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Conquistadores: Cabeza de Vaca descubre las cataratas del Iguazú

Un 31 de enero del año 1542, el explorador español Álvar Núñez Cabeza de Vaca se convertía en el primer europeo en contemplar las cataratas del Iguazú.
Nacido en el seno de una familia hidalga en Jerez de los Caballeros, a finales del siglo XV, pronto se alistaría en el ejército; primero combatiendo en la Liga Santa y después en las tropas de Carlos I durante las Guerras de los Comuneros.
En 1527 partió hacia América bajo las órdenes de Pánfilo de Narváez, en una expedición que tenía la misión de encontrar la Fuente de la eterna juventud y la conquista de Florida. Tras un penoso viaje lleno de contratiempos, con parada en Cuba y Santo Domingo, los cinco navíos con 600 hombres a bordo, lograron llegar a la bahía de Tampa casi un año después de su partida desde San Lucar de Barrameda.
Desde ahí iniciaron un viaje que les llevó por toda la costa del sur norteamericano. Narváez mandó a la flota buscar un puerto seguro en dirección oeste, mientras que él y sus hombres, entre los que se encontraba Cabeza de Vaca, seguirían a pie. Esa travesía fue calamitosa y llena de peligros; se enfrentaron a tribus indígenas locales muy agresivas, como los Apalaches, y a una climatología terrible y caracterizada por fuertes huracanes.
Sin poder dar con su flota, continuaron hacia el oeste en canoas para evitar los peligros del interior, encontrando las desembocaduras del río Alabama y más tarde del Mississippi. Fue aquí donde, tras una terrible tormenta, la mayoría de la expedición, incluyendo a Pánfilo de Narváez, murió ahogada. Solo unos pocos hombres sobrevivieron al infortunio, entre ellos Cabeza de Vaca, quienes lograron llegar a la isla de Galveston a finales de 1528.
A partir de ese momento comenzó una aventura que duraría 9 años, de los cuales 6 los pasaron formando parte de una tribu local que los había hecho prisioneros. Primero como esclavos y más tarde desempeñándose como médicos, ya que los indígenas les atribuyeron cualidades mágicas de chamán, lograron sobrevivir y ser puestos en libertad más tarde.
Posteriormente se lanzaron a un viaje a través del sur de Texas, tras cruzar el río Colorado, y tras pasar el río Grande llegaron al suroeste de lo que hoy es Estados Unidos y el norte de México. Allí convivieron con tribus indias como los Apaches, los Hoppis o los Yumas, que les enseñarían las rutas para llegar al río Sinaloa y a la zona de Culiacán, donde se encontrarían con un grupo de exploradores españoles a las órdenes de un tal capitán Álvarez, que les llevaría hasta Ciudad de México.
Regresó a España en 1537 y fue nombrado Segundo Adelantado del Río de la Plata y capitán general y gobernador de dicho territorio, partiendo en 1540 rumbo a las Américas con 3 navíos y unos 400 hombres. A comienzos de 1541 llegó a la isla de Santa Catarina, en Brasil, y desde allí partió hacia Asunción en un largo viaje en el que consiguió atravesar la selva paranaense gracias a la ayuda de los indios guaraníes.
El 31 de enero de 1542, avistó unas impresionantes cataratas a las que bautizó con el nombre de "Saltos de Santa María" 
describiéndolas de tal forma: «el río da un salto por unas peñas abajo muy altas, y da el agua en lo bajo de la tierra tan grande golpe que de muy lejos se oye; y la espuma del agua, como cae con tanta fuerza, sube en alto dos lanzas y más».
Ya en Asunción ocuparía el cargo de gobernador el 11 de marzo de ese mismo año. Pronto entró en conflicto con Martínez de Irala y sus hombres, que en su afán de descubrir los tesoros que escondían esos territorios, vulneraban las Leyes de Indias. Cabeza de Vaca, profundo conocedor y firme defensor de las tribus indígenas, se enfrentó abiertamente a tal abuso, lo que le supuso la sublevación y ser enviado de vuelta a España.
Sus últimos años de vida se desconocen con exactitud. Algunos historiadores sitúan su muerte en Sevilla, en 1559, mientras otros afirman que murió en Valladolid tras haber tomado los hábitos. Hoy en día la lápida de Cabeza de Vaca se conserva en el convento de Santa Isabel, en Valladolid.
Escribió un libro autobiográfico llamado “Naufragios y comentarios”, en el que describió su periplo a lo largo de su viaje por el sur de Norteamérica. También se recoge una precisa descripción de las tribus indígenas con las que convivió, lo que se considera el primer trabajo etnográfico de la región. Fue publicado en 1542 en Zamora y se amplió en 1555 en Valladolid, con las aventuras de su viaje hacia el Río de la Plata.






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