiscaron las rentas provenientes de Nápoles, así que a comienzos de septiembre de 1635 batalló en Pontecurone, en el Piamonte, al este de Alessandria, y venció, aprovechando su gran superioridad numérica, a los tercios de Filippo de Spínola y Gaspar de Acevedo, que resultó muerto de un mosquetazo en la cabeza. 

Eduardo Farnesio, junto con numerosa tropa francesa y saboyana, invadió el ducado de Milán y se plantó ante los muros de Valenza del Po, pero fue rechazado a finales de octubre. Para enero de 1636 las fuerzas franco-saboyanas atacaron el ducado de Módena, aliado de Felipe IV de España, por lo que el marqués de Leganés no dudó en socorrerlo y algo más, invadió el ducado de Parma para dividir a las tropas enemigas mediante un movimiento de diversión. El ejército hispano acabó derrotando a las fuerzas del duque de Parma y a éste no le quedó más remedio que avenirse a firmar la paz con España en 1637. 

La muerte en Vercelli, en octubre de 1637, de Víctor Amadeo I, duque de Saboya, tras enfermar después de un banquete ofrecido por su aliado francés, el marqués de Crequi, dejó a su mujer, Cristina de Francia, hermana del rey Luis XIII, como duquesa y regente del ducado de Saboya durante la minoría de edad del heredero, Francisco Jacinto. El rumor de un envenenamiento del duque debido a su reticencia a continuar las hostilidades contra España, corrió como la pólvora por todo los territorio italianos, aunque no pudo demostrarse tal extremo. Tras el fallecimiento de Víctor Amadeo, la alianza de la duquesa con Francia, se reforzó más que nunca. 

En este orden de cosas, y dentro del marco de la Guerra de los Treinta Años, el alto mando español planificó una ofensiva contra las fuerzas franco-saboyanas para tratar de sacar al ducado de la esfera de influencia de Francia. La campaña de 1637 se había cerrado con importantes triunfos entre los que destacaba la expulsión de las fuerzas francesas de la Valtelina, con la consiguiente recuperación de sus preciados pasos alpinos, pero el conde-duque de Olivares pedía acciones más notorias, más aún cuando Francia amenazaba directamente los territorios del ducado de Milán. Además, las remesas que habían llegado procedentes de América con la Flota de Indias, permitían saldar parte de la deuda de 400.000 ducados que se tenía con el Ejército de Lombardía. 

Esta amenaza provenía principalmente de la fortaleza de Brem o Breme, como la conocían los españoles, en territorio de Lombardía, y por ello se convirtió en el objetivo principal de la nueva ofensiva. Dicha plaza era muy valiosa para intereses de Francia, y se habían empleado a fondo en fortificarla convenientemente, guarnicionándola además con 1.500 soldados bajo el mando de Monsieur de Mongallard, y abundantes provisiones, pólvora y municiones. Se encontraba esta villa y su fortaleza en la margen derecha del río Po, a tan solo 30 kilómetros al sur de Vercelli. Era, como se ha dicho, de vital importancia estratégica para los franceses, pues desde ahí aseguraban el paso sobre el Po y enlazaban con el Monferrato y el Piamonte, además de lanzar ataques por toda la región de Lomelina, e incluso amenazar la ciudad de Pavía. 

El marqués quería tomar Brem a toda costa, ya que se estaba perdiendo la gran riqueza del valle del Ticino ante la huida de la población, y ordenó al general de artillería, Martín de Aragón, preparar el asedio lo más pronta y secretamente posible. De esta forma el 11 de marzo el ejército estaba listo y comenzó a partir desde sus bases en Valenza, Mortara, Lomello y Alessandria. Una fuerza de 8.000 hombres con los tercios de los maestres de campo Antonio Sotelo, Juan Vázquez Coronado, Carlo della Gatta, Tiberio Brancacho o Ferrante de Limonti, así como la caballería de Milán de Vicente Gonzaga, y la de Álvaro de Quiñones, que era la de Nápoles. El ejército hispano cayó sobre la plaza de Brem ese mismo día poco antes de la medianoche, iniciando inmediatamente el asalto de sus defensas exteriores. 

