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Batalla de San Marcial


Un 30 de junio de 1522 se producía la batalla de San Marcial, una contienda que enfrentó a las tropas de la monarquía española con un ejército franco-navarro a las órdenes de Ortubia y Semper, y que acabó con victoria española.

Los hechos acaecidos se remontan un año antes, a octubre de 1521, cuando un ejército al mando de Guillermo Goufier, señor de Bonnivet, asaltaba la villa guipuzcoana de Fuenterrabía, tomando el castillo de Behobia, tras la rendición del comandante de la plaza, Diego de Vera. Las tropas gasconas y navarras trataban de retomar el control de Navarra, perdida en 1512 en favor del rey Fernando el Católico.

Beltrán de la Cueva, III Duque de Alburquerque, fue nombrado capitán general de Guipúzcoa en mayo de 1522 y se lanzó rápidamente a recuperar el castillo con una hueste de soldados españoles reclutados de las villas cercanas y cerca de 3.000 lansquenetes alemanes. Jacques D'Aillon, que se había quedado al mando de la defensa del castillo, decidió abandonarlo ante la imposibilidad de defenderlo, pero no sin antes intentar volarlo. El capitán Ochoa Sanz de Asua, junto a unos cuantos hombres, lograría evitarlo y tomar al asalto el castillo. Allí padecerían un largo asedio.


Mientras tanto, el día 28 de junio, un ejército franco-navarro formado por más de 4.500 soldados, la mayoría mercenarios alemanes y labordanos, se plantó en las orillas del río Bidasoa con el objetivo de cruzarlo y tomar el castillo de Irún. Los aldeanos, sin apenas armas pero sobrados de coraje, opusieron una gran resistencia y no permitieron al enemigo cruzar el Bidasoa. Por ello, y ocultos por la noche, se dirigieron río arriba, donde era más fácil vadearlo, y, abandonando la artillería, lograron sortear aquel obstáculo natural.

Un vez conseguido esto, los invasores se instalaron en el monte Aldabe, teniendo a tiro el castillo. Pero es en ese momento cuando dos capitanes guipuzcoanos, Juan Pérez de Azcue y Miguel de Ambulodi, al mando de los 400 soldados que estaban en la villa, convocaron a todos los varones en edad para la guerra; apenas pudieron reunir a 1.000 hombres de entre las localidades de Irún, Oyarzun y Rentería. Con tan exigua tropa no podían hacer frente al potente ejército franco-navarro.

El día 29 de junio, festividad de San Pedro y San Pablo, acudieron a pedir ayuda al capitán general de Guipúzcoa. De la Cueva dudó en los primeros instantes; optaba por abandonar la villa y esperar a recibir refuerzos y contraatacar, ya que apenas contaba con 1.500 soldados y de acudir al socorro de Irún, dejaría desprotegida San Sebastián. Pero los capitanes manifestaron su firme decisión de cargar contra el enemigo y defender Irún con la milicia que habían logrado reclutar.

De la Cueva, ante el arrojo y la determinación de los capitanes, accedió a presentar batalla. Así, pues, marchó al frente de una hueste de 1.500 soldados y 150 jinetes. Allí se unirían con los 400 soldados y el millar de hombres reclutados a toda prisa. Mientras esto sucedía, el clérigo de Rentería, Mosén Pedro de Hirizar, vecino de la citada villa, y que tenía el oficio de "tenedor de bastimientos", distribuyó hachas y palos entre los cerca de 400 niños y mujeres que reunió.

El plan consistía en hacer creer al enemigo que las tropas españolas atacarían desde el camino real. Allí había llevado el clérigo a su pequeño contingente, justo entre los cruces de caminos de Oyarzun y Rentería. En plena noche encendieron cerca de 400 antorchas para hacerse bien visibles. El ejército invasor se preparaba para la batalla desplegándose hacia la dirección errónea. A la par que ese movimiento de diversión, los capitanes Azcue y Ambulodi ganaban posiciones en el monte Aldabe, tras deshacerse de varias decenas de soldados franceses.

Al amanecer del día 30, el capitán Ambulodi, colocado con varios ballesteros en las posiciones más elevadas del monte, lanzaron una carga contra la retaguardia de las tropas alemanas. Cuando éstos se reorganizaron, Ambulodi simuló la retirada monte arriba. Los alemanes mordieron el cebo y les siguieron casi hasta la cima. Allí les esperaban los ballesteros y espingarderos del capitán Lope de Irigoen, que había venido en refuerzo de sus compañeros. La carga de los soldados españoles junto a la caballería de Beltrán de la Cueva fue demoledora; el coronel de los alemanes murió, al igual que la mayoría de los soldados, que además habían sido abandonados por los franceses.

Esta gran victoria se producía un año después de la batalla de Noáin, donde las tropas franco-navarras, que dejaron más de 5.000 cadáveres en aquella tierra, sufrieron una severa derrota a manos españolas. El monte Aldabe pasó a conocerse como Monte San Marcial, celebrando un desfile de armas en Irún cada 30 de junio, día de San Marcial y patrón de la ciudad.






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