El 1 de septiembre del año 1513 el conquistador español, Vasco Núñez de Balboa, partía desde Santa María la Antigua del Darién, primera ciudad española fundada en el continente americano, para encontrar el Mar del Sur, y así lograr el tan ansiado paso hacia las Indias.
Núñez de Balboa, natural de Jerez de los Caballeros, Badajoz, fue un conquistador famoso por ser el primer hombre del viejo continente en divisar el Océano Pacífico desde su costa oriental. Nacido en 1475, partiría en 1501 rumbo al Nuevo Mundo, desde donde llegaban increíbles historias tras su descubrimiento por Cristóbal Colón.
Se embarcó en la expedición que dirigía Rodrigo de Bastidas, que había participado en el segundo viaje de Colón, y ahora tenía licencia para explorar el Caribe junto al piloto Juan de la Cosa. Recorrieron las costas de Panamá, el golfo de Uraba y la costa colombiana, para finalmente retornar a La Española.
Allí probó fortuna con las ganancias obtenidas de su expedición y de la pacificación de la isla. Pero no tuvo suerte y su ansia de aventuras, junto a su casi total ruina, le hicieron embarcar como polizón junto a su perro, un alano llamado "Leoncico", en la expedición que dirigía Fernández de Enciso. Ésta tenía por misión socorrer a Francisco Pizarro y a sus hombres, a los que el gobernador Ojeda había dejado al cargo de San Sebastián de Uraba, un precario fuerte en Colombia, y que ahora se encontraban cercados por fuerzas indígenas hostiles.
Al poco de partir fue descubierto por Enciso, quien tenía viejas rencillas con el extremeño, y quiso dejarlo en el primer islote que encontrara. Pero Núñez de Balboa era un hombre muy carismático, por lo que pronto la mayoría de la dotación pidió que se quedase. Enciso, sabedor del cariño que despertaba en sus hombres y del conocimiento que tenía Vasco de aquellas aguas, le permitió seguir como uno más entre ellos.
Navegaron según las indicaciones de Balboa hasta llegar al destino deseado, en las costas de Colombia, donde el barco embarrancó. Aquellas tierras pertenecían al cacique Cémaco, muy hostil con los españoles. A éstos no les quedó más remedio que plantarles cara, aunque apenas llegaban a 100. Pero Balboa sabía que aquellos indios no usaban flechas envenenadas y además tenían pavor a los perros, por lo que la batalla se decantó del lado español. Vasco, en un gesto que le caracterizó a lo largo de toda su vida, perdonó la vida a los indios derrotados, ganándose así su posterior apoyo.
Era el año 1510 y los españoles fundaban Santa María la Antigua del Darién, en honor a la virgen de la Antigua, a la que se habían encomendado antes de la batalla. Ésta será la primera ciudad propiamente dicha en suelo continental americano. Enciso se proclamó alcalde mayor de la misma, pero quien realmente tenía la obediencia y el respeto de los hombres era Núñez de Balboa. No tardó en producirse un motín contra Enciso, cada vez más enfrentado a sus propios hombres. Éstos decidieron nombrar a Núñez de Balboa y a Martín Zamudio, nuevos alcaldes de la localidad.
Un año después afrontarían un nuevo motín, esta vez contra el gobernador de Veragua, Diego de Nicuesa, quien reclamaba esas tierras. Pero no reconocieron su autoridad, por lo que Nicuesa, con un evidente enfado, marchó en barco hacia la Española para dar cuentas de aquella insubordinación al virrey, Diego de Colón, hijo del célebre Cristóbal. Nunca llegaría, su barco debió hundirse en algún punto del Caribe. Núñez de Balboa se convertía en gobernador de hecho, cargo confirmado por La Corona en diciembre de 1511.
Balboa llevó a cabo una campaña de entendimiento con los indios, consiguiendo un periodo de armonía y paz en toda la región. Pero el de Jerez de los Caballeros quería más aventuras, y tras dos años escuchando historias sobre unas tierras ricas en oro que desembocaban en un inmenso mar, decidió partir en su busca el 1 de septiembre de 1513, acompañado por 190 españoles, varios guías indígenas y decenas de perros.
Reunieron un bergantín y varias decenas de canoas y navegaron hasta la región de Acla, al noroeste de Panamá, donde se les unieron varios centenares de indígenas que estaban enfrentados con la tribu del cacique Ponca. No tardaron en enfrentarse con ellos y derrotarles. Balboa volvió a repetir la misma táctica, perdonar a aquellos que aún seguían con vida. Este hecho es de suma importancia, pues en los enfrentamientos entre las distintas tribus rara vez se dejaba con vida a los vencidos, y si esto sucedía era para esclavizarlos. De esta forma, Núñez de Balboa se ganó los corazones de muchos indígenas.
