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Guerreros: Bernardino de Mendoza


Hablar de Bernardino de Mendoza es hablar de un hombre total; fue un formidable militar, un excelente diplomático, sagaz espía, y avezado escritor y cronista al servicio de la monarquía española. Siempre en el ojo del huracán, su vida fue el fiel reflejo de la época dorada de España, aunque hoy en día su figura haya caído casi por completo, como es costumbre entre los grandes personajes de la historia patria, en el olvido.

Bernardino nació en 1540 en Guadalajara, en el seno de una noble familia que llegó a esas tierras desde Álava en la segunda mitad del siglo XIV de la mano de Pero González de Mendoza. Más tarde los Mendoza se convirtieron en condes de Coruña y vizcondes de Torija. Fue el décimo de los 19 hijos que tuvo el matrimonio entre Alonso Suárez de Mendoza, conde de Coruña, y Juana Jiménez de Cisneros, sobrina del poderoso cardenal Cisneros. El primogénito de la familia, Lorenzo Suárez de Mendoza, heredó el título, convirtiéndose en el IV conde de Coruña, y sirvió en los ejércitos de Carlos I y Felipe II, llegando a ser virrey de Nueva España. Otro hermano suyo, Antonio, llegó a ser gentilhombre de cámara de Felipe II, y su hermana viuda, Ana, fue institutriz de los infantes Don Diego y Don Felipe, hijos del rey. 

Bernardino de Mendoza pasó la típica infancia del segundón de noble cuna. Siguiendo los pasos de otros tantos Mendoza, estudió y se graduó como bachiller en Artes y Filosofía en la Universidad de Alcalá de Henares en 1556. Tiempo después se licenció y entró en el Colegio Mayor de San Ildefonso. Este hecho, unido a las influencias familiares y su gran inteligencia y capacidad, le abrieron las puertas para entrar al servicio del rey. De esta forma en 1562 decidió dar un giro a su vida y se alistó en los ejércitos de Felipe II. Tal y como él mismo relata en su gran obra Comentarios de lo sucedido en las Guerras de los Países Bajos, se estrenó en las armas en la defensa de Orán y Mazalquivir , en 1563, acudiendo con la flota de socorro en ayuda de los hermanos Córdoba.

España en la Guerra de los 30 Años (Parte XI. El declive español 1642-1643)

1641 finalizaba con Suecia atrayendo a los hessianos a su esfera de influencia y con el emperador en una posición bastante delicada. Un ejército sueco de 2.500 infantes y 2.000 caballos, bajo el mando del conde de Eberstein, se adentró en el electorado de Colonia causando el terror entre sus habitantes. A esta fuerza se le unió el ejército franco-weimariano de Guebriant. Una fuerza hispano-imperial de 9.000 hombres comandada por Guillermo de Lamboy cruzó el río Mosa para acudir en su auxilio, mientras que otro ejército bajo el mando de von Hatzfeldt, marchaba a toda prisa desde Wurzburgo para apoyar a Lamboy. 

Antes de que Hatzfeldt pudiera llegar, los suecos y franceses se lanzaron el 17 de enero de 1642 contra Lamboy, cuyas fuerzas estaban atrincheradas en una buena posición defensiva en la villa de Kempen. Pero Guebriant maniobró brillantemente y, tras la aparición de sus dragones y mosqueteros por los flancos de Lamboy, se hizo con el control de la batalla. Los hispano-imperiales colapsaron y sufrieron casi 2.000 bajas, además de capturar a unos 5.000 soldados más, incluido su general Lamboy, quien desperdició una ocasión inmejorable para acabar con el ejército francés en Alemania. Por esta victoria el rey Luis XIII ascendió a Guebriant a mariscal.

Por si esta derrota no era suficiente, España estaba sufriendo las revueltas en Cataluña y Portugal, por lo que su posición era comprometida; demasiados frentes abiertos de los que Francia estaba sacando partido poco a poco, sobre todo en Italia. El mariscal francés Philippe de la Mothe se internó en Cataluña donde se le unieron milicianos catalanes, derrotando en Montjuic a las fuerzas españolas en enero de 1641 y posteriormente a un ejército español bajo el mando de Diego Mexía de Guzmán, marqués de Leganés, en Lérida. Además la muerte del Cardenal-Infante en noviembre de 1641 terminaría por complicar más las cosas.