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Las Campañas del marqués de Leganés en Milán: La amenaza en el mar y la recuperación de la Valtelina

 

Tras la victoria en Tornavento, el 22 de junio de 1636, el Ejército de Lombardía completó la debacle francesa tomando durante el verano la ciudad de Gatinara, el castillo de Fontane, el de Anon, y levantando el cerco al que las tropas francesas y del duque de Parma, Eduardo Farnesio, tenían sometido a Rottofredo. El marqués de Leganés tenía a final del verano completamente cercado al ducado de Parma, había tomado el control de las salinas de Salsomaggiore y, gracias a la construcción del fuerte de Longina, logró asegurar el paso sobre el río Po. 

Todo parecía indicar que 1636 iba a acabar de manera tranquila en Italia para los intereses de la Monarquía Española. Pero a finales de agosto se tuvieron noticias de que una armada francesa avanzaba hacia las costas de Génova, por lo que el marqués de Leganés se pudo en marcha para tratar de acabar con aquella preocupante amenaza. La armada enemiga constaba de entre 66 y 84 barcos, bajo el mando de Henri de Sourdis, arzobispo de Burdeos y teniente general de la Marina Real Francesa, cuya nave capitana contaba con 44 cañones y 400 soldados, y al menos 24 bajeles contaban con 30 piezas de artillería. El número de infantes que llevaba al combate estar armadas era superior a los 6.000. 

Antes de estas noticias, el 12 de agosto, había partido del puerto de Barcelona una escuadra de 10 galeras que llevaba infantería española bisoña, juntándose más tarde con 6 galeras toscanas, 12 napolitanas y 8 genovesas, las cuales llegaron a Mónaco a finales de agosto, dejando el 29 de ese mes provisiones y bastimentos en la isla de Santa Margarita, próxima a la costa de Cannes. Allí tuvieron lugar los primeros enfrentamientos que se saldaron con unos pocos cañonazos y daños menores en algunos buques de ambos bandos. El día 4 de agosto el arzobispo de Burdeos, acompañado de su consejo de guerra, se acercó con varios bajeles a reconocer las defensas de la ciudad de Mónaco. Al desembarcar fue tanta su imprudencia que a punto estuvo de morir de un mosquetazo.