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Guerreros: Julián Romero


Nacido probablemente en Torrejoncillo del Rey, Cuenca, en algún momento del año 1518, Julián Romero de Ibarrola estaba destinado a convertirse en uno de los más grandes militares españoles de todos los tiempos, un hombre que pasó de mozo de tambor a maestre de campo general. 

Su padre, Pedro de Ibarrola, hijo de noble familia de Éibar, fue uno de los tantos vizcaínos que buscaron fortuna en otras tierras de España, algunos de los cuales acabaron en la serranía de Cuenca, como Pedro. Éste era maestro mayor de obras y se casó con Juana Romero, de familia de cristianos viejos e hidalga.

En Torrejoncillo pasó su infancia Julián, que había adoptado el apellido de su madre, soñando con huir de la monotonía de aquel lugar y revivir las grandes victorias del Gran Capitán. Fue allí donde, con 16 años de edad, se alistó en el ejército real, y es allí donde empieza la gran aventura en forma de vida de Julián Romero.


Empezó como mozo de tambor y mochilero en Italia, donde sirvió a las órdenes del virrey de Nápoles, Pedro de Toledo, marqués de Villafranca. Tan solo un año después de alistarse, en 1535, participó en la campaña que Carlos I emprendió contra la amenaza que suponía en el Mediterráneo el corsario Barbarroja. En el verano de aquel año los ejércitos del emperador conquistaron La Goleta y Túnez y, según cuenta Lope de Vega, Julián Romero se distinguió en la batalla y recuperó valerosamente una bandera arrebatada por el turco a un alférez muerto, saliendo después en persecución del propio Barbarroja.

Se desconoce la fecha en la que Romero abandonó Italia para marchar a Flandes. Algunas fuentes, como Antonio Marichalar, apuntan a que el conquense estuvo combatiendo en aquellas tierras desde 1543 hasta marzo de 1545, cuando "Julián pisa por primera vez tierras británicas", debido al naufragio del buque en el que viajaba de camino a España.

Enrique VIII, deseoso de tener bajo su mando a los soldados españoles, pidió al emperador que se los dejase a su disposición, pagándoles además los atrasos en sus pagas. Y es que el monarca inglés tenía en alta estima a los españoles, más aún tras verles en combate en Boulogne, donde el duque de Alburquerque se puso al frente de las tropas inglesas y tomó la ciudad. Como indica Roca de Togores, Enrique advertía que "más quería gastar diez mil libras que perder un español".

De esta forma un número indeterminado de españoles, con Pedro Gamboa como su maestre de campo, fue puesto a disposición del rey de Inglaterra, y Julián Romero fue nombrado capitán, con una paga de 600 ducados mensuales. Participó así en la guerra contra Escocia a finales de 1545 y, para febrero del años siguiente, fue enviado a Francia, aunque al poco de hacerlo Inglaterra y Francia firmarían la paz.

Es con esta paz cuando se hace famoso Julián Romero. En Fontainebleau, el 15 de julio de 1546, se enfrentó en duelo con el capitán español al servicio francés, Antonio de Mora. Aquel combate fue todo un acontecimiento; Romero fue apadrinado por sir Henry Knivet, caballero inglés que corrió con los gastos del duelo. Julián combatió en aquel duelo como servidor del emperador y contra los españoles que le habían sido desleales.

El combate duró varias horas. Mora, en contra del espíritu caballeresco de la época, mató al caballo de Romero, pero éste no se amilanó y aguantó estoicamente los embates de su enemigo hasta que consiguió derribarlo y rendirlo. Todo un acontecimiento, como ya se ha dicho, que se extendió por toda Francia e Inglaterra y también por España. Enrique VIII le premió con una cadena de oro y su hijo con un sayo estampado en oro también. Romero recibió, a su vuelta a Inglaterra, un mayorazgo, una renta de 150 libras anuales y el título de Sir y el de Landlord. 

Tras la muerte de Enrique en enero de 1547, Julián siguió a las órdenes inglesas por decisión del emperador Carlos, destacándose en la batalla de Pinkie Cleugh el 10 de septiembre de aquel año. En esa batalla los ingleses vencerían a las fuerzas escocesas de James Hamilton II gracias a una carga de arcabuceros españoles a caballo liderada por Pedro Gamboa, y de otra liderada por el duque de Somerset y por Julián Romero. Allí, en el mismo campo de batalla, el duque inglés armó caballero al capitán español, que nunca se encontró cómodo rodeado de lo que él consideraba herejes, a los cuales servía solo por la voluntad del emperador.

El 10 de abril de 1549, el monarca inglés, Eduardo VI, hijo de Enrique, nombró a Julián Romero maestre de campo de todos los mercenarios al servicio de Inglaterra, pero según diversas crónicas Romero "más querría servir a otro por cuatro ducados que aquí por un tesoro", marchando así de Inglaterra a comienzos de 1551.