El día 24 de septiembre el contingente de Balboa llegaba a las tierras de Cuarecuá, donde el cacique Torecha les recibió con suma hostilidad. Los españoles, que sumaban también varios indios del cacique Ponca que se les habían unido, derrotaron a los hombres de Torecha, el cual cayó muerto en combate. Tras el combate, el maltrecho contingente apenas podía avanzar, las heridas, el cansancio y las enfermedades habían hecho mella, por lo que muchos decidieron quedarse en Cuarecuá y reponerse. No sería uno de ellos Núñez de Balboa.
Éste reunió a unos 60 hombres, entre los que figuraba Francisco Pizarro, y unos cuantos indios y prosiguió la marcha rumbo oeste, hasta llegar al día siguiente a la región montañosa del río Chucunaque. Según unos cuantos indígenas locales, desde las cumbres de aquellas montañas se podía observar el mar. Balboa y sus hombres no dudaron en subir y comprobarlo, llegando a la cima del monte Pirre la mañana del 25 de septiembre de 1513.
Andrés de Valderrábano, escribano del grupo dejó escrito: "y en martes veinte y cinco de aquel año de mil e quinientos y trece, a las diez horas del día, yendo el capitán Vasco Núñez en la delantera de todos los que llevaba por un monte raso, vido desde encima de la cumbre de la mar del Sur antes que ninguno de los cristianos compañeros que allí iban". El clérigo Andrés de Vera, capellán de la expedición, entonó el "Te Deum laudamus" y los hombres marcaron los árboles y las piedras para dar fe de su hallazgo.
Bajaron de la cordillera organizados en 3 grupos distintos internándose en la comarca del cacique Chiapes, quien atacó al contingente español con idéntico resultado que en anteriores ocasiones. Fue derrotado y tras el oportuno perdón, se unió a la hueste española. El primer grupo en llegar, apenas dos días después, fue el liderado por Alonso Martín, quien bebió agua para comprobar que aquello era un mar, y con una canoa navegó aquellas aguas. De regreso avisaron a Balboa, quien el 29 de septiembre, junto a 26 de sus hombres, llegó a la playa.
Allí se internó hasta las rodillas con su armadura completa, la espada en una mano y en la otra el estandarte de la Virgen María, y de esta forma tomó el mar en nombre de los Reyes de España. Como era 29 de septiembre, día de San Miguel Arcángel, bautizó con el mismo nombre al golfo en el que se encontraban. El mar del Sur había sido descubierto.
El día 24 de septiembre el contingente de Balboa llegaba a las tierras de Cuarecuá, donde el cacique Torecha les recibió con suma hostilidad. Los españoles, que sumaban también varios indios del cacique Ponca que se les habían unido, derrotaron a los hombres de Torecha, el cual cayó muerto en combate. Tras el combate, el maltrecho contingente apenas podía avanzar, las heridas, el cansancio y las enfermedades habían hecho mella, por lo que muchos decidieron quedarse en Cuarecuá y reponerse. No sería uno de ellos Núñez de Balboa.
Éste reunió a unos 60 hombres, entre los que figuraba Francisco Pizarro, y unos cuantos indios y prosiguió la marcha rumbo oeste, hasta llegar al día siguiente a la región montañosa del río Chucunaque. Según unos cuantos indígenas locales, desde las cumbres de aquellas montañas se podía observar el mar. Balboa y sus hombres no dudaron en subir y comprobarlo, llegando a la cima del monte Pirre la mañana del 25 de septiembre de 1513.
Andrés de Valderrábano, escribano del grupo dejó escrito: "y en martes veinte y cinco de aquel año de mil e quinientos y trece, a las diez horas del día, yendo el capitán Vasco Núñez en la delantera de todos los que llevaba por un monte raso, vido desde encima de la cumbre de la mar del Sur antes que ninguno de los cristianos compañeros que allí iban". El clérigo Andrés de Vera, capellán de la expedición, entonó el "Te Deum laudamus" y los hombres marcaron los árboles y las piedras para dar fe de su hallazgo.
Bajaron de la cordillera organizados en 3 grupos distintos internándose en la comarca del cacique Chiapes, quien atacó al contingente español con idéntico resultado que en anteriores ocasiones. Fue derrotado y tras el oportuno perdón, se unió a la hueste española. El primer grupo en llegar, apenas dos días después, fue el liderado por Alonso Martín, quien bebió agua para comprobar que aquello era un mar, y con una canoa navegó aquellas aguas. De regreso avisaron a Balboa, quien el 29 de septiembre, junto a 26 de sus hombres, llegó a la playa.
Allí se internó hasta las rodillas con su armadura completa, la espada en una mano y en la otra el estandarte de la Virgen María, y de esta forma tomó el mar en nombre de los Reyes de España. Como era 29 de septiembre, día de San Miguel Arcángel, bautizó con el mismo nombre al golfo en el que se encontraban. El mar del Sur había sido descubierto.