El plan era ocupar puestos clave que rodeaban la ciudad: el puesto de Tenaza Vieja, que debía ser tomado por el Tercio de Coronado; el de Bonobo, cuya ocupación la haría el Tercio del marqués de Mortara; el puesto del Baluarte, cuya toma se encargó al Tercio de Carlo della Gata, y el puesto del Cuerno lo tomaría el regimiento del conde de Bolomini. El Tercio de Tiberio Brancacho saldría desde Alessandria y tomaría la plaza de Sartirana, a menos de 5 kilómetros al sureste de Brem, y que se convertiría en la base logística del ejército hispano. Por otra parte Vicente Gonzaga, con 1.500 caballos, cortaría la ruta que comunicaba Brem con Casale, para impedir un socorro desde allí, y Limonti, con otros 1.500 caballos, cortaría la comunicación con el Monferrato a través de Fregene. Quiñones quedó en retaguardia asegurando la ruta de suministros. 

El sitio formal comenzó el 12 de marzo tras haber tomado las defensas exteriores a la plaza tal y como se había planificado, aunque no se pudo iniciar el asalto de los muros ya que los franceses disparaban su artillería y mosquetería con gran furia, y arrojaban bombas incendiarias sobre el terreno. Martín de Aragón se encontraba en primera fila dirigiendo sus tropas y situando la artillería que habría de batir los muros de Brem, emplazando su cuartel general en un convento de monjes capuchinos que estaba a las afueras de la villa. El marqués de Crequi tuvo noticias del asedio el día 13, y de inmediato armó una fuerza de 1.200 hombres que subió en 9 barcazas para llegar a Brem a través del Po. 

Plano de la fortaleza de Brem


Esa misma noche, alrededor de las 22 horas desembarcaron los franceses justo en la zona donde se hallaba Antonio Sotelo con sus hombres. La pelea que siguió a continuación fue muy dura, con los españoles tirando con toda la mosquetería disponible y los franceses tratando de superar sus líneas hasta llegar al cuerpo a cuerpo, en el que muchos franceses acabaron degollados. El socorro terminó en fracaso, aunque se cree que con la oscuridad se pudieron introducir en la plaza casi 200 hombres. Los españoles ganaron cinco de las nueve barcazas con abundantes municiones y bastimentos, otras dos fueron hundidas y las dos restantes pudieron escapar con algunos pocos hombres que lograron huir. 

Los españoles siguieron con los trabajos de asedio por lo que los defensores realizaron una salida al día siguiente contra las posiciones que ocupaban los hombres del conde de Bolomini quien, tras muchas escaramuzas, logró repeler el ataque. El día 15 de marzo llegaba a Brem el marqués de Leganés acompañado del marqués de Caracena, de los tenientes Martín Galiano y Domingo Guillén, la compañía de arcabuceros de Diego Ciganda, la de lanzas de Juan de Artiaga, y sus dos compañías de guardias. El marqués puso mucho cuidado en mejorar las obras de circunvalación de Brem y en animar a sus hombres. 

El marqués de Crequi decidió mandar un segundo socorro para intentar salvar la plaza, adelantándose con parte de su guardia para reconocer el mejor lugar donde desembarcar sus tropas. Pero la eficaz artillería de Martín de Aragón acertó en un árbol que se encontraba próximo al general francés y en el rebote acabó con su vida, tomando el relevo al frente del ejército el cardenal de la Valette. Tras acabar con la amenaza los españoles siguieron avanzando en su asedio, reforzando todos los puestos y ocupando la caballería todos los pasos del río. Ese mismo día, 16 de marzo, llegó a Brem Gil de Aix con su regimiento de infantes alemanes, reforzando así los trabajos que lograron completarse en 13 días, cuando por fin se pudo llegar al foso. 

De esta forma se plantaron 5 baterías con diversos medios cañones y cuartos, y se comenzó a batir el fuerte, abriendo brecha el día 24 de marzo. El 25, creyendo los franceses que las fuerzas del marqués de Leganés iniciarían el asalto, enviaron una delegación para negociar la rendición de Brem. El sábado 27 de marzo los franceses abandonaron la plaza con las banderas desplegadas y tocando las cajas. Un total de 1.800 hombres, de los que una cuarta parte eran heridos y enfermos, fueron escoltados por las fuerzas españolas hasta Casale. La artillería quedó en Brem en poder de los españoles, 17 piezas a las que había que sumar algunas que estaban enterradas, y abundantes armas, municiones y provisiones. Monsieur de Mongallard, a su llegada a Casale, fue degollado en el cadalso acusado de no haber peleado convenientemente y haber rendido la plaza mucho antes de lo que las normas de la guerra aconsejaban. 