Para 1552, con 34 años de edad, se le sitúa a Romero en Gante, como capitán de los ejércitos del emperador Carlos en Flandes al servicio de un jovencísimo Guillermo de Orange, que por aquel entonces contaba con 18 años y era un fiel servidor del rey de España. El príncipe de Orange tenía a su cargo un regimiento de caballería y defendía el obispado de Lieja contra los ataques de los ejércitos franceses de Enrique II.

Tras la muerte de Eduardo subió al trono María Tudor, su hermanastra, quien recibió la propuesta de casamiento del príncipe Felipe, Julián se encontraba defendiendo la fortaleza de Dinant de las fuerzas francesas comandadas por Anne de Montmorency, señor de Chantilly. Los españoles fueron engañados y Romero acabó preso en Fontainebleau, aunque no duró mucho su cautiverio ya que se pagaron las 2.000 libras del rescate que exigieron los franceses.

El 25 de julio de 1554 se casaron María y Felipe en la catedral de Winchester. No se sabe a ciencia cierta si Romero fue a Inglaterra como escolta del príncipe, aunque el hecho de recibir del ya por entonces rey una compañía de arcabuceros en la batalla de San Quintín, refuerza la teoría. Sea como fuere, en agosto de 1557 Romero combatió en San Quintín. Su compañía tomó el arrabal y aseguró uno de los cruciales puentes por donde debían cruzar las tropas españolas, y en los combates finales Romero formó en el centro de la vanguardia dirigiendo a ingleses y valones y asaltando los muros de la ciudad, donde quedó cojo de por vida tras ser herido por una bala de mosquete en la pierna.

Un año después el rey le concedería el Hábito de la Orden de Santiago. El 13 de julio de 1558 se volvería a distinguir en el campo de batalla de Gravelinas. El duque de Saboya, Manuel Filiberto, había armado un ejército bajo el mando del conde de Egmont, quien trabó una buena amistad con el ahora maestre. Éste tuvo una actuación destacada al frente de sus arcabuceros quienes pusieron fuera de combate la artillería enemiga. Tras esta victoria a Romero se le puso al frente de distintas plazas en la frontera con Francia.

Tras regresar a España a comienzos de 1561 se embarcó hacia la Goleta para reforzar sus defensas, fue gobernador de la isla de Ibiza y para 1562 regresó a su Cuenca natal acompañado de Bernardino de Cárdenas, señor de Colmenar de Oreja. Al año siguiente se instaló en Madrid, cerca de la corte. El 30 de julio de 1564 se casó con María Gaytán en la madrileña parroquia de San Ginés, próxima a la Puerta del Sol. Romero ya tenía una hija, Juana, fruto de su estancia en Flandes, y al menos un hijo más antes de contraer matrimonio.

Pero no disfrutaría mucho de sus nupcias ya que a comienzos de 1565 era enviado a Malta como capitán del Tercio Viejo de Sicilia bajo las órdenes del maestre de campo Melchor de Robles y del propio virrey de Sicilia, García de Toledo. Romero se destacó nuevamente en los combates, el 15 de mayo le fueron concedidas las encomiendas de Mures y Benazuza. Tras la muerte de Melchor de Robles, García de Toledo nombró a Romero maestre de campo del Tercio de Sicilia "por parecerme muy honrado soldados y que sabía servir a Vuesa Majestad", como le escribiría el virrey a Felipe II.

Un año después volvió a Mesina, donde trabó amistad con Pierre de Bourdaille, señor de Brantôme, y autor de Rodomontades de los españoles, donde se deshizo en elogios hacia la persona del maestre de campo español. A comienzos del verano de 1567 el duque de Alba recibió el encargo de Felipe II de pacificar Flandes tras la revuelta calvinista. Con el Gran Duque partieron los Tercios Viejos, incluyendo el de Sicilia que dirigía Julián Romero y que marchaba en la retaguardia de las fuerzas españolas.

"Ocho mil infantes españoles, los mejores del mundo, ejercitados largo tiempo en las guerras de Italia: los soldados podían ser capitanes, los capitanes maestres de campo, y los maestres de campo, generales", como dejaría escrito en 1713 Jerónimo Martín Dávila. Recorrieron la ruta que luego sería conocida como el Camino Español. En Flandes siguió acrecentando su fama en batallas como la de Reyden, Groninga o Terminghen.

En julio de 1568 su Tercio y el de Lombardía, comandado por Sancho de Londoño, junto a varias compañías valonas y alemanas asestaron una severa derrota a las tropas protestantes de Luis de Nassau en Jemmingen. Tras lograr un relativo periodo de calma en Flandes Romero, con el permiso del duque de Alba, consigue licencia para regresar a España, donde aprovechará para visitar la villa natal de su padre y pasar un tiempo con su esposa en Madrid. Consiguió la encomienda de Peñausende, y el 29 de mayo de 1571 bautizó a su nueva hija, Francisca, en la parroquia de San Ginés.

Tras pasar 3 años en España regresó a Flandes con el duque de Medinaceli, que debía hacerse cargo del gobierno de los Países Bajos tras recrudecerse la situación. Romero se incorporó inmediatamente al Consejo de Guerra y su primera actuación sería recuperar Mons, bastión católico en la provincia del Henao que había sido tomado por los franceses. Bajo las órdenes de Fadrique de Toledo, hijo del Gran Duque, dirigió la estrategia del combate y suya fue la encamisada que puso en fuga a Guillermo de Orange. El duque de Medinaceli escribiría al rey que "Vuesa Majestad tiene en él un maravilloso soldado y ejecutor de la guerra".

Julián Romero, que ya era Sargento Mayor General, fue nombrado por el rey miembro del Consejo de Flandes. Participó en el asedio de Haarlem, tomada por los calvinistas, y recuperada por las tropas españolas de Fadrique de Toledo. En un asalto ordenado por Fadrique y en contra de la voluntad del maestre del Tercio de Sicilia, Romero perdió un ojo auxiliando a una compañía de arcabuceros del conde Francisco de Vargas, aunque se recuperó en unas semanas y siguió con el asedio hasta la rendición de la ciudad el 14 de julio de 1573. Por estas acciones fue recompensado con 7.000 escudos de los cuales tan solo cobró 2.000, y tuvo que ver cómo las tropas se amotinaban tras 30 meses sin cobrar sus pagas.

El duque de Alba fue reemplazado en el gobierno de los Países Bajos por Luis de Requesens y pidió al rey que Romero lo acompañase de vuelta a España. Mas Felipe no quiso que un maestre tan valioso se perdiese en Flandes. Tampoco accedió el rey a la petición del duque de que se nombrase a Romero gobernador de la plaza de Alejandría de la Paja, en el Piamonte, ni a la petición de retiro del propio Julián.

De esta forma siguió el viejo soldado sirviendo a los intereses de la Corona en Flandes. Primero en el intento de socorro de Middelburg, ciudad católica defendida por el coronel Cristóbal de Mondragón. Romero no puedo auxiliar la ciudad con su flota tras ser derrotado en la batalla naval de Reimerswaal. Más tarde, el 15 de abril de 1574, un hijo de Julián Romero moría en la batalla de Mook, donde las tropas de Sancho Dávila obtuvieron una brillante victoria sobre los protestantes.

Para 1575 tomó parte en el asedio de Zierickzee, llevado a cabo por Cristóbal de Mondragón, y en 1576 se desplaza a Malinas para ganar el jubileo ya que era año santo. En noviembre de ese año sus tropas tomaron parte en el saco de Amberes, donde habían acudido a socorrer a Sancho Dávila y a sus hombres que resistían en el castillo de la ciudad al asedio protestante. Tras esto se firmó la Paz de Gante y después el Edicto Perpetuo, en enero de 1577. Don Juan de Austria escribía a Rodrigo de Mendoza: "los españoles se van. Con ellos se van también mi alma y mi corazón":

El Tercio de Sicilia se embarcó en Saona, próximo a Génova, pero a Romero se le ordenó quedarse en Italia. Allí se le concedió la castellanía de Cremona, la cual aceptó a regañadientes. Sin soldados españoles que protegiesen a los católicos, los protestantes van acumulando más poder y estalla la violencia en Flandes. Don Juan solicitó a su hermanastro la vuelta de los tercios y éstos volverían con Julián Romero al mando, nombrado para la ocasión Maestre de Campo General.

A la vanguardia de las tropas cabalgaba Romero. El que antaño fuera un joven mozo de tambor ahora estaba tuerto, manco y cojo, contaba 59 años de edad, de los cuales 43 ha servido fielmente a España. Al poco de partir, en un punto cercano a Alejandría de la Paja, donde vivía su hija Juliana, cayó de su caballo, probablemente víctima de un paro cardíaco. El gran maestre había muerto, un soldado único e irrepetible, fruto de la larga tradición guerrera española.

Su cuerpo fue enterrado por su hija Juliana en la iglesia de Santiago de la Victoria de Alejandría de la Paja hasta que probablemente su hija Francisca dispusiera enterrarle en el convento de las Trinitarias Descalzas de San Ildefonso, en Madrid.

"Temido vuestro brazo fue y espada
en estas partes y ánimo extendido
y en tierra y mar habéis siempre cursado
vuestra virtud con gloria sublimada.

De Marte a vos tal gracia fue otorgada
con que venciste campo tan nombrado
y habéis contra el de Orange muestra dado
de veros con sus gentes en jornada.

Digno de la corona preeminente
sois que la excelsa Roma concedía
a aquel que procuraba señalarse.

Con premio muy mayor cosa decente
por vuestro valor grande y valentía
pues pueden con vos pocos igualarse."

(Diego Jiménez de Ayllón: Soneto XIII, Al maestre de campo Julián Romero)

Julián Romero y su santo patrono. El Greco

Batalla de Pinkie Cleugh

Batalla de San Qintín

Soldados españoles en la batalla de Jemmingen

Saco de Amberes

Asedio de Haarlem


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