El marqués reconstruyó las defensas y dejó en Brem 2.000 infantes y dos compañías de caballos bajo el mando de Filippo Sfrondato. Ahora era España quien tenía una punta de lanza hacia Saboya y Piamonte. Mientras tanto las negociaciones con la duquesa de Saboya continuaban, pero esta no aceptaba las dos principales peticiones españolas: la expulsión de los franceses de las plazas de Casale y Piñerolo, y la mediación por parte de cualquier ministro del papa que no fuera Mazarino, cuyos intereses iban de la mano de Francia. No solo no cuajaron las negociaciones sino que Saboya firmó una alianza con Francia hasta 1640, de tal modo que el marqués debía dar un golpe de mano en aquellos territorios, a la par que provocaba la diversión de tropas francesas en Flandes. 

El objetivo elegido fue Vercelli, plaza que se encontraba a poco más de 30 kilómetros al noroeste de Brem, siguiendo el curso del río Po. El Ejército de Lombardía tenían en aquel momento unos 16.000 infantes y más de 6.000 caballos, y frente a esta fuerza los franceses, con la Valette y el marqués de la Villa al mando, oponían cerca de 12.000 infantes y 4.000 caballos. El marqués de Leganés y Martín de Aragón estimaron que necesitarían algo más de 30.000 hombres para rendir la plaza, pero la escasez de tropas imposibilitaba tal cosa. Aun así el gobernador de Milán no cejó en su empeño y el 23 de mayo salió de la capital para poner sitio a Vercelli, para emplazarse sobre la ribera del río Sesia a la mañana siguiente. 

Era Vercelli una plaza de grandes dimensiones y muy difícil de batir, a poco más de 80 kilómetros al oeste de Milán. Situada en la margen izquierda del río Sesia, contaba con poderosas fortificaciones y numerosos baluartes, así como medias lunas y puestos avanzados en la periferia. Contaba con una guarnición de 4.000 hombres y algo más de 6.000 casas, una imponente ciudadela y su preceptivo castillo. La plaza ya había sido tomada en 1617 por España durante la Guerra del Monferrato, tras un duro asedio y el posterior asalto por parte de los infantes de Guillermo Verdugo pero, tras la Paz de Pavía, en octubre de aquel año, se devolvió a Saboya. 

Nada más llegar a la orilla del Sesia la caballería francesa salió al encuentro del ejército hispano conducido nuevamente por Martín de Aragón, pero hubieron de retirarse ante la superioridad del tercio de infantes españoles de Juan Vázquez, que iba a la vanguardia. En seguida se montó el puente y pasó todo el ejército en perfecto orden. El Tercio de Vázquez junto con la caballería de Gonzaga se situó en la conocida como orilla del Cerbo. Desde allí se extendió el cerco sobre la plaza, con el tercio de borgoñones de Mons de Ricart a la derecha de Vázquez, el del marqués de Mortara, y el de Antonio Sotelo, más las compañías de caballos de Fabrizio Madian y las del Estado de Milán. El marqués de Leganés instaló su campamento a poca distancia de Vercelli, y el regimiento de dragones del coronel Juan López Girón cerró el camino que llevaba a Turín, para impedir posibles socorros. 

Plano de Vercelli

También habían acudido los tercios de Tiberio Brancacho, Carlo della Gatta, conde de Bolimini, y Álvaro de Quiñones con la caballería de Nápoles y el tercio de napolitanos de Aquile Minutulo. Y para completar el cerco por el suroeste se encontraban los regimientos de infantería alemana del barón de Leyner y de Gil de Aix, así como la caballería de Limonti y las milicias del Milanesado bajo el mando del maestre de campo Francisco Corniel. De esta forma los trabajos de circunvalación se completaron en pocos días, comenzando de inmediato con el acercamiento a los muros mediante trincheras. El ejército francés de La Valette, con los mencionados 12.000 infantes y 4.000 caballos, llegó a Trino, a pocos kilómetros al suroeste de Vercelli, para intentar su socorro. 

El 1 de junio los defensores de la plaza realizaron una salida con varias mangas de mosquetes y unos 300 caballos, intentando atacar por sorpresa el cuartel general, siendo rechazados por las compañías de los capitanes Ciganda y Artiaga. Los franceses perdieron a su sargento mayor junto a casi 100 hombres, siendo apresados 2 capitanes y una veintena de oficiales. El 5 de junio el ejército de socorro intentó romper el cerco sobre Vercelli atacando sobre varios puntos, pero los tercios de Brancacho, Gatta y Bolomini, les hicieron desistir de tal intento, causando a los franceses severas bajas. Al fin, el 8 de junio, la artillería pudo ser emplazada. Un total de cuatro baterías se colocaron y otros cuatro trabucos que disparaban bombas sobre la plaza.

La noche del 15 de junio el ejército hispano intentó un asalto general, ganando varias fortificaciones y degollando a muchos defensores, pero no se pudo superar la puerta de la ciudad por donde había prosperado la incursión,. Nuevamente volvieron a probar suerte el 19 de junio, esta vez por el este, ganando varias defensas exteriores y adelantando el cerco sobre Vercelli, por lo que los defensores intentaron varias salidas para recuperar los puestos perdidos, pero sin éxito alguno. Por su parte, el ejército del marqués de Leganés se había estancado y la esperanza de socorro de los defensores le ponía las cosas más difíciles aún. El teniente del capitán Francisco de Meneses fue destituido y su alférez y varios hombres más fueron ejecutados por no seguir a sus capitán. 

En los días siguientes los españoles apresaron varios convoyes con provisiones, pólvora y munición para los defensores, pero La Valette logró colocar una batería artillera en la otra orilla del Sesia, debiendo Aragón que reforzar el oeste de sus posiciones. El 26 de junio los defensores realizaron una salida con más de 2.000 hombres, pero la infantería española puso rechazarla causando grandes estragos entre las fuerzas francesas, que lograron llegar milagrosamente a la protección de los muros de Vercelli perseguidos por la caballería hispana. 

Los trabajos de asedio se aceleraron y el día 2 de julio, por el lado del cuartel en el que estaban las fuerzas alemanas de Gil de Aix, se voló una mina que reventó parte de la muralla y por la brecha se lanzó un asalto general en el que se logró tomar parte de las defensas exteriores de la ciudad. Al día siguiente se volvió a la carga en este sector, avanzando en la toma de la plaza, hasta que el día 4 de julio los defensores, viendo que los sitiadores tenían varias minas dispuestas, pidieron negociar los términos de la rendición. El día 6 de julio, tras 40 días de asedio, el marqués Dogliani, gobernador de la plaza, salió al frente de 3.500 hombres, incluyendo enfermos y heridos, con sus armas, bagajes, y 3 cañones. 

Se intercambiaron prisioneros y los españoles asistieron a cuantos heridos no pudieron marchar por su propio pie. El marqués de Leganés tuvo otro gesto con la duquesa de Saboya, permitiéndola retirar, si así lo deseaba, el cuerpo del duque Vitorio Amadeo. De hecho pretendía ganarse el favor de los saboyanos y lograr que éstos acabasen por echar a los franceses del ducado, no dudando en publicar un bando en el que recordaba la larga amistad y lealtad mutua que siempre había habido entre Saboya y España, así como su compromiso de no mantener plaza alguna ocupada una vez que las fuerzas francesas abandonasen el ducado. Hizo lo propio el marqués con el Monferrato y Mantua, recordando los acuerdos alcanzados en Cherasco.

La importancia de esta victoria no puede desmerecerse, ya que fijó una cantidad ingente de recursos franceses en el teatro de operaciones italiano, aliviando así la presión sobre el Ejército de Flandes. Para el marqués la importancia era tal que escribía en estos términos a Felipe IV: "...aviendo sido este uno de los sucessos más gloriosos y de más notables circunstancias que de cien años a esta parte se han conseguido en Europa". 

Bibliografía:

- El gobierno militar en los ejércitos de Felipe IV. El marqués de Leganés (Francisco Arroyo Martín)

Con Balas de Plata I. 700 Combates de la Casa de Austria (Antonio Gómez)

El Marqués de Leganés, por Gaspar de Cráyer



Plano de Vercelli